Las librerías tienen un halo especial para los críos de todas las edades. Son una especie de recinto mágico en el que puedes encontrar el ansiado y deseado ticket de cara a vivir entre las páginas del libro escogido la siguiente gran aventura. Entre sus estantes siempre está esperando un nuevo universo listo para ser descubierto. Durante los años noventa, y mientras toda una pléyade de dispositivos electrónicos estaba a punto de cambiar para siempre el paradigma del entretenimiento para toda una generación, entre libros de Elige tu propia aventura y los pequeños tomos de Alfaguara o el Barco de Vapor, se encontraban los libros infantiles de ¿Dónde está Wally?
Si bien se originó a finales de los años ochenta, sus tomos y aventuras se convirtieron en toda una obsesión para millones de jóvenes en todo el mundo, que quedaron absorbidos por las páginas de esta curiosa obra de Martin Handford que aglutinaba enormes multitudes en sus distintos escenarios y que nos invitaba, armándonos de paciencia, a buscar a un simpático personaje vestido de blanco y rojo.
Una idea recurrente: multitudes y aglomeraciones
Todos conocemos a Wally. Incluso hemos llegado a encontrarlo en más de una ocasión. Sabemos cómo va vestido, con su habitual jersey de rayas blancas y rojas, su sempiterno gorro de lana y sus vaqueros. Wally es, más que un personaje de literatura, todo un símbolo de la cultura popular. Desde finales de los años ochenta hasta hace bien poco, ha protagonizado libros, galerías de arte, videojuegos o incluso series de animación. Pero, ¿cómo comenzó su andadura? ¿Dónde nació? ¿Por qué se popularizó tanto en tan poco tiempo?
La historia de Wally arranca en 1986. Martin Handford, británico de nacimiento, estaba terminando su licenciatura en la escuela de arte de Maidstone. Desde que era pequeño y pasaba las tardes de su infancia en su Hampstead natal, Handford siempre demostró su pasión por el dibujo. No había día en el que no gastase un buen puñado de folios en dibujar y confeccionar enormes multitudes de personajes disfrutando de un partido de fútbol, una barbacoa o un día en el campo. Atiborraba las páginas de sus cuadernos con cientos de monigotes y pequeños seres fantásticos, alimentando su imaginación con escenas cada vez más complejas. Según comentó a posteriori, Handford, que también amaba jugar con sus soldados de plástico, recibía inspiración en las escenas de las batallas masivas que recreaba en su dormitorio mientras sus amigos jugaban en la calle. Aquellos años de aislamiento creativo le sirvieron para, más tarde, alimentar lo que sería Wally y su rico universo.
Ser artista no es fácil, y más lo es intentar ganarse la vida con ello. Handford, tras graduarse, pasó algunos años como freelancer creando ilustraciones e incluso portadas de discos hasta que recaló en una editorial a mediados de los años ochenta. Trabajando para Walker Books, un día su director del departamento artístico le preguntó si podía aprovechar su pasión por los dibujos de aglomeraciones. Si bien el tirón de su estilo wimmelbilderbuch siempre tenía su público, si quería publicar sus trabajos más queridos a una audiencia masiva, tenía que buscar un nexo de unión que lo ayudase darle empaque y coherencia, coordinando sus ilustraciones de cara al lector. Tras mucho pensar y darle vueltas a las posibles tendencias que se cuajaban por aquella época en los libros infantiles, Handford vino al despacho de su jefe con una idea: Wally.
“Le di ese aspecto tan especial porque cuando originalmente pensé en él, me vino a la cabeza la idea de un personaje que se había perdido en todas las escenas, imaginándome la razón por la que se perdió. Al fin y al cabo creía que era un poco idiota y no sabía a dónde iba”, explicaba Handford, padre de Wally. Así, el despistado turista nació de una necesidad editorial y creativa, ayudando al lector a focalizar su atención en las futuras ilustraciones del libro, y de paso, sirviendo como forzoso vehículo para que el mismo espectador disfrutase del enfermizo nivel de detalle de cada una de ellas.
Wally -o Waldo en determinados países- era un personaje despistado, un poco tonto, ataviado con un gorro de borla y enormes gafas redondas, epítome del turista habitual en el Reino Unido durante los años ochenta. Handford destacó que no era más que una caricatura del llamado ‘pasajero del tren’, una frase que se usaba mucho en la Inglaterra de los años ochenta para definir a todos aquellos viajeros o turistas que tenían el conocimiento justo para pasar el día.
Con el personaje final y protagonista decidido, en Walker Books comenzaron a formar lo que sería el primer libro de Wally. La tarea fue titánica, pues Handford se propuso terminar el encargo en menos de un año, algo que al final jugó en su contra. El metódico artista no quería estrenarse con un trabajo cualquiera, y pasó confeccionando las ilustraciones que conformarían el futuro tomo de una manera tan detallista que llegó a acabar con la paciencia de los editores. Handford dibujaba enorme escenas llenas de gente y personajes disparatados constantemente, tomándose hasta ocho semanas para algunas de ellas. No obstante, no se tratan de dibujos simples o planos. Algunas de sus creaciones están repletas de detalles, pequeñas secuencias humorísticas o chistes ocultos. Puedes pasear -porque no se nos ocurre mejor término para disfrutar de sus libros- por una página de cualquiera de sus primeros tomos y descubrir cientos de historias, gags o secretos. Es más: puedes volver a ella años después de haberla leído y seguir topándote con ocurrencias que pasaste por alto la primera vez.
Un éxito que contó con secuelas, adaptaciones y versiones variadas
El resultado de su dedicación fue un tremendo éxito. Varias de sus páginas contenían más de 800 personas y figuras muy diminutas, dinámicas, casi vivas, que rodeaban en secuencias y escenarios muy especiales a Wally, el eje de todo. El primer libro de Where’s Wally o ¿Dónde está Wally? se publicó en Reino Unido un 7 de septiembre de 1987. El tomo se agotó a las pocas semanas de su edición, convirtiendo Walker Books en una editorial de fama mundial e invitándola a editar su éxito infantil a distintos idiomas y países. El primero en lanzarse a la aventura fue Estados Unidos, que a través de Little, Brown and Company realizó varios ajustes en el libro y lo editó en el territorio norteamericano bajo el título de Where’s Waldo? Este primer paso en las aventuras de Wally nos invitaba a seguir al turista en diferentes lugares cotidianos, como la playa, el campo o una estación de tren, secuencias que pronto pasarían a ir un poco más allá. Wally se convirtió en todo un fenómeno en Estados Unidos y Reino Unido, transformándose incluso en una pequeña tira cómica dominical, algo que le valió para convertirse en un icono de la cultura pop. La serie de televisión vino poco tiempo después, pero había que buscar nuevas formas de seguir relanzando al personaje a través de las páginas del libro que lo vio nacer.
En 1988 nacería Where’s Wally Now? o ¿Dónde está Wally ahora? que lo llevaba a recorrer diferentes épocas de la historia de la humanidad. Un año más tarde llegaría a las librerías Where’s Wally? The Fantastic Journey o ¿Dónde está Wally? El viaje fantástico, que trasladaba al famoso turista por escenarios de fantasía, con dragones, personajes aún más imposibles y criaturas de todo tipo. Wally visitaría Hollywood en 1993 e incluso comenzaría a dejarse caer por libros de actividades, puzles y de colorear, ampliando sus miras editoriales. Si bien la complejidad de las páginas iba ganando fuerza, Handford pronto comenzó a incluir nuevos personajes y objetos dispersos por sus historias para intentar retener aún más al lector en estos curiosos libros juego. El formato de estos libros también se fue modificando con el tiempo, cambiando sus medidas estándar -de 32 x 26 centímetros y tapa dura- a otros formatos más grandes o incluso reeditando algunas versiones en edición de bolsillo con lupas de aumento para facilitar la búsqueda de Wally.
Si encontrar a Wally no era una tarea sencilla, tampoco lo era encontrar los más de once artículos que comenzó a portar en sus viajes. Wally, bastante despistado, podía perder un bastón, una cámara de fotos, unos prismáticos, un cinturón o incluso llegó a perder un zapato -en la que es una de las más memorables de sus aventuras-. La tarea podía desesperar a más de un lector, que acababa atado por orgullo a la incesante e incansable batida de cada página en la búsqueda de ese objeto que faltaba o de ese ítem del que te había hablado varios capítulos atrás. Martin Handford, en 1997, decidió revisar su obra original y retocarla, celebrando el décimo aniversario del personaje. Añadió entonces a nuevos héroes y villanos, como Woof, el perro, Wenda, la pareja de Wally, el mago Barba Blanca que se hizo muy popular en algunos tomos y Odlaw, el antagonista de Wally vestido con un suéter de rayas amarillas y negras. El universo de Wally era cada vez más rico y extraño.
Entrando en el terreno de la serie de televisión, muy recordada por muchos, lo cierto es que no duró demasiado. El producto de CBS intentó potenciar el éxito del libro en los hogares estadounidenses, y si bien consiguió levantar la fama de Wally y los suyos durante algún tiempo, se canceló meses después de su estreno. Más allá de los 13 episodios de la adaptación televisiva, Wally recibió dos juegos, bastante extraños para NES, SNES y Mega Drive, así como recreaciones virtuales de los libros para PC. También fue destacable el boom de su juego de mesa editado por Parker -que durante los noventa le hablaba de tú a tú a los principales fabricantes del mercado-, que utilizaba las ilustraciones de los libros y un extraño puzle en el que teníamos que buscar a Wally en un pequeño tubito de plástico llena de agua en la que flotaban diminutas figuras. Más tarde, Ubisoft intentó reeditar y adaptar uno de los libros del personaje en Wii y su Wii Mote -que actuaba como puntero y lupa-, pero no tuvo demasiado éxito. El proyecto de la película, largamente rumoreado y paralizado por Paramount Pictures en varias ocasiones por el erróneo enfoque de la adaptación, es una de las espinitas clavadas para el propio Hanford, que siempre quiso que su creación diese el salto a la pantalla grande. Y bueno, mejor dejar a un lado los cientos de clones y copias que recibió Wally en aquellos años.
No obstante, y durante un periodo muy concreto de tiempo, lo cierto es que no había nadie en el planeta que pudiera prever la tremenda fama de estos libros. Wally, en todas sus ediciones y encarnaciones, ha superado la cifra de 50 millones de copias vendidas en todo el mundo. Sus libros han sido adaptados y traducidos a más de 25 de idiomas. Además, han inspirado a cientos de miles de personas por todo el globo, que han intentando incluso recrear escenas y páginas en concreto con enormes aglomeraciones de aficionados. Si tenéis algún tomo o libro de Wally a mano, ¿por qué no le echáis un ojo de nuevo? Seguro que descubrís algo nuevo.
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