Análisis de Pocket Trains (Android, iPhone)

Es el eterno debate soterrado a cualquier aplicación, juego o utilidad para dispositivos táctiles -y si nos apuráis, para cualquier videojuego en general-: ¿cuál es el ingrediente perfecto para hacer a un título divertido o adictivo? Podríamos estar páginas y páginas escribiendo o redactando sobre las distintas y explicativas apreciaciones que podemos tener a la hora de valorar un juego de una forma u otra, y pese a ello, no estar de acuerdo jamás. El tiempo y la experiencia nos han ido dando cierta perspectiva acerca de los valores a considerar, y uno de los más destacables, siendo quizás algo reduccionistas, es la sencillez de mecánicas -al menos, repetimos, en iOS y Android-.

¿Por qué decimos esto? Conseguir una mecánica o rutina de juego simple, pese a que tenga multitud de variantes o posibilidades dentro de la misma -una cosa no excluye a la otra-, es establecer un fuerte vínculo con el jugador que, casi sin quererlo, acabará enganchado y completamente prendado del videojuego. Sin dar más rodeos: Pocket Trains hace acopio de cantidades ingentes de este ingrediente, y lo difumina, con tesón y buen hacer, a través de sus pixeladas vías de tren.
Próxima parada…
Pocket Trains es la segunda entrega de la reciente saga "Pocket". Si la primera parte nos llevó al mundo de los aeropuertos y las transitadas rutas aéreas, este nuevo título nos propone regentar las más variadas estaciones y rutas ferroviarias de Europa. Así pues, Pocket Trains nos invita a que seamos aparte de maquinistas por un día, revisor, consiguiendo que nos inmiscuyamos en esa rutina que adorábamos cuando éramos pequeños: la de sentirnos capitán y comandante de una máquina locomotora.
A grandes rasgos, Pocket Trains ejerce su papel como app de simulación simple, ofreciéndonos una variada carta de rutas y vías de tren por toda Europa y parte de África -desde París a Berlín, pasando por Milán, Budapest, Glasgow o Casablanca, terminando en Barcelona o Madrid, entre muchas otras-, que deberemos gestionar y distribuir de forma lógica y ordenada. De esta manera, como máximos gerentes, llevaremos trenes -de diversa condición y forma- de un destino a otro, obteniendo una recompensa monetaria -que se traduce en monedas o billetes- por cada tarea. Estos trenes pueden transportar mercancía de distinta importancia, desde carbón, piedra o grano, incluso maquinaria pesada, por lo que habrá que tener en cuenta el destino, la cantidad de combustible o la viabilidad de la vía -que solo puede estar ocupada un tren a la vez-.

Los carros y vagones de mercancía son importantes, claro está, pero también lo son los pasajeros. Estos esperan con puntualidad en las estaciones, y como es lógico, exigen una serie de condiciones a la hora de transportarse y desplazarse por todo el continente. Podemos, si tenemos una buena máquina locomotora, mezclar ambas tareas -pasajeros y mercancía- y ahorrarnos un viaje, cosa que será más que inteligente porque nos ayudará a rentabilizar gasolina… Y tiempo.

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