La idea de que el cuerpo humano pueda funcionar como una batería ha sido durante mucho tiempo un concepto propio de la ciencia ficción, inmortalizado en películas como Matrix. Sin embargo, el youtuber Nick Zetta, del canal Basically Homeless, decidió comprobar hasta qué punto esta teoría podría materializarse en el mundo real. Su propuesta consistió en capturar el calor residual de su propio cuerpo y convertirlo en electricidad mediante generadores termoeléctricos, dispositivos capaces de transformar una diferencia de temperatura en energía utilizable.
El experimento partía de una premisa simple: cuando una persona realiza actividad física o consume ciertos alimentos, su temperatura corporal aumenta. Si este calor pudiera aprovecharse antes de disiparse en el ambiente, cabría la posibilidad de extraer energía. Para ello, Zetta diseñó un traje cubierto de generadores termoeléctricos y se expuso a bajas temperaturas, con la intención de generar un contraste térmico lo suficientemente alto como para producir electricidad.
Sí funciona pero no es nada eficiente
No obstante, el proceso no resultó tan eficiente como se esperaba. A pesar de que inicialmente se observaba una generación de energía notable, la producción caía rápidamente conforme la diferencia de temperatura se equilibraba. Para contrarrestar este problema, Zetta recurrió a estrategias extremas: aumentar su temperatura corporal ingiriendo alcohol, realizando ejercicio intenso e incluso utilizando capsaicina, el compuesto activo del picante, tanto de manera tópica como ingerida.
La clave del éxito parcial del experimento residió en la aplicación intermitente de calor a los generadores. En lugar de mantener un contacto constante con su piel, Zetta descubrió que los picos de temperatura generaban pulsos de electricidad más eficaces. De esta manera, consiguió que su traje generara energía suficiente para mover un pequeño robot sobre una mesa, demostrando que, aunque la idea de extraer electricidad del cuerpo humano no sea aún práctica, tampoco es del todo imposible.
Aunque la cantidad de electricidad obtenida en su experimento fue mínima, la tecnología termoeléctrica ha demostrado su potencial en aplicaciones industriales, y es posible que en el futuro se optimicen estos sistemas para usos más amplios. La posibilidad de que los humanos puedan algún día alimentar pequeños dispositivos con su propio calor corporal no es tan descabellada como parecía hace unos años.