Análisis de ShellShock: Nam 67 (PS2, Xbox, PC)
Si hubiese que encuadrar a Nam 67 en una tendencia de juego bélico, lo más apropiado es compararlo con un Medal of Honor. La perspectiva en tercera persona recuerda a los Conflict, pero sin embargo aquí controlaremos única y exclusivamente a un soldado, que irá acompañado de otros que compartirán fortuna y enemigos con él. Pese a que se trata de un juego de acción, de hecho uno de ir desde el punto A al B, nos surgirán subobjetivos que tendremos que cumplir para seguir adelante, pues nuestro avance siempre estará dirigido por un superior que guía a nuestra unidad. El juego está dividido en misiones, separadas por visitas a la base, donde se nos contarán las novedades de cada misión y de la guerra.
Juicios rápidos
En esa base, por cierto, podremos escuchar como música de fondo -si nos acercamos a cualquiera de las radios que la pueblan- temas reales de esa época, grandes éxitos del año 1967 que Eidos se ha encargado de licenciar, además de poder charlar con otros soldados de todo tipo de temas e intercambiar items con ellos, lo que nos dará ventajas en las misiones. También podremos acostarnos con prostitutas, seleccionando el icono de dos conejos montándose el uno al otro al acercarnos a ellas, pero no se verá ninguna escena subida de tono. Esta última frase es completamente cierta. Antes de cada misión, el oficial de la base nos explicará la situación de nuestras operaciones en una reunión, explicándonos las consecuencias de nuestra última acción y los planes a seguir. También, mientras nos dirigimos hacia la puerta de la base o el helicóptero (para iniciar las misiones), contará algunos chistes malos tan típicos de las películas bélicas.
Las misiones cuentan, antes y después de la acción, con abundantes escenas cinemáticas CG (no hechas por el motor del juego) de una calidad media-alta que en ocasiones son continuadas por la propia acción, como en la fase en la que, durante un breve periodo de tiempo, ocupamos la ametralladora del helicóptero apache porque han acabado con su artillero. Estas escenas cinemáticas tienen también un alto contenido gore, al igual que todo el juego, pero si cabe mucho mayor al ser mayores también las posibilidades tecnológicas. Así, veremos ejecuciones sumarísimas de soldados o prostitutas vietnamitas realizadas posteriormente a que suelten la información que nos interesa, perpetradas por nuestros compañeros de armas.
El bando norvietnamita tampoco se queda corto en estas prácticas, ornamentando los diferentes escenarios por los que pasaremos con cabezas de soldados americanos en lo alto de un gran palo, o encerrando a los prisioneros en cámaras de tortura que sonrojarían a los sacerdotes de la Inquisición. Siguiendo nuestra costumbre de confiar en la perspicacia del lector pero por si acaso dejar las cosas claras, el juego está recomendado para mayores de 18 años y hace bien en estarlo.
La acción en sí también tiene un contenido muy truculento. Las animaciones de muerte de los enemigos usan las físicas rag doll, al igual que muchos otros juegos como Hitman 2 o el futuro Killzone, pero aparte pueden sufrir desmembraciones si les estamos disparando con un arma de gran calibre, léase una ametralladora; brazos, piernas y cabezas serán arrancadas del torso de los enemigos de forma bastante exagerada, y nosotros mismos podremos ser desmembrados si un enemigo nos mata con un disparo certero en una de estas extremidades; ya no hablemos de si acaban con nosotros o acabamos con alguien de una granada. La crueldad de la guerra se representa a través de la narración acciones éticamente repugnantes por parte de integrantes de ambos bandos, y mediante un gore bastante truculento esparcido durante todo el juego.
Decoración desagradable
Por otra parte, en lo que respecta a la acción en sí, Nam 67 tiene un curioso sistema de medición de daño. Hay una especie de "vida general" y una "vida temporal", representada la primera por un emblema de un color (cuanto más verdoso, más energía, cuanto más rojo, menos) y tres curvas puestas en vertical bajo éste. Cuando recibamos impactos, estas curvas se teñirán de rojo, y será a partir de cuando la tercera esté en rojo cuando nuestra "vida general" comenzará a verse afectada. Las rayas rojas, es decir, la vida temporal, van destiñéndose con el tiempo. En resumidas cuentas, que si recibimos un disparo cada 30 segundos acabaremos como la misión como rosas, pero si en cambio recibimos 10 seguidos (por ejemplo si una ametralladora nos apunta bien y nos alcanza durante 2 o 3 segundos) moriremos casi instantáneamente. Este sistema es acertado para el juego, resultando en que podemos recibir muchos disparos en tiroteos circunstanciales sin morir por ello, pero haciendo que en las situaciones críticas (cuando hay que hacer frente a fortificaciones con ametralladoras, o a muchos enemigos) tengamos que actuar realmente bien y con sentido para seguir avanzando.
Defendiendo posiciones
Sin embargo, hay una parte en la que Shellshock hace aguas, y no es otra que la inteligencia artificial de los enemigos y de nuestros propios compañeros. En muchas ocasiones los enemigos no actúan organizadamente, sino en manada, encaminándose uno detrás de otro hacia la muerte, produciéndose clásicas situaciones de "ponerse tras una esquina y ver como desfilan hacia mi punto de mira"; a estas alturas, se espera que un soldado enemigo, por inexperimentado que pueda ser, se dé cuenta de que algo no va bien si cada uno de sus amigos que asoma la cabeza cae desplomado al suelo.
Por otra parte, nuestros compañeros actuarán a veces de un modo francamente idiota, sin cubrirse con las diferentes ventajas del escenario y, lo que es peor aún, sin ninguna iniciativa. Somos nosotros, aun teniendo el menor rango, los que tendremos que guiar a nuestro escuadrón; sí, ellos nos dicen lo que tenemos que hacer, pero a la hora de jugar son ellos los que nos siguen y eso es algo un poco triste; el juego no se ha encargado de hacer que los personajes tengan comportamientos e iniciativa propia para acometer los diferentes objetivos; de esta forma, si estamos en un espacio con 3 o 4 caminos, seremos nosotros los que tendremos que escoger uno; si escogemos el equivocado (que muy posiblemente usaremos más adelante en la misma misión), nos aparecerá un mensaje "¿estás desertando, soldado?", para avisarnos de que por ahí no es. Si continuamos, Game Over y consejo de guerra. Es decir, el juego intenta maquillar sus simplezas de diseño y su falta de libertad con mensajes del cuartel general.
A nivel gráfico, Shellshock no luce nada mal. Los escenarios son bastante grandes, con numerosos detalles, destacando el movimiento de las hierbas al arrastrarnos por el suelo, o algunos efectos como las explosiones. Sin embargo, no es un apartado que esté muy allá, y aunque los soldados americanos están bien animados y modelados, se observa una excesiva repetición de los modelos vietnamitas; hay menos de 10 diferentes, y nos encontraremos con cientos de enemigos a lo largo del juego. Se mueve todo con bastante fluidez, con un motor gráfico que resulta sólido sin hacer tampoco grandes alardes ni virguerías tecnológicas.
El sonido es sin duda el mejor apartado de todo el juego; los FX son variados, al igual que las armas, y algunos de ellos impactantes. En cuanto a la banda sonora, como decíamos cuenta con temas reales de los años 60 para los menús y las estancias en la base (en el juego en sí no hay música) y ambientan muy bien; especialmente el primero de los que suenan en el menú principal del juego. En cuanto a las voces, está completamente doblado al español pero con diferente calidad en la actuación; mientras que las de los soldados que nos acompañan en las misiones están muy bien dramatizadas, una de las principales voces del juego, la del oficial al mando de la base, es demasiado... plana, por decirlo de alguna manera; suena extraña, y carece de gracia contando los chistes.
La ciudad en ruinas
Dentro de la jugabilidad hay que mencionar que el control resulta bastante fiable, aunque es un tanto difícil moverse estando tumbado porque hay que mantener pulsado el botón de tumbarse, quizás para simular la dificultad de arrastrarse por los suelos que tienen los soldados; concluyendo con el apartado jugable, hay que alabar el gran repertorio de armas que ha incluido Guerrilla Games en el juego. Aparte de las del bando americano, que las hay de todas las gamas (fusiles de todos los tamaños, lanzagranadas, varias pistolas, lanzallamas, granadas, etc...), podremos usar también las armas norvietnamitas, incluyendo algunas bastante ridículas (fusiles de la Segunda Guerra Mundial) y otras famosas, como el AK-47.
Como conclusión, Guerrilla Games no ha producido un mal juego, pero con bastantes puntos negros que le hacen convertirse en el clásico que pretendían que fuese. Sí, sin duda tiene éxito en transmitir al jugador toda la crudeza de la Guerra de Vietnam y los niveles de violencia a los que se llegaba, pero en el apartado jugable no innova en absoluto y hace que en ocasiones el juego resulte algo monótono, por no hablar de las limitaciones de diseño. La ausencia de extras, aparte de encontrar secretos (recoger fetiches comunistas como estrellas rojas o libros de Mao) y de intentar conseguir medalla de oro en los niveles, es otra de los puntos débiles de Nam 67, que no tiene modo multijugador. En definitiva, un juego de acción decente y compra obligada para los fans de La Chaqueta Metálica y similares, pero sin la calidad que se espera de un estudio de desarrollo que ha dado tanto que hablar por Killzone, que esperemos que no sea una sorprendente decepción como la que se llevaría Estados Unidos en 1968.