Análisis de Bomberman DS (NDS)
Bomberman es una de esas franquicias que, a pesar de haber dejado atrás sus mayores días de gloria, suele dejarse ver con al menos una versión en cada nueva consola. Con la llegada de Nintendo Ds era de esperar que tarde o temprano el entrañable cabezón de Hudson haría su aparición. La jugabilidad sencilla de Bomberman, que parece adecuada para las partidas rápidas típicas de consola portátil, y su tradicional énfasis en el modo multijugador, parecen adaptarse bien a las características de Nintendo DS.
Y, en efecto, ya os avanzamos que esta versión es, probablemente, el mejor Bomberman que hemos visto en los últimos años. Sigue de forma bastante fiel el desarrollo clásico de la saga, pero introduce algunas pequeñas novedades que aprovechan las funciones de DS, sobre todo por lo que respecta al modo multijugador.
Y, a la postre, son estos pequeños detalles los que marcan la diferencia con las últimas apariciones consoleras de este personaje.
El título presenta dos modos de juegos claramente diferenciados: el Normal (modo historia para un jugador) y el Batalla (multijugador o para un jugador contra adversarios manejados por la máquina). El modo normal consta de 10 mundos. Cada uno de ellos está compuesto por 9 niveles, una fase de bonus y un jefe final. En total, 100 niveles más los bonus, una cantidad aparentemente considerable. Sin embargo, hay que tener cuenta que los niveles son muy cortos, y apenas nos llevará dos o tres minutos completar cada uno de ellos.
Para evitar que el juego se pueda terminar en unas pocas horas, los programadores han recurrido a una treta similar a la que ya encontrábamos en el reciente Pac-Pix; la partida se salva automáticamente en los niveles 1 y 5 de cada mundo, lo que nos obligará a repetir niveles en varias ocasiones si, por ejemplo, morimos en el enfrentamiento con el jefe final en el nivel 10. Este procedimiento para alargar la vida del juego puede volver algo frustrantes las partidas, sobre todo si tenemos en cuenta que la jugabilidad del modo historia tiende, ya de por sí, a hacerse algo repetitiva.
Por lo demás, el desarrollo es el habitual en la saga, con la única novedad de que los ítems que vayamos recogiendo se van almacenando y podemos gestionar su uso en tiempo real desde la pantalla táctil. Esto nos ofrece la innegable ventaja de poder acceder de forma relativamente fácil a cualquier ítem en cualquier momento, sin tener que decidir entre mantener uno u otro en el inventario. Pero también presenta el inconveniente de que el método de selección termina siendo un poco lento y difícilmente nos sacará de un apuro en un momento desesperado. Tal vez hubiera sido mejor una gestión más convencional del inventario (desde el menú de pausa, por ejemplo) y aprovechar la pantalla inferior para hacer más extensos los escenarios, como sucede en los enfrentamientos con los jefes finales o en el modo batalla.
A pesar de estos pequeños defectos, el modo para un jugador está resuelto de manera más que correcta; su inevitable aire de vieja escuela, su dificultad bien ajustada y su notable rejugabilidad complacerán a los seguidores de la saga, y probablemente también a los recién llegados que busquen un juego sencillo y entretenido.
En el otro modo de juego, el Batalla, es donde encontraremos las novedades más apreciables respecto a la tónica habitual de la saga. Tenemos 30 escenarios diferentes en los que batirnos contra hasta 7 adversarios, ya sea por equipos o todos contra todos. Si queremos jugar en solitario, podemos asignar a la máquina el control de nuestros rivales, aunque, huelga decirlo, la verdadera gracia está en jugar contra nuestros amigos. En uno de los grandes aciertos del título, el juego permite multijugador con una sola tarjeta, de modo que hasta 7 amigos podrán acompañarnos en estas divertidísimas partidas vía wi-fi.
Probablemente esto ya sería suficiente para garantizar la calidad de este modo de juego. Pero los desarrolladores no se han conformado con eso. Los 30 escenarios multijugador aprovechan las características de DS de forma mucho más acentuada que los niveles del modo historia. Para empezar, desaparece el inventario en la pantalla táctil; en su lugar, nos encontramos con que el escenario ocupa las dos pantallas, lo que evita aglomeraciones excesivas (tened en cuenta que hay ocho bombermans recorriendo la pantalla), hace el juego mucho más vistoso y aumenta las posibilidades jugables por la mayor extensión de terreno. Además, algunos de los escenarios usan el micrófono de DS para activar las bombas; un añadido que, en principio, puede parecer un poco absurdo, pero que en el fragor de las batallas contra nuestros amigos resulta muy divertido. Otra novedad en el modo batalla es el hecho de que, al morir, no desaparecemos completamente de la partida sino que desde la parte inferior de la pantalla táctil podemos seguir disparando bombas a nuestros contrincantes. Incluso podemos configurar las partidas para que, si conseguimos alcanzar a alguno de ellos, se nos conceda una resurrección y podamos regresar al juego.
En definitiva, esos pequeños detalles hacen del multijugador el auténtico corazón de este debut de Bomberman en DS. Hasta ahora la consola carecía en el mercado europeo de juegos verdaderamente rompedores para jugar acompañados. Y, a la espera de los próximos bombazos en multijugador (Meteos o Mario Kart, por ejemplo), Bomberman DS puede considerarse sin problemas como el primer gran juego para varios jugadores de la nueva consola de Nintendo. De modo que, si tenéis la posibilidad de jugar a menudo con amigos que posean otras DS, Bomberman es una compra casi obligada. Si, por el contrario, el principal uso que le vais a dar es para jugar solos, a no ser que seais unos acérrimos seguidores de la saga, el catálogo de la consola cuenta con otras opciones bastante más atractivas.