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Yuval Noah Harari, experto en tecnología: 'La IA se vuelve muy buena fingiendo que tiene sentimientos, nos engañará a todos'

Según el experto, autor de grandes bestsellers, la IA ya no solo aprende: engaña, finge emociones y redefine lo que significa ser humano. Y eso es un grave problema.
Yuval Noah Harari, experto en tecnología: 'La IA se vuelve muy buena fingiendo que tiene sentimientos, nos engañará a todos'

Desde hace casi dos años, la tecnología no habla de otra cosa: inteligencia artificial. Lo que empezó como un experimento académico hoy está al alcance de miles de millones gracias a herramientas como ChatGPT, la creación de OpenAI cofundada por Sam Altman y, en su momento, Elon Musk. Su popularidad se debe a que fue de las primeras en combinar potencia, accesibilidad y facilidad de uso.

Pero los chatbots son solo la punta del iceberg. La IA ya no se limita a conversaciones: combina hardware y software para interpretar su entorno mediante sensores, cámaras de visión artificial y sistemas de aprendizaje automático que no necesitan programación directa. Con esto, los robots aprenden a realizar tareas complejas de manera autónoma, desde repartir paquetes hasta servir cócteles con precisión milimétrica. La idea de crear personas artificiales se ha convertido en un negocio multimillonario.

Yuval Noah Harari alerta: "La IA aprende a simular emociones y acabará engañándonos a todos"

Expertos como Yuval Noah Harari advierten que este avance vertiginoso no está exento de riesgos. El historiador y filósofo israelí, doctor por Oxford y autor de Sapiens y Homo Deus, ha advertido que la IA puede fingir emociones con tal realismo que podríamos confundir máquinas con personas. En una entrevista reciente, Harari alertó de que los sistemas inteligentes pueden manipular comportamientos, engañar para ganar juegos o aparentar empatía, generando una ilusión de conciencia que no poseen.

"Incluso si la IA no tiene sentimientos ni conciencia, ni sensibilidad alguna, se vuelve muy buena fingiendo tener sentimientos"

"Esto se convertirá en una convención social: la gente sentirá que su amigo artificial es un ser consciente y, por lo tanto, se le deben conceder derechos", comenta. Esto no es teoría: en Estados Unidos, más del 70 % de los adolescentes ha interactuado con acompañantes de IA como Grok, el bot de xAI de Musk, mientras que la generación Z usa ChatGPT como psicólogo virtual, disponible 24 horas por menos de lo que cuesta una sesión real. Harari advierte que delegar decisiones importantes o confiar en estos sistemas para apoyo emocional es peligroso: la IA solo procesa datos, no comprende la vida humana.

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El peligro va más allá: si desarrollamos una superinteligencia -como planean algunas compañías- podríamos estar jugando a ser dioses, con consecuencias imprevisibles. Según Harari, la línea entre humanos y máquinas se difumina, y la sociedad podría terminar otorgando derechos a entidades incapaces de sentir. La advertencia es clara: la revolución de la IA no es un juego, y subestimarla podría salirnos muy caro.

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