Análisis de IL-2 Sturmovik: Birds of Prey (PS3, PSP, NDS, Xbox 360)
Surcar los cielos, uno de los mayores sueños a lo largo de la historia, parece ser siempre un atractivo recurrente, la manifestación más significativa de la libertad. Durante los primeros años del videojuego, múltiples experimentos nos ofrecieron desde representaciones primitivas (casi psicotrópicos, por sus limitados recursos técnicos) de lo que podría significar volar. Aunque tan sólo sea una amasijo de píxeles o o unos cuantos polígonos sobre una textura (ya sea un mapa en baja resolución o la torpe recreación de una ciudad conformada por legos), nos encanta y encantará volar en un videojuego.
Como de costumbre (y obviando honrosas excepciones como Flight Simulators y derivados o Pilotwings) la guerra siempre es el escenario idóneo para poner en práctica nuestra platónica obsesión: para todos los gustos, desde universos muy muy lejanos (Rogue Squadron), mundos alternativos (Panzer Dragoon), futuros desoladores (Tom Clancy's HAWX) o la cruda y cercana guerra mundial, cualquier pretexto es bien recibido con tal de sentirnos libres cual aves de presa.
Il-2 Sturmovik es una rareza absoluta, un juego de culto para minorías que sufrió el estancamiento de una mecánica elemental, un desarrollo tecnológico que no avanzaba parejo al resto de géneros y un desdén en los estudios y compañías que parecía que no sabían avanzar más allá del canon por excelencia de las últimas décadas: Ace Combat.
Existían muchos riesgos con esta nueva entrega. Primero, por alejarse tanto de su mercado principal (PC), donde recibió las entregas pretéritas y que tanto prestigio le habían generado a la franquicia por su escrupuloso realismo y complejo sistema de combate (donde el representar aviones tan vetustos, había que hacerse mucho más a sus particularidades en el aire como a su sistema de ataque a la hora de derribar a un enemigo). Esta nueva entrega, exclusiva para consolas, no podía perder todos sus pilares (aunque sigue pareciendo incomprensible que no se vaya a publicar para PC) aunque todos imaginábamos que perdería cierta dureza, habitual dentro de los jugadores hardcore que consumen simuladores duros de roer exclusivos para compatibles, el temor de estropear la experiencia principal seguía persistiendo.
El mayor acierto de Gaijin Entertainment, por encima del espectacular apartado técnico de conseguir una entrega en consola a la altura de las expectativas con la saga en PC o su cuidadísima ambientación (un milagro conseguir a estas alturas que la Segunda Guerra Mundial no nos parezca un pretexto plomizo), se encuentra en el excelso control.
En menos de 30 minutos con el pad en las manos surcar los cielos no será sólo pan comido, sino un adictivo placer oculto que nos tendrá horas realizando vuelos rasantes, giros arriesgados y peleas de perros por el simple hecho de pilotar, algo que se había perdido hace años, por muy sofisticados que sean los nuevos joystics de control.
El oscuro capítulo mundial del siglo XX, una guerra de sufrimiento y potencia estética
El apartado gráfico es sensacional por recrearse en pequeños detalles, casi inadvertidos (como los daños en la chapa de nuestro caza con cada proyectil) antes de hipertrofiar el motor técnico (permitiendo en pantalla decenas de aviones, generando unas marabuntas de combate inexplicables).
Las misiones se presentan en algunos de los puntos clave de la 2ª guerra mundial, como la batalla de Árdenas, Stalingrado o el asalto a la capital germana. Aunque los escenarios no se diferencian con mucho detalle unos de otros (salvo los cuatro habituales elementos característicos de las ciudades) sí que existe un cariño especial con cada avión, recreando su interior de cabina y controles con todo lujo de detalle, con el mismo respeto con el que se respetan los salpicaderos de los turismos en las super-producciones.
A caballo entre el arcade ecléctico y el simulador ligero, "Birds of Prey" es un golpe de aire fresco vendido bajo envoltorio más conservador imaginable para la franquicia. Sin florituras, sin extraños experimentos, Il2 Sturmovik es noble por presentarse en un entorno frío, sin la rimbombancia de los lacrimóginos argumentos de Ace Combat (franquicia a venerar, pero por otros motivos) o los extraños desvaríos del reciente HAWX (donde se pretendía vender más por sus genialidades estilísticas que por un control prodigioso).
Secuencias de video montadas con elegancia y aún mejor narradas (en castellano) nos pondrán en la piel de los puntos claves previos a los enfrentamientos, aunque funcionen como mero hilo ambiental que como verdadero apoyo narrativo. La banda sonora, estridentes composiciones realizadas con orquesta, no se atreve a arriesgar con histrionismos pero cumplen su función ambiental.
Tras el obligatorio tutorial (triste error recurrente) descubriremos dos estilos de control, arcade y simulador. En la modalidad de control básica, apenas tendremos el control sobre el avión, la posibilidad de centrar a a los enemigos o cambiar la cámara para poder disparar con precisión. Acostumbrados a las arcas llenas de misiles de Ace Combat o a proyectiles de gran potencia, los enfrentamientos en Il-2 Sturmovik son encarnizados y densos, obligándonos a cuidar la precisión y buscar un ángulo holgado con el que poder apabullar en nuestra contienda.
Mención especial al modo simulador. Puedes estar toda tu vida jugando a Birds of Prey en modo arcade que la primera vez que te atreves a pilotar en el modo simulador, la sensación de abruma ante los cien mil factores colindantes a nuestras acciones son excepcionales. Se restringe cualquier tipo de vista exterior, ayudas de maniobra e inercia, así como una excelente detección física, donde tendremos que controlar las aletas de centrado o la tendencia del aire.
Para más inri, tendremos que controlar a nuestras tropas y aliados, con un sistema sencillo y eficaz para poner en práctica nuestras órdenes (cubrir, atacar, formar, etc.) que se puede ver truncado por el cuidado que debemos tener con las tropas aliadas. El fuego amigo, un incordio el la decimoquinto intento (podremos elegir si tener respawns infinitos o no), otorga una restricción natural al continuo silbido de proyectiles (por eso de ser condescendiente con tus aliados y no freírlos en el aire).
Tampoco llega a las enfermizas exigencias de un Flightsimulator: en Gaijin Entertainment parecen tener muy presente la sensación de placer ante el control como máxima. El modo simulador está concebido únicamente para expertos, pero la recompensa es mucho mayor al tener que dedicar muchos más intentos en superar las misiones.
Una vez completado el modo campaña, dispondremos de misiones individuales con retos específicos (con los que desbloquearemos nuevos aviones o la opción de recrearnos con ellos en un museo virtual). Lástima que las misiones no tengan una gran profundidad (tanto para Ace Combat) y se centren, prácticamente en exclusiva en las luchas en el aire junto a los no menos trillados momentos de defensa a puntos terrestres o ataques a navíos.
Los modos multijugador (poco ingeniosos, una vez más) son combate a muerte, combate a muerte por equipos, ataque y un modo capturar la bandera. No serán recordados por su complejidad pero sí que son un extra de interés para disfrutar de otros jugadores a manos de un avión a los mandos: si se juega de forma coordinada en muerte por equipos la inmersión en el dogfight es impecable (siempre que se pueda contactar con tus compañeros para evitar el fuego amigo.
Birds of Prey es un milagro en lo relativo a las formas y el cariño. La campaña no resulta especialmente memorable, el apartado gráfico es sensacional pero por su cuidada ambientación mientras que las opciones extras no son un aliciente lo suficientemente potente como para rejugarlo. Ahora bien, obviando pequeñas taras, Il 2-Sturmovik es delicioso, honesto, maduro y profundo, uno de los simuladores/arcade de aviación más complejos y fascinantes jamás publicado en consola, que logra tras años de sequía, devolver el esplendor sin demasiada pirotecnia: "Vuelan Sturmovik, camino de Leningrado, dejen a los niños llorar, no es para menos".