Análisis de Crossy Road - Endless Arcade Hopper (iPhone)

El famoso chiste de "¿Por qué cruzó el pollo la carretera?", se hace aplicación. Lo que puede ser considerado como el paradigma de los chistes más malos creados por el género humano -de esos con los que el personaje de Ellie en The Last of Us disfrutaría enormemente-, sirve como punto de partida para uno de los videojuegos más divertidos, adictivos, redondos y completos vistos en iOS y Android.

De la rana, al pollo

Es bastante probable que a estas alturas, tras apenas haber leído unas cuantas líneas del presente análisis, estéis pensando en lo obvio: Crossy Road se parece mucho a Frogger. Y es verdad. Y tampoco hay nada malo en ello. Crossy Road -juego completamente gratuito- bebe del famoso juego arcade Frogger -aquel en el que, por si hay algún despistado, guiamos a una rana entre ríos y carreteras, esquivando obstáculos y tráfico- pero lo hace con la suficiente personalidad y delicadeza, como para no caer en la copia y la explotación simple.

Crossy Road nada en exactamente, la misma fórmula, pero ciertas variantes y características únicas, que lo acercan más a los endless runner -o juegos de carrera infinita- que al propio título de Konami lanzado en 1981. Como pollo, tendremos que ir cruzando y evitando distintos obstáculos e impedimentos, intentando recorrer la máxima distancia entre carreteras y caminos sin perecer en el intento.

Los controles son simples, y están muy bien adaptados a la pantalla táctil propia de tablets y smarpthones, sin importar tamaño y pulgadas, reduciéndose al toque para avanzar hacia adelante y al deslizar, para desplazarnos de izquierda a derecha si así lo consideramos oportuno.

Con apenas dos gestos táctiles -podemos jugar con una única mano desde nuestro smartphone o tablet-, nuestro pollo -o el animal o criatura que prefiramos, pues el juego ofrece sendas posibilidades de personalización- irá sorteando problemas y encontrando su propio camino. Camino en el que toparemos numerosos impedimentos y peligros metro a metro, desde carreteras plagadas de tráfico -en forma de coches, camionetas, furgonetas- a profundos ríos por los que bajarán tocones y troncos a toda velocidad o traicioneras vías ferroviarias, por las que pasarán caravanas y trenes a toda velocidad. Además, y al igual que en muchos otros juegos del género de carrera y acción infinita, en Crossy Road no valdrán las legendarias memorizaciones y cálculos milimétricos que funcionaron en su día en títulos como el citado Frogger -frutos de la práctica y en el ensayo y error tras cientos de horas-. No, Crossy Road es un juego destinado a las nuevas generaciones, aquellas que se volvieron locas por juegos ridículamente difíciles como Flappy Bird, y por lo tanto, cada escenario se generará de manera aleatoria en cada partida.

De esta forma, ya estemos controlando a una rana, a un uómbat, una rana, una paloma o un gato, atravesaremos desiertos y bosques, a cada cual más peligroso y plagado de adversidades. Los niveles, pese a tener una estructura básica en forma y elementos a huir y esquivar, se generan de forma distinta, quitando y poniendo obstáculos y añadiendo y eliminando rutas. Crossy Road es un juego diferente cada vez, y se agradece. En Crossy Road,además de tener en cuenta los coches y otros peligros que cruzarán los caminos y carreteras -podemos acabar bajos sus ruedas a las primeras de cambio-, debemos aprender a no dudar ni pararnos demasiado en un mismo sitio. Si lo hacemos, la pantalla avanzará, y una enorme águila bajará de los cielos a por nosotros.

Es así como Crossy Road se convierte en un tortuoso placer, capaz de hacernos probar suerte una y otra vez partida tras partida. Además, sabe empujar al jugador en una espiral de intentos y superación, en parte por su atractiva y simple y jugabilidad y en parte, por la aparición de los marcadores de otros jugadores en mitad del escenario, como mojones de piedra recordatorios y testigos de sus hazañas. Y todo ello sin contar nuestros numerosos escarceos y despistes en forma de premios y las monedas -dulces tentaciones dispersas por los escenarios y caminos, que nos servirán para comprar nuevos animales, por ejemplo-. Crossy Road sabe, con mucho humor, tentar y jugar con el usuario para conseguir que disfrute de una sesión de juego tras otra.

Es el citado humor, otra de sus claves. A través de su apartado artístico -recreado en 3D, pero desde una perspectiva especial para no dificultar la acción y la jugabilidad-, consigue trasladar y emitir su propia personalidad, con unos diseños cuadriculados y ciertamente simples -al estilo de, por ejemplo, Minecraft- para engatusar al jugador. Y no hablamos de los escenarios, los coches, vehículos, trenes o árboles. Hablamos de su impresionante y desenfadado catálogo de personajes y animales protagonistas, absolutamente disparatado, y merecedor de tantas partidas como queramos y seamos capaces de echar para desbloquearlos todos. Aquí influye la suerte, la cantidad de monedas y las, como no, compras in-app -el único elemento monetario del juego, por otra parte-, pero encontraremos extraterrestres, robots, ovejas, perros e incluso a la misma Muerte. En Crossy Road nada sobra, nada distrae -más allá de los récords de nuestros amigos de Game Center, pues el sonido también raya a un gran nivel- y todo funciona como un engranaje perfecto. La app está traducida al castellano y cuenta con soporte para redes sociales, como Twitter -en la que podemos compartir récords y grabaciones o capturas de nuestras más ridículas muertes-.

Conclusiones finales

Crossy Road es un juego, completamente gratuito, fantástico a todos sus niveles. Es adictivo, sencillo de jugar y disfrutar, y atesora el suficiente encanto y las mecánicas necesarias, como para tenernos atrapados en una obsesiva y atrayente espiral de superación delante de la pantalla de nuestro smartphone o tablet. Siempre nos apetecerá una partida más. Crossy Road es el ejemplo perfecto de como un antigua idea -en este caso, proveniente de Frogger- y un chiste malo repetido hasta la saciedad, pueden juntarse para dar como resultado algo nuevo e increíblemente divertido.