Análisis de Castlevania: Portrait of Ruin (NDS)
Los acérrimos seguidores de la serie Castlevania están de enhorabuena: por fin sale a la venta en Europa uno de los capítulos más esperados de la serie. Castlevania: Portrait of Ruin es un gran juego, uno de esos juegos recomendables en cualquier colección, pero sin ni mucho menos querer disminuir su valía, cabe decir que el juego en sí da un paso hacia atrás respecto a lo que fue su predecesor para la Nintendo DS, Castlevania: Dawn of Sorrow, ya que las novedades que aquél incluía en el modo de juego y en el apartado técnico en Portrait of Ruin no sólo no se utilizan, si no que, por el contrario, el sistema de juego se simplifica, los mapas son más sencillos y prácticamente se olvida la utilización de la pantalla táctil, atributo que sí aprovechaba la anterior entrega de la serie.
Pintor que pintas con amor…
El argumento de Portrait of Ruin se desmarca del de sus predecesores en la GBA y la propia Nintendo DS, Aria of Sorrow y Dawn of Sorrow, saliéndose de la saga protagonizada por Soma Cruz y retrocediendo en el tiempo hasta la época de la Segunda Guerra Mundial, donde nuestros protagonistas Jonathan Morris (hijo de John Morris, uno de los protagonistas de la saga Castlevania: Bloodlines, para la consola Mega Drive de Sega) y la maga Charlotte Aulin deberán enfrentarse a un vampiro aficionado al arte llamado Brauner y a sus dos hijas, Stella y Loretta, quienes se han apoderado del castillo de Drácula para su propio usufructo, es decir, aprovechar sus poderes para sumir al mundo en las tinieblas. Brauner controla el castillo a través de varias pinturas que sirven como sello de contención para el poder de Drácula y, a la vez, conducen a una serie de lugares poblados de criaturas maléficas, de los cuales Brauner obtiene su poder. Así, la función de Jonathan y Charlotte en esta aventura será la de derrotar a Brauner a través de la destrucción (es decir, la derrota del correspondiente jefe final) del sello de cada uno de los cuadros, privándolo así de su poder sobre el castillo.
Pero esto no es todo: en un estadio muy temprano de la aventura se nos aparece el espíritu de Eric Lecarde, asesinado por Drácula y compañero de aventuras del padre de Jonathan, el cual nos ofrecerá su ayuda en forma de objetos, armas y hechizos a cambio de cumplir con las diferentes misiones que nos encomienda. Éstas, ciertamente, nos ofrecen una gran variedad y una longitud considerablemente más extensa por lo que respecta al juego.
En Portrait of Ruin nos encontramos con un sistema de juego ligeramente diferente al que nos tiene acostumbrados el resto de la saga: con el botón X de la consola, podremos alternar entre los personajes de Jonathan y Charlotte, pudiendo elegir en cualquier momento del juego entre la utilización de sólo uno de ellos durante la aventura o llevar a nuestro compañero de andanzas de copiloto (presionando el botón A), controlado de manera automática y que nos será de ayuda en innumerables ocasiones. De hecho, algunas partes del juego requieren la utilización simultánea de los dos personajes, como por ejemplo cuando utilizamos a nuestro compañero como trampolín para acceder a lugares de otra manera inaccesibles, o cuando necesitamos de los dos personajes para mover un objeto de mucho peso. Por otro lado, si controlamos uno de los personajes, podremos en todo momento echar mano de los hechizos de Charlotte si controlamos a Jonathan, o de las armas arrojadizas de este último si controlamos a Charlotte (botón R de la consola).
La combinación de los dos personajes durante toda la aventura es ciertamente un elemento muy vistoso, por un lado, pero también muy práctico, pues la ayuda de otro personaje en ciertas batallas será poco menos que indispensable. Además, los ataques sobre el otro personaje no influirán en nuestra barra de vida, si no que harán descender nuestra barra de magia, hasta la desaparición de aquél si la mentada barra desciende a cero (cosa que, por otro lado, no es demasiado importante, pues siempre puede volverse a invocar). Las armas con olas que contamos en el juego son muchas y de muy diferentes tipos: en el caso de que utilicemos a Jonathan, dispondremos de varios tipos de espadas, dagas, hachas, mazos y, como no, látigos.
Un hecho significativo a tener en cuenta es que el látigo original de la familia Belmont (el Destructor de Vampiros original, usado por los protagonistas de toda la serie) no podrá ser dominado desde el principio del juego por nuestro protagonista, ya que no lo podrá utilizar con plenas facultades hasta muy avanzado el juego. Esto hará que nos decantemos la mayoría de las ocasiones por cualquiera de las otras armas del juego, cada cual más poderosa que la anterior, que podremos conseguir según avancemos en la aventura.
En el caso de utilizar a Charlotte, nuestras armas serán varios libros mágicos, de las páginas de los cuales surgirán desde armas afiladas hasta guerreros a caballo que acabarán con cualquier enemigo que se ponga delante nuestro. También contamos con armas arrojadizas, hechizos y ataques combinados que nos ayudarán a que la acción en el juego nos resulte un poco menos complicada…
Así mismo, otro aspecto a tener en cuenta es la cantidad de objetos, armas secundarias y hechizos de los que disponemos en el juego. Esta vez no contaremos con el sistema de almas diseñado para las entregas anteriores de la serie ya nombradas: Aria of Sorrow y Dawn of Sorrow, sino que tendremos a nuestra disposición un extensísimo inventario que nos permitirá cambiar en cualquier momento del juego las armas primarias y secundarias de cada personaje (estas últimas son armas arrojadizas, en el caso de Jonathan, y hechizos, en el caso de Charlotte), la armadura, el calzado, y los objetos complementarios, como anillos o capas defensivas…
Todos estos objetos influirán en nuestros puntos de ataque, defensa, inteligencia, etc. Para acceder a todos los objetos del juego, tenemos que tener en cuenta que los enemigos pueden dejar caer cuando son eliminados hasta dos objetos, a los que se añaden los que están dispersos por el mapa, los que nos ofrece Eric al completar sus misiones o los que podemos conseguir en la tienda del monje que nos encontramos al principio de la aventura, Vincent.
Las dos pantallas nos facilitan mucho el desarrollo de la acción, como ya pasaba en Dawn of Sorrow: mientras en la pantalla inferior vemos la acción del juego (se ha eliminado la utilización de los sellos mágicos de Dawn of Sorrow, relegando el papel de la pantalla táctil a únicamente poder guiar a nuestro compañero a una determinada zona de la pantalla, función poco práctica que no será de gran ayuda) mientras en la pantalla superior podemos alternar (con el botón Select de nuestra consola) entre el mapa de la zona en la que estamos; y por otro lado, las características de nuestros dos personajes y las de los enemigos a los que nos enfrentamos.
Los escenarios del juego son variopintos, ya que el sistema de conexión del castillo con los parajes a los que accedemos en cada uno de los cuadros de Brauner da juego a una gran cantidad de paisajes, no sólo el del ya archiconocido castillo medieval. Así, podremos viajar a escenas de la Inglaterra Victoriana, del antiguo Egipto, de bosques mágicos poblados de brujas, casas encantadas y criaturas extrañas, y (para mí, el más original de todos los escenarios) un grotesco y bizarro paisaje inspirado en el ambiente circense y de feria.
El diseño de los escenarios no es nada del otro mundo: son bastante lineales y el acceso a las diferentes zonas o a los objetos que encontramos esparcidos por ellos es bastante sencillo, al contrario de otras entregas de la serie en las cuales el mismo diseño de los mapas ya era todo un reto. Por otra parte, encontraremos gran variedad de enemigos a los que enfrentarnos, muchos de ellos diferentes a los de anteriores entregas (otros no) y diferentes también entre cuadro y cuadro.
Cuando jugamos al juego, nos encontramos con la posibilidad de acabarlo sin haber completado todos los mapas, con lo que nos perdemos aproximadamente una tercera parte de la acción real. Por otro lado, si decidimos completar el cien por cien de los mapas, nos encontramos que al final del juego existen varios cuadros más a los que podemos acceder, cuatro de los cuales son versiones dificultadas de los paisajes de los anteriores cuadros, con otros diseños (muy similares a los anteriores, por cierto) y otros enemigos. Además, una vez completados todos los mapas y acabado el juego, encontramos varios personajes desbloqueados con modos de juego muy diferentes al original, cosa que es de agradecer ya que aún alarga más la aventura y el disfrute de la misma. Podéis consultar cómo conseguir estos extras en la sección de trucos del juego.
Encontramos también un modo de juego alternativo a la aventura (Boss Rush Mode), en el cual nos enfrentamos a varias series de estancias con enemigos diversos, intercalando varios jefes finales provenientes de otras aventuras de la serie Castlevania. Este modo de juego lo podemos realizar tanto solos como con la ayuda de otra persona, ya que la opción multijugador que nos ofrece Portrait of Ruin es precisamente la de completar dicho modo con una consola controlando un personaje y otra controlando a su compañero. Ciertamente, las posibilidades del juego multijugador que ofrecía el hecho de jugar con dos personajes conjuntamente podrían haberse aprovechado mucho mejor, pues completar el juego en un modo cooperativo donde cada uno controlara un personaje hubiera sido una buena apuesta. Por otra parte, podemos acceder a un modo en el que podremos intercambiar, comprar y vender objetos con otros jugadores gracias a la conexión online entre dos o más consolas, lo que nos puede ayudar a completar el cien por cien de los objetos y armas del inventario.
Por lo que respecta a los aspectos técnicos del juego, a Castlevania: Portrait of Ruin no le falta de nada. Una jugabilidad notable, con gráficos excelentes en los que el tamaño de los personajes protagonistas no impide que éstos tengan una gran variedad de movimientos y expresiones, y por otro lado ayuda a contrastar con el tamaño realmente asombroso de algunos de los personajes enemigos, a los que muchas veces vales la pena ver atacar por la calidad de sus animaciones. Cabe destacar también los fondos de los escenarios, los cuales consiguen con un desplazamiento múltiple de las diferentes texturas una sensación muy conseguida de perspectiva y profundidad.
La música del juego es de gran calidad, y acompaña perfectamente a la acción creando ambientes realmente terroríficos en algunas ocasiones, y grotescos y con cierta dosis de humor bizarro, en otras. Las voces del juego son también dignas de elogio, tanto las de los dos personajes protagonistas como las de los que nos ayudan o las de algunos de los enemigos del juego.
En resumen, Castlevania: Portrait of Ruin es un gran juego, tanto para los amantes de la serie Castlevania como para los que no. No es un alarde de originalidad, es cierto, pero la calidad del juego en sí está por encima de los avances técnicos que podrían haber sido y no fueron. Otro título excelente, sin más pretensiones que las de seguir a pie de cañón con una de las series más añejas en la historia del videojuego: no es para menos, dado que esta entrega surge en el vigésimo aniversario de la serie. Y por muchos años…