Mantener frescos 828 metros de acero y cristal en pleno desierto no es una proeza menor. El Burj Khalifa, la estructura más alta jamás construida por el ser humano, se enfrenta cada día a temperaturas que superan los 40 °C.
Para mantenerse a una temperatura interior de apenas 24 °C, necesita un sistema de refrigeración tan colosal como su altura: el equivalente a derretir 13.000 toneladas de hielo diarias.
No es tan derroche como parece
Pero este dato, que suena a derroche energético, esconde una de las soluciones más inteligentes y sostenibles jamás diseñadas para un entorno extremo. La clave está en una tecnología conocida como Sistema de Almacenamiento Térmico (Thermal Storage System), basado en el uso de una mezcla llamada ice slurry (una suspensión de agua y cristales de hielo).
Este líquido refrigerante se fabrica durante la noche, cuando la demanda eléctrica es menor y la energía más barata. Durante el día, ese mismo hielo se va derritiendo lentamente en un circuito cerrado, disipando el calor y reduciendo el consumo energético total hasta en un 40%.
Además, el Burj Khalifa no depende de agua potable para este proceso. En un país donde cada gota cuenta, las aguas residuales tratadas (TSE, por sus siglas en inglés) son la fuente principal para alimentar el sistema. Estas aguas pasan por avanzados procesos de purificación antes de circular por las gigantescas tuberías de 75 cm que conectan el edificio con la planta de refrigeración urbana, compartida con otros gigantes como el Dubai Mall.
Fabricar agua donde no la hay
El calor extremo del desierto también se transforma en una oportunidad. La condensación de humedad sobre las bobinas del sistema de climatización genera cerca de 57 millones de litros de agua al año. Lejos de desperdiciarse, esta agua se recoge en depósitos subterráneos y se utiliza para el riego de jardines, demostrando cómo la arquitectura puede integrarse de forma eficiente en un ecosistema hostil.

Inteligencia artificial para predecir fallos
La operación de semejante estructura no se deja al azar. Una plataforma de automatización desarrollada por Honeywell supervisa miles de sensores distribuidos a lo largo del edificio. Estos sensores monitorizan temperatura, presión, humedad y otros parámetros críticos en tiempo real. Gracias a algoritmos de IA, el sistema anticipa problemas y activa el mantenimiento preventivo, lo que ha permitido reducir las horas de reparación en un 40 %.
Además, el Burj Khalifa ha sido diseñado para neutralizar el efecto chimenea, un fenómeno que puede elevar el calor interno de los rascacielos. Lo consigue manteniendo una presión de aire positiva que impide la entrada de aire caliente del exterior y mejora el aislamiento acústico.