Análisis de God of War 2: Divine Retribution (PS2)
Cuando God of War salió a la venta en 2005, no tardó mucho en convertirse en un juego de acción idolatrado por el público, avalado por las ventas, y, sobre todo, aclamado de manera unánime mientras se consolidaba con un referente en el género. Por eso, las esperanzas depositadas en su secuela para PlayStation 2, que llega en el ciclo final de la consola, ahora que PlayStation 3 ya es una realidad, eran muy elevadas, y, por fin, ha llegado el momento de ver si God of War II: Divine Retribution consigue mantener el tipo.
Kratos, el espartano, y la mitología griega volverán a ser los protagonistas absolutos en la secuela en la que la búsqueda de venganza sigue siendo uno de los principales impulsos de Kratos. Del mismo modo, el sistema de lucha se ha mantenido en este nuevo título, incluyendo sustanciosas mejoras en múltiples aspectos, mientras otros han permanecido virtualmente inalterados. De esta manera, se consigue aportar una buena dosis de frescura al mismo tiempo que se preserva toda la esencia del título original.
La historia del juego empieza relativamente poco después del desenlace de los hechos que sucedieron en la primera entrega y, aunque como buen juego de acción no hace de la historia su eje principal (pues se sustenta ante todo en la jugabilidad y el diseño de niveles, situaciones y enemigos), es recomendable, por tanto, haber jugado al primero para saber bien a qué se deben ciertas situaciones. No es imprescindible, pero sí recomendable pues, pese a todo, el guión de la saga es lo suficientemente apasionante como para guiar a los jugadores a lo largo de la narración. Y es algo de lo que no muchos juegos del género pueden presumir.
Kratos, que ha tomado en el Monte Olimpo el lugar que le corresponde tras alzarse con la victoria en el desenlace del primer título, sigue sin encontrar lo que busca. Liderando a los soldados de Esparta conquista ciudad tras ciudad por todo el mundo, pero esto tendrá consecuencias. Traicionado por Atenea y dado por muerto a manos del mismísimo Zeus, Kratos es rescatado por Gea. Es ella quien le desvela al espartano que su destino puede ser cambiado, pero sólo si alcanza el hogar de las Moiras, las Hermanas del Destino. De esta manera, Kratos iniciará un viaje épico en el que forjará su propio futuro.
Una de las principales mejoras introducidas en Gof of War II es el diseño de los escenarios, mucho más intensos en todos los sentidos. La sucesión de combates y puzles está mucho mejor enlazada, prescindiendo casi por completo de las secuencias en las que vamos de un punto a otro sin demasiada acción, sin que por ello repercuta en las dimensiones del juego (que, de hecho, es más extenso que el original.) En la misma línea, se han perfilado diversos elementos del control, como a la hora de abrir puertas, o mejorado algunos movimientos. Por ejemplo, antes teníamos que pulsar repetidamente el botón lateral R2 para abrir puertas, lo que no siempre resultaba cómodo; ahora se hace con el botón frontal círculo, de manera que es todo más sencillo. En cuanto a los movimientos, sin ir más lejos, cuando le demos una patada a algún objeto para lanzarlo, lo haremos más rápido y a más distancia, potenciando más la utilidad de esta acción.
El hecho de que no se hayan realizados cambios realmente sustanciales en este sentido es buena señal de que el primer juego ya está bien diseñado y que han sabido localizar los pequeños y ocasionales momentos en el que el sistema no funcionaba con la suavidad esperada.
Muchos de los enemigos han sido rescatados de la anterior entrega, como los guerreros zombi, los cíclopes, minotauros, y demás. Esto no impide que se haya incorporado también un amplio plantel de nuevos enemigos y personajes, muchas veces de un tamaño considerable. Por supuesto, la mayoría están extraídos directamente de la mitología grecorromana, como Ícaro o Perseo, aunque los puristas (como se habrán imaginado) notarán también que el juego sigue tratando las narraciones mitológicas con bastante libertad y holgura en su traslación al videojuego.
En líneas generales, es fácil percibir cómo la escala del título es sustancialmente mayor a la del anterior, con entornos realmente enormes y, además, mucho más cuidados, con escenarios repletos de elementos y detalles en los interiores, que varían desde el mármol hasta la piedra, con fogatas y cuidados efectos de iluminación. Los exteriores muestran tanto frondosos jardines como enormes construcciones, o sobrecogedoras montañas de amplio tamaño pasando por cuevas poco acogedoras. El juego es sorprendente no sólo por su aspecto visual desde una vertiente técnica, sino también por la sorprendente calidad de la dirección artística que le impregna.
Los combates, pese a ser en su aspecto básico idénticos al del primer título, resultan mucho más brutales debido al mayor ritmo inyectado a la acción y la presencia mucho mayor de las acciones que dependen de movimientos del stick analógico y pulsaciones de los botones, a modo de pequeños minijuegos durante los combates. Gracias a esas acciones, si las realizamos correctamente, asistiremos a secuencias espectaculares en las que Kratos mostrará sus dotes como gimnasta y guerrero, muchas veces con escenas violentas, como sacar de su cuenca el ojo de un cíclope, o romperle el cuello a una medusa, siendo muchos de ellos golpes con consecuencias directamente fatales para el enemigo. Del mismo modo, la integración de estas secuencias en las luchas contra los enemigos finales es mucho más notable, siendo imprescindibles en múltiples ocasiones para asestar el golpe de gracia.
Como vemos, estamos en esencia ante la misma fórmula jugable que se ha visto potenciada pero no variada. Quienes busquen una experiencia de juego más diferente a la del primer título podrían sentirse, por tanto, decepcionados al comprobar que realmente no se han producido modificaciones sustanciales sino, como hemos señalado líneas más atrás, un perfeccionamiento de las bases establecidas, que no es poco, dado el nivel alcanzado en el anterior juego.
Claro que hay que contar con la presencia de Pegaso, el caballo alado. De este modo, se incluyen en el juego dos secuencias de vuelo en las que montamos sobre el lomo del equino mientras evitamos, por los aires, a las tropas enemigas. No son muchas, ni muy largas, pero aportan unos momentos de variación en el desarrollo muy de agradecer y, la verdad, funcionan bien dentro del juego integrándose sin problemas en su desarrollo.
En cuanto a los puzles, están sustancialmente mejor diseñados, sin caer en situaciones irrisoriamente complejas por lo poco o nada obvio de su solución al tiempo que en su conjunto resultan más interesantes. Es decir, en su conjunto son un reto mucho más consistente, pero se han eliminado los picos de complejidad en los que la solución era enrevesada sin motivo alguno, todo ello partiendo de la misma base de diseño que en los rompecabezas del primer juego. Ahora, por ejemplo, tendremos que usar más elementos del escenario, como cuerpos de soldados muertos, y, eso sí, en ocasiones nos encontraremos todavía con puzles de diseño que nos obligarán a pensar por unos instantes; a nosotros nos gusta.
Algo similar sucede en las secciones de plataformeo, mucho más perfiladas en su conjunto. Además, al igual que sucede con los puzles, donde se ha nivelado mucho más su concepción, en God of War II no nos vamos a encontrar con secuencias como las plataformas en las alturas que copaban uno de los momentos más tensos del reto de Hades en el primer juego.
God of War II muestra un respetable nivel de dificultad, aunque manteniendo la premisa del anterior título no es en ningún momento un obstáculo insalvable, aunque sí puede llegar a tener sus momentos complejos; nada que los niveles de dificultad no arreglen en un sentido u otro. Destaca sobre todo que tiene, más o menos, casi el doble de combates contra grandes jefes y monstruos considerables. Además, habrá también luchas contra hombres que están también en su búsqueda de las Morias, resultando en combates quizás no tan espectaculares pero sí igualmente divertidos y bien variados.
Por supuesto, aunque la mecánica del juego es en esencia la misma, se han incluido nuevos poderes y habilidades para Kratos, como nueva magia o armas, como el terremoto, o el martillo, por citar un ejemplo de cada tipo. Cada vez que consigamos un nuevo poder, veremos cuán relevante puede llegar a ser, y aunque podemos caer en el error de olvidar las ya aprendidas, lo cierto es que pueden ser útiles en momentos determinados, por lo que habrá que tenerlas presentes. Quizás hubiese sido recomendable utilizar un sistema de poderes mágicos más compensado para potenciar un uso mixto de éstas, pero lo que presenta el juego funciona más que bien. Del mismo modo, las armas que se añaden a las espadas que Kratos tiene de serie son útiles, pero lo cierto es que se puede optar en todo momento por las siempre seguras espadas, auténticas armas todoterreno. La ventaja de esto es que los jugadores noveles no se verán obligados a profundizar en exceso, mientras que los que ya sean aventajados podrán ir experimentando con combos, y no sólo con las espadas.
El título presenta un amplio paquete de contenidos en forma de desbloqueables, como el Desafío de los Dioses, que vuelve a la palestra en esta entrega, presentando siete retos diferentes (frente a los diez del anterior juego), con la posibilidad de salvar la partida entre reto y reto. Todo este sistema está más elaborado y es una de las llaves para desbloquear más contenido, aunque es algo que se reserva a los niveles de dificultad más elevados. Si el primer juego estaba bien repleto de extras en forma de vídeos, información y demás, éste no iba a ser menos, aunque, claro, el que exija al jugador superar los peores niveles de dificultad hace que sea algo que realmente implica un esfuerzo para el jugador.
Por ejemplo, sólo al obtener el rango de Titán (el más elevado) en el Desafío de los Dioses podremos acceder a un modo de juego que nos permite enfrentarnos a cualquier enemigo en combate, y no es tarea fácil. Si estamos enganchados al juego, será un excelente incentivo para hacernos con un gran dominio de él, pero si no somos unos apasionados, es posible que el esfuerzo no compense. Cada jugador tendrá que evaluar el tiempo y esfuerzo que le requerirá para exprimirlo a fondo, aunque desde luego hay mucho juego por exprimir.
La aventura principal puede darnos sin problemas una docena de horas de juego acompañadas no sólo de la refinada jugabilidad de la que hace gala y sus elaborados gráficos, sino también de una cuidada banda sonora contundente y continuista en relación a las composiciones del primer juego de la saga. Su sonido es muy destacable en las melodías, con coros y múltiples instrumentos que componen una atmósfera inconfundible. Los efectos sonoros son igualmente impresionantes, y, como con los gráficos, destacan en su conjunto por sus cualidades técnicas y artísticas.
El sistema de cámaras vuelve a sustentarse en ángulos prefijados que dotan al juego de buena visibilidad y espectacularidad, combinando planos medios con otros más alejados dotando al juego de un respetable estilo cinematográfico en la medida de lo posible, y aunque en ocasiones nos podemos encontrar con algún tirón ocasional, lo cierto es que lleva realmente las capacidades de la consola hasta unos niveles de calidad que a buen seguro son el techo máximo de lo que nos va a deparar PlayStation 2.