Análisis de Anna's Quest (PC, Switch, Xbox One, PS4)
Lo dijimos hace unas semanas, en el avance del juego, y lo confirmamos ahora: no hay que dejarse engañar por el aspecto de las imágenes de Anna's Quest. Esta aventura gráfica es un lobo disfrazado con piel de cordero que nos presenta paisajes idílicos y pueblecitos encantadores en los que suceden historias truculentas y adecuadas para el folclore popular tradicional europeo.
Este envoltorio en tonos pastel y vestidos rosa reviste una historia llena de traiciones y de enfrentamientos entre la bondad de la pequeña Anna y las malvadas acciones a las que se enfrenta en un mundo en el que casi nada es lo que parece. Es muy difícil contar nada de lo que sucede sin desvelar puntos clave, por lo que nos remitimos a la información oficial de que se trata del viaje que Anna emprende para encontrar la cura a la enfermedad que está afectando a su abuelo.
La aparentemente frágil Anna de grandes ojos y más grande aún corazón demuestra tener una voluntad férrea y gran valor mientras se desenvuelve en un mundo lleno de maldad, se enfrenta a un infierno dominado por la burocracia o resuelve problemas en un pueblecito de ensueño. Claro que es más fácil ser fuerte cuando tienes el don de la telequinesis, pero es la determinación de Anna su verdadero tesoro.
El juego contiene abundantes referencias a conocidos personajes de la literatura infantil europea (centroeuropea, para ser más exactos), y les da una vuelta de tuerca: desde los músicos de Bremen convertidos en okupas a una Cindy que perdió en una fiesta los zapatos de cristal mientras huía de un príncipe que quería casarse con ella y que no encaja en la imagen que tenemos de la Cenicienta de siempre. Son guiños divertidos y chocantes y dan una visión distinta de unos personajes muy asentados en el imaginario popular.
Todo ello con un guión magnífico que narra una historia que va creciendo capítulo a capítulo, desde el prólogo no interactivo que está como uno de los extras hasta el final que encaja cada pieza en su sitio. Anna y los personajes secundarios están muy bien definidos, tanto que podrían formar parte de ese mismo imaginario clásico europeo.
Además de a la tradición popular, el juego incluye un par de homenajes encantadores, con la aparición fugaz de un personaje de The Devil's Men, otro videojuego editado por Daedalic, y otro personaje que utiliza para hablar expresiones de videojuegos.
Una historia bien hilada con puzles variados y bien diseñados
Con Anna's Quest estamos ante un buen ejemplo de cómo un proyecto unipersonal puede acabar convirtiéndose en un producto más destinado al público general y con una calidad muy digna. Anna's Quest es el resultado del empeño de Dane Krams, quien autopublicó mediante Krams Design el capítulo 1, e incluso el juego llegó a estar en Greenlight de Steam antes de que Daedalic se convenciera de que era una apuesta que merecía salir como juego completo, con seis capítulos que van hilando con acierto la historia.
Una de las cosas que más nos ha gustado es la gran variedad de puzles que hay: visuales, de lápiz y papel, de enlazar diálogos en el orden correcto, palancas, de realizar una acción en el momento correcto, hasta esos ilógicos que te tendrán un buen rato dando vueltas... la mayoría son entretenidos, algunos son sorprendentes y otros son un gran exponente de la seña de identidad del juego, un sentido del humor amargo y a veces negro. Son puzles bien pensados y variados que mantienen un nivel alto y constante.
Casi igual de afinada como los rompecabezas que debes resolver es la manera de presentártelos. Cuando empiezas en cada escenario se abren dos o tres líneas de acción, de forma que si te quedas atascado en una dirección puedes continuar por otra, lo que da dinamismo a la historia y reduce la posibilidad de que te sientas frustrado. Es una historia lineal, pero con algunos arabescos que consiguen que los escenarios estén vivos.
Igual que un aspecto infantil no supone un guión infantil, no hay que suponer que el juego es fácil; aunque marca los puntos con los que puedes interactuar, muestra su inspiración clásica en el hecho de que debes leer con cuidado la explicación de cada objeto y recordar siempre que cualquier acción o comentario puede variar lo que ya habías revisado. El inventario está limpio casi siempre, y el problema no será saber qué objeto puedes usar en qué sitio, y no se trata tanto de intentar combinaciones imposibles al azar como de encontrar aquello que sabes que necesitas.
Magia, ciencia y hasta telequinesis
Lejos de las aventuras que hicieron aburrido años atrás un buen género, no se trata de avanzar y hacer clic con el botón primario del ratón, igual de importante es la información que recibes con el botón secundario, y siempre hay que tener en mente la telequinesis de la protagonista. Al principio se hace raro incorporarla como recurso, pero con el avance del juego va creciendo al mismo tiempo que evoluciona y se va haciendo más fuerte Anna, y acaba siendo un recurso tan básico que, cuando no lo tienes, lo echas de menos.
El aspecto engañoso infantil con que Dane Krams -director de juego- envolvió su creación tiene sentido precisamente porque es todo lo contrario de lo que Anna's Quest es en su interior y lo que lo convierte en una fábula al mejor estilo clásico. Esto se ve mejor en el primer capítulo, que combina una ambientación actual, tecnología incluida, con otra más propia de hace más de cien años. Esta contraposición entre ciencia y magia y la ciencia ficción que supone la telequinesis de Anna suponen una segunda lectura del juego.
En los siguientes capítulos domina la ambientación histórica, pero no siempre se sostiene bien la conexión entre lo que cuenta y lo que se ve. Gráficamente se ve bien y se mueven los personajes de forma fluida y buena, pero artísticamente el juego acaba quedando algo pobre y sin personalidad. Anna tiene unos grandes ojos pero su expresividad queda fría; quizás es el pago por haber empezado como proyecto independiente en 2012. Ben, el oso de peluche que acompaña a Anna durante parte de su aventura, tiene más fuerza que ella.
La música ejerce también de puente entre lo que ves y lo que vas viviendo, pero sirve mejor de pegamento entre ambos elementos; encaja en la tradición europea pero tiene un aire atemporal y mimético que le permite encajar bien.
La interpretación de las voces resulta igualmente adecuada para hacer creíble el juego. Anna habla con gran dulzura contando recomendaciones de su abuelo mientras utiliza para sus fines sin remordimientos a cualquier personaje que se tercie. Los efectos de sonido son algo escasos y cuando Anna utiliza la telequinesis es hasta molesto de ver y escuchar. Quitando este detalle, es un excelente trabajo en inglés, mientras que los textos llegan en un buen español que únicamente rechina en momentos muy puntuales, y hasta ahí lo hace con gracia. Nos ha gustado esa combinación de expresiones infantiles como "jopelines" con otras como "eso es un follón innecesario" cuando propones a Anna alguna acción imposible.
Anna's Quest no deja de ser un cuento como los que escribieron hace años los hermanos Grimm, Charles Perrault o Hans Christian Andersen. Como aquellos tiene su moraleja y dureza adulta (en realidad Caperucita Roja o El Soldadito de Plomo cuentan historias terribles).
Es una historia original e interesante, una fábula del bien y el mal, con puzles bien diseñados y desarrollados. Quizás depende demasiado de su final, pero, por otro lado, es lo que les sucede a los cuentos de antaño. Se trata de un juego ameno que va creciendo según avanza y que, sin duda, merecía ser un título completo.