Ahora mismo hay muy pocos directores de cine en el mundo a los que les darían cien millones de dólares para crear un drama adulto, podríamos contarlos con los dedos de una mano, y uno de ellos es el británico Christopher Nolan, uno de los cineastas más importantes del siglo XXI, y más divisivos, que regresa tras la fallida Tenet (2020). Y lo hace para contarnos de nuevo una historia real y de tintes bélicos, al igual que en Dunkerque (2017), un filme que dejó un gran sabor de boca y que cosechó 8 nominaciones y tres premios Óscar.
En esta ocasión nos cuenta la historia del físico J. Robert Oppenheimer, quien lideró el Proyecto Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial para crear la bomba atómica, que Estados Unidos utilizaría en dos ocasiones contra Japón para terminar con este sanguinario conflicto en 1945. Sin duda, una de los figuras más importantes e influyentes del siglo XX, que cambió el curso de la historia para siempre y que seguramente no sea lo suficientemente conocida, por lo que Nolan se ha esforzado en contarnos con todo lujo de detalles los hechos más importantes de su vida en una intensa película de 3 horas de duración, que no da un segundo de respiro.
Un film vibrante, épico, que cuenta de manera minuciosa una historia apasionante pero muy compleja, y que adapta con gran acierto el libro ganador del Pulitzer Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer, con un guion firmado por el propio Nolan, en una producción que brilla en todos sus apartados, desde el excelente y extenso reparto a la fotografía de Hoyte van Hoytema o la banda sonora de Ludwig Göransson. En mi opinión, una de las mejores películas de Christopher Nolan, algo que parece ser ya casi unánime.
“Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”
Como ya os podéis imaginar si habéis seguido la filmografía de Nolan, nos estamos ante película precisamente sobria, ni un biopic al uso, sino ante un auténtico espectáculo, que no duda de hacer uso de todo tipo de efectismos para hacernos vibrar en la butaca. Un tipo de película cada vez más rara de encontrar, lujosa, espectacular, apabullante al milímetro, y que el siempre tachado de sobreexplicativo Nolan nos cuenta con esmero, pero sin tratarnos como tontos. Hay subrayados sí, y no es muy sutil, pero exige al espectador estar enchufado para seguir su intrincada trama, en parte por una estructura que va dando saltos temporales.
Tanto si ya conocíais esta historia como si no, los hechos que se nos cuentan son tan interesantes que en la mano de este director se convierten en un relato emocionante y con un ritmo trepidante, que nos cuenta de manera muy escrupulosa, incluso excesivamente en algunos momentos, para que no nos perdamos ni un solo detalle de uno de los acontecimientos más importantes de la historia, que todavía resuena en el presente. Eso sí, la épica que baña al relato a muchos les parecerá obscena, ya que no deja de ser la creación de un invento que ha generado un daño y sufrimiento incalculables, y la manera en la que indaga en los dilema moral de sus responsables pueda resultar insuficiente para algunos, aunque ahí está.
Hay que dejar claro que la película se centra en contarnos la historia de Robert Oppenheimer, no solo del Proyecto Manhattan y la creación de la bomba atómica, y digo esto porque el film dedica muchísimo tiempo a contarnos su enfrentamiento personal con Lewis Strauss, miembros fundador del Consejo de Energía Atómica, y la auditoría política que sufrió al ser acusado de ser un riesgo para la seguridad nacional por sus vínculos comunistas, lo que dañó su imagen para siempre tras convertirse en un héroe nacional. Esta parte de la historia es la que va a generar más controversia, primordial para entender la historia del afamado físico, pero mucho más densa y menos emocionante que la creación de la bomba. Toda una trama política, como si se tratara de una película de juicios, que se llega a hacer pesada por momentos, ya que Nolan la cuenta con excesivo lujo de detalles, lastrando el ritmo del relato, y lo que hace que la duración se extienda hasta los 180 minutos.
Por lo demás, la película me ha encantado en todos sus aspectos, empezando por el espectacular reparto, encabezado por Cillian Murphy en el papel de Oppenheimer, en la que probablemente sea la mejor interpretación de su carrera en el cine y con la que le consiga su primera nominación al Óscar. Le acompañan Emily Blunt, Matt Damon, Robert Downey Jr., Florence Pugh, Kenneth Branagh, Josh Hartnett, Casey Affleck y un sinfín de caras conocidas, muchas en papeles realmente pequeños, pero que le dan un gran empaque al conjunto.
Tanto por la dirección como por la fotografía, visualmente es una delicia, especialmente en formato IMAX, y a destacar el diseño de sonido, con los ensodecedores efectos marca de la casa y una banda sonora preciosa. Un film cuidadísimo, cuyo abultado pero no desmesurado presupuesto se aprecia en cada fotograma, y sin necesidad de recurrir a efectos generados por ordenador.
Una de las mejores películas de Nolan
Da gusto que te cuenten una historia tan interesante e importante como esta y lo hagan de una manera tan lujosa y contundente, con un reparto excelente y un guion muy cuidado, que sostiene con fuerza un relato muy complejo, en el que confluyen multitud de temas. Sí, el cine adulto también puede ser un espectáculo, y Christopher Nolan nos los recuerda con Oppenheimer, un tipo de película que por desgracia ya se está convirtiendo en una rareza.
Oppenheimer se estrena en los cines de todo el mundo el 20 de julio.