Desde las profundidades del universo, una señal ha recorrido miles de millones de años luz hasta alcanzar nuestro planeta, dejando perplejos a los científicos. Se trata de una nueva ráfaga rápida de radio (FRB, por sus siglas en inglés), un fenómeno astronómico tan fugaz como enigmático.
Según informa Science Alert, un equipo de astrónomos ha identificado la explosión FRB 20190208A, proveniente de una galaxia enana "diminuta y débil", ubicada más allá de la mitad del universo observable con los más potentes telescopios y herramientas.
Una señal inesperada surge desde una pequeña galaxia y deja más preguntas que respuestas
El origen de esta señal es inusual y desafía las teorías actuales de la astronomía moderna. "La mayoría de las galaxias que albergan FRB son masivas y activas en formación estelar, lo que sugiere que estos estallidos podrían estar vinculados a magnetares nacidos de supernovas de colapso de núcleo", explica el astrónomo Danté Hewitt, de la Universidad de Ámsterdam. "Sin embargo, la galaxia de FRB 20190208A es una de las menos masivas jamás detectadas como anfitriona de estos eventos, lo que nos ha tomado completamente por sorpresa".

Las ráfagas rápidas de radio son pulsos intensos de ondas electromagnéticas que surgen sin previo aviso y que pueden detectarse en los datos astronómicos incluso meses o años después de su llegada a la Tierra, según National Geographic. Su origen sigue siendo un misterio sin resolver.
Las hipótesis sobre su procedencia apuntan en diversas direcciones, y se descartan ondas producidas por agujeros negros. Podrían nacer en regiones de formación estelar, en los restos de una supernova o incluso en los rincones más densos del corazón de una galaxia. "Todo parece indicar que están vinculadas a poblaciones de estrellas jóvenes, a zonas de nacimiento estelar o a lugares donde las estrellas mueren y explotan", señala Kiyoshi Masui, astrofísico de la Universidad de la Columbia Británica, en declaraciones a Nature.
Mientras la ciencia trata de descifrar el enigma de estos pulsos intergalácticos, una certeza se impone: el universo sigue hablándonos en un lenguaje que apenas empezamos a comprender. La NASA ha comenzado a descifrarlo.