La industria del cine acaba de recibir un anuncio que promete agitar sus cimientos: OpenAI participará en la producción de Critterz, un largometraje animado creado en gran parte con herramientas de inteligencia artificial. El proyecto, revelado por The Wall Street Journal, busca estrenarse en el Festival de Cannes de 2026 y tendrá un presupuesto inferior a los 30 millones de dólares, una cifra sorprendentemente baja si se compara con los más de 100 millones que suelen destinar los grandes estudios a una película de animación.
De un experimento a Cannes
El origen de la idea es casi anecdótico. Chad Nelson, especialista creativo de OpenAI, comenzó a diseñar personajes con DALL·E hace tres años, sin imaginar que sus experimentos darían pie a una producción internacional. Lo que empezó como un cortometraje derivó en un proyecto respaldado por productoras de Londres y Los Ángeles, con la ambición de completarse en apenas nueve meses, frente a los tres años que suele llevar un filme de animación tradicional. Para James Richardson, cofundador de Vertigo Films, se trata de un desafío que marcará un antes y un después en la forma de producir cine: “Si funciona, puede cambiar las reglas del juego”.
IA y creatividad humana
La película no prescinde completamente del factor humano. Aunque la animación será generada con modelos de OpenAI como GPT-5 y otras herramientas de imágenes, el guion correrá a cargo de parte del equipo responsable de Paddington en Perú, y contará con actores para dar voz a los personajes. La trama, aparentemente sencilla, sigue a un grupo de criaturas del bosque que emprenden una aventura tras la llegada de un extraño a su aldea. El proyecto está financiado por Federation Studios y cuenta con la colaboración del estudio Native Foreign, especializado en combinar técnicas de IA con procesos tradicionales de producción.
Los desafíos legales
No todos en la industria ven el anuncio con entusiasmo. José Luis Farias, director de NextLab y del Weird Market en Valencia, advierte que los desafíos no son solo técnicos, sino legales. “El primero no es tecnológico, sino jurídico: cómo garantizar que estas películas no infringen derechos de autor y que los grandes estudios puedan estar tranquilos el día del estreno”, señaló en declaraciones a El País. Recuerda además que, aunque Critterz sea la primera producción de gran escala respaldada por un estudio, ya existen precedentes como Where the Robots Grow (2024), considerada la primera cinta de animación realizada íntegramente con IA.
Hollywood en plena tensión
El contexto tampoco es neutral. Hollywood vive un debate encendido sobre el papel de la inteligencia artificial, con sindicatos de guionistas y actores reclamando límites claros para proteger el empleo y la autoría creativa. A ello se suman disputas legales abiertas contra compañías como Midjourney por el uso de material registrado. En este escenario, el movimiento de OpenAI se interpreta tanto como un experimento artístico como un ensayo de poder: si Critterz logra imponerse en taquilla o crítica, abriría la puerta a un modelo de producción más barato, pero también más polémico.
El desenlace está en manos del público. Farias lo resume de forma tajante: “Al final, depende de si el consumidor rechaza un producto así o apuesta por él. Los creadores se han mostrado muy contrarios, pero en esta industria quien dicta sentencia es la audiencia”. Cannes 2026 será el primer escenario de ese veredicto, con Critterz como prueba de fuego para medir si la inteligencia artificial puede trascender la etiqueta de herramienta tecnológica y convertirse en protagonista de una nueva era del cine.
