Análisis de DmC: Definitive Edition (PS4, Xbox One)

Si hubo un juego durante la pasada generación de consolas que consiguió generar una gran polémica, ese fue sin duda DmC, la nueva encarnación de Devil May Cry realizada por Ninja Theory. ¿Los motivos de esto? Un cambio radical en el diseño de los personajes, especialmente en el de Dante, que no gustó demasiado a los fans habituales de la saga clásica. De hecho, no eran pocas las voces que incluso afirmaban que sería un mal juego antes de que llegara a las tiendas y lo pudieran probar, solo por el "odio" que generó este cambio tan brusco.

Por suerte, y como se suele decir, los chicos de Ninja Theory consiguieron cerrar muchas bocas cuando su nuevo juego llegó a las estanterías de todo el mundo, demostrando que habían realizado un gran trabajo y que independientemente del estilo artístico escogido (si bien los personajes podían gustar más o menos, los escenarios presentaban un aspecto visual imponente y con mucha personalidad), habían creado un muy buen título de acción.

DmC puede que no fuera tan complejo y profundo a nivel jugable como las entregas clásicas, pero supo ofrecernos muy buenos momentos despedazando enemigos, explorando escenarios en busca de secretos, intentando mejorar nuestras puntuaciones y superando todo tipo de vistosas secciones de plataformas.

Eso sí, distaba de ser perfecto, ya que adolecía de ciertos problemas, como unos valores rejugables algo escasos en comparación a otros exponentes del género (se echó muchísimo de menos un modo en el que sobrevivir a infinitas oleadas de enemigos), una dificultad un tanto permisiva incluso en sus niveles más altos, unos jefes finales muy mejorables en cuanto a mecánicas, una historia que flojea en su segunda mitad y un sistema de combate que pedía a gritos una mayor cantidad de combos y movimientos, a pesar de que contaba con un buen número de opciones de batalla para no dejar respirar a nuestros rivales.

Ahora, tal y como parece que dicte la moda de remasterizarlo todo para las nuevas consolas, la obra de Ninja Theory nos llega a PlayStation 4 y Xbox One en la que se supone que es su "Edición Definitiva". La buena noticia es que la desarrolladora no se ha limitado simplemente a subir la resolución del juego y a mejorar su tasa de imágenes por segundo, sino que también han aprovechado la ocasión para incluir un buen número de novedades que prometen alargar sus valores rejugables considerablemente, haciendo de esta remasterización un producto muy apetecible incluso para aquellos que ya se pasaron el juego en su momento.

En esencia estamos ante el mismo título que pudimos disfrutar en el 2013, por lo que os recomendamos que consultéis el análisis que publicamos en su momento si queréis profundizar en sus diferentes aspectos jugables, ya que aquí nos vamos a centrar en todo lo nuevo que ofrece esta conversión.

Dante y Vergil en la nueva generación

Para empezar, lo primero que nos gustaría destacar es que el juego está dividido en dos modos principales, el de Dante y el de Vergil (el hermano de nuestro protagonista), y cada uno de ellos tiene su propia partida de guardado independiente, por lo que estamos ante algo así como dos juegos en uno. En el caso de Vergil, su historia es la misma que la del contenido descargable de "La Caída de Vergil" y necesitaremos entre tres y cinco horas para completarla por primera vez. Eso sí, os avisamos de que esta se sitúa justo tras el final de la historia de Dante, por lo que os recomendamos que no lo empecéis hasta superar el título principal.

Entrando ya en lo que son sus novedades, nos encontramos con que se han incluido una gran cantidad de modificadores de dificultad y modos de juego para retarnos a superar sus misiones múltiples veces de muchas formas distintas, aunque ojo, porque muchas de estas novedades no estarán desbloqueadas desde el principio. Uno de los cambios que más nos han gustado es el "Modo Difícil", que lo podremos activar siempre que queramos antes de una misión y que es compatible con cualquier nivel de dificultad.

Gracias a esto, podremos vivir una experiencia mucho más cercana a lo que ofrecían los Devil May Cry clásicos, ya que realiza un reajuste en multitud de características para obligarnos a tener que jugar mejor. Por ejemplo, con este modificador el medidor de estilo no subirá tan fácilmente (en la versión original lo podíamos subir repitiendo el mismo combo una y otra vez siempre y cuando consiguiéramos acertar golpes de forma continuada) ni sus tiempos serán tan permisivos, lo que nos obligará a poner en práctica combos de todo tipo. Además, los enemigos se vuelven más duros y necesitaremos ser mucho más precisos para ejecutar determinados movimientos.

Ya que hablamos de reequilibrado, decir que se han realizado multitud de pequeños ajustes independientemente de si activamos el modo difícil o no, cambiando particularidades de ciertos movimientos para mejorar el sistema de combate e incluso retocando levemente a los jefes finales para hacer de ellos unas batallas más entretenidas. Hasta se han cambiado de lugar algunos coleccionables para que conseguirlos sea un desafío mucho mayor (hay varios que ahora están en sitios que os darán más de un dolor de cabeza).

El otro modificador sin el que ya no podemos vivir es el del "Modo Turbo" (este es compatible con el "Modo Difícil), que aumenta la velocidad de juego en un 20%, haciendo de cada combate una experiencia mucho más frenética con la que poner a prueba nuestros reflejos. Continuando con los modos de juego, os alegrará saber que ha regresado el Modo Palacio Sangriento, permitiéndonos luchar contra multitud de oleadas de enemigos para retarnos y comprobar nuestro nivel de habilidad. Sin duda un gran añadido.

También tenemos que mencionar la presencia de nuevos niveles de dificultad que harán que el original de "Dante Must Die" os parezca un auténtico paseo. Tanto que hay algunos de ellos que estamos convencidos de que solo unos pocos elegidos serán capaz de pasarse ante la extrema dificultad que presentan.

Finalmente, no podemos terminar con las novedades de esta versión sin mencionar el hecho de que ahora por fin se ha incluido un botón para fijar enemigos, algo que se echaba mucho de menos en el original y que incluso podremos configurar para que tengamos que mantenerlo pulsado o no.

A nivel técnico el juego ha sido actualizado y ahora funciona a 1080p de resolución y a 60 imágenes por segundo. Este cambio si lo jugasteis en PC en su momento no lo vais a notar, aunque si solo lo pudisteis disfrutar en PS3 o Xbox 360 lo agradeceréis muchísimo, especialmente por esos 60 fps que le sientan de maravilla, especialmente con el "Modo Turbo" activado.

La mala noticia es que se le notan los años y con el aumento de resolución hay texturas que desentonan más de la cuenta. Además, los modelados de los personajes no son nada del otro mundo y para nada estamos ante un juego que podría considerarse de "nueva generación". Eso sí, su apartado artístico sigue siendo buenísimo (lo que consigue que continúe siendo un juego muy vistoso) y ver cómo los escenarios se van transformando a nuestro paso resultan tan espectacular como hace dos años.

El sonido mantiene el mismo nivel que en el original, con una banda sonora muy cañera que ambienta perfectamente los combates, unos efectos convincentes y un buen doblaje al español (aunque el problema de la sincronización de audio con el movimiento de los labios sigue dejando que desear). Como curiosidad, comentar que se ha eliminado una frase del vídeo de introducción porque a los integrantes de Ninja Theory no les gustó cómo les quedó.

Conclusiones

DmC: Definitive Edition es justo lo que debería ser toda remasterización: productos que no solo mejoren el apartado técnico del juego, sino que incluyan contenidos realmente nuevos y aprovechen la oportunidad de un relanzamiento para mejorar sus diferentes aspectos jugables. Si todavía no habéis podido disfrutar de la última aventura de Dante, no vais a encontrar mejor versión que esta Edición Definitiva para hacerlo, y si ya lo jugasteis y os dejó con ganas de más, aquí encontraréis motivos de sobra para volver una vez más y seguir despedazando demonios.