Tras conquistar los cielos con sus nuevos cazas de sexta generación y apostar por el desarrollo de microdrones de alta capacidad, China quiere la Luna. Y lo está demostrando, paso a paso, mientras en Occidente seguimos atrapados en promesas que no terminan de despegar.
Aunque la NASA sigue siendo el gran referente en exploración espacial tripulada, la realidad es que la Agencia Espacial China —la CNSA— está pisando fuerte con su Programa de Exploración Lunar, también conocido como CLEP. ¿Dudas de sus intenciones? Solo hay que mirar su logotipo: una luna creciente con dos huellas marcadas en su interior, un símbolo directo que apunta al objetivo final. Y en EE.UU no saben qué hacer.
China revoluciona el panorama mundial con su ambicioso plan de ‘conquista espacial’ y desata alarma en EE.UU.
Todo comenzó en 2007 con la misión Chang’e 1, que orbitó nuestro satélite y ofreció un mapa completo de su superficie. En 2010, Chang’e 2 repitió la jugada con mayor resolución y acabó visitando el asteroide Toutatis, demostrando músculo en navegación y comunicaciones. Pero fue Chang’e 3, en 2013, la que marcó un antes y un después: primer aterrizaje suave chino en la Luna y despliegue del pequeño róver Yutu el “Conejo de Jade”.
Desde entonces, todo ha ido acelerándose. En 2019, Chang’e 4 aterrizó en la cara oculta de la Luna, una hazaña sin precedentes. Luego vino Chang’e 5, en 2020, trayendo de vuelta a la Tierra más de 1.700 gramos de regolito lunar, las primeras muestras desde las misiones Apolo. Y en 2024, Chang’e 6 volvió a la carga, explorando de nuevo la Cuenca Polo Sur-Aitken, llevando consigo un nuevo róver, Jinchan, y reforzando la ambición del programa.
Las próximas misiones, Chang’e 7 y 8, previstas para 2026 y 2028, servirán de antesala a una presencia humana. Prepararán el terreno con bases robóticas y experimentos de ISRU (utilización de recursos in situ), buscando agua y usando el propio regolito lunar como materia prima. Porque, como bien sabemos, enviar materiales desde la Tierra es carísimo.
El plato fuerte llegará, si todo va según lo previsto, entre 2029 y 2030: una misión tripulada china a la Luna. El cohete Long March 10, aún en desarrollo, será el encargado de ponerlo todo en órbita. China no da muchos detalles —a diferencia de la NASA, sus planes no se ventilan en público—, pero cuando lanzan, lo hacen en serio. El dominio del espacio ya no es exclusivo de una sola bandera. Y puede que el próximo astronauta en pisar la Luna no hable inglés.
