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La escena de 'Las guerreras K-pop' que revela una pista enorme sobre su secuela en Netflix y los fans pasaron por alto

Si la primera historia trataba de aceptar quién eres, la segunda puede ir un paso más allá: obligarte a mirar a los ojos lo que te hizo así.
La escena de 'Las guerreras K-pop' que revela una pista enorme sobre su secuela en Netflix y los fans pasaron por alto
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Actualizado: 15:04 29/12/2025
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El final de Las guerreras K-pop (ojo, spoilers) no solo cerró su gran batalla con fuegos artificiales: dejó una grieta —pequeña, pero deliberada— para la secuela. Tiene lógica: la cinta se ha convertido en uno de los fenómenos más grandes del año dentro de Netflix, impulsada por el boca a boca y un fandom que analiza escenas como si fueran pistas de un escape room.

La “señal” llega en los minutos finales, cuando Jinu se sacrifica por Rumi y el trío formado por Rumi, Mira y Zoey une fuerzas para levantar un nuevo Honmoon, el escudo que mantiene a raya a los demonios. A primera vista, el momento parece un cierre redondo: manos entrelazadas, energía colectiva, y la promesa de que el mundo vuelve a estar protegido. Pero el detalle que cambia todo está en el color.

El color como semilla de la secuela

En el propio lenguaje visual de la película, ese color no es un capricho estético. La historia explica que el Honmoon se “alimenta” cuando las canciones de las Hunters mueven a la gente y esa conexión refuerza la barrera. También establece un código: cuando está débil se ve rosado, cuando funciona con normalidad tiende a azul, y cuando queda “terminado” se vuelve dorado, la versión que debería sellar el peligro de forma definitiva. El nuevo Honmoon, sin embargo, arranca azul y vira a un tono casi arcoíris: es decir, sigue sin ser la versión final.

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Ese matiz convierte una escena de victoria en un “sí, pero no”: el mal está contenido, aunque no clausurado. Y ahí está el gancho para la continuación, que ya está en marcha según la prensa estadounidense y fuentes de la industria, con una ventana de estreno apuntando a 2029 (si el calendario de animación no vuelve a moverse). No es casual que la propia conversación online se haya agarrado a ese arcoíris como si fuera un semáforo narrativo: no anuncia paz, anuncia trabajo pendiente.

Hilos abiertos para la continuación

A partir de ahí, la secuela tiene varios hilos “vivos” listos para tirar de ellos, y el más jugoso es Rumi: sabemos cosas de su origen, pero no las suficientes. El primer film deja claro que su madre fue una Hunter, y sugiere un pasado incompleto alrededor de su padre —un demonio— del que no conocemos identidad, motivaciones ni paradero. Si la primera historia trataba de aceptar quién eres, la segunda puede ir un paso más allá: obligarte a mirar a los ojos lo que te hizo así.

Y luego está la gran pregunta “técnica” que también es emocional: ¿qué implica un Honmoon arcoíris? ¿Una barrera inestable, una fase intermedia, o una evolución con reglas nuevas? La gracia del final es que no lo responde, solo lo coloca en pantalla para que el público lo recuerde. Si Las guerreras K-pop 2 quiere estar a la altura del fenómeno, tiene ahí una hoja de ruta clara: ampliar mitología sin perder el pulso pop, y convertir ese destello final en conflicto, no en decoración.

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