En un mundo donde la incertidumbre vital solía nacer del paro, la falta de dinero o el miedo a la muerte, ahora se suma un nuevo vértigo: que la inteligencia artificial no solo nos sustituya en el trabajo, sino también en el amor. Y no es un argumento de ciencia ficción. Es una advertencia de Emad Mostaque, fundador de Stability AI y cerebro detrás de Stable Diffusion.
Emad Mostaque, experto en inteligencia artificial, lanza una advertencia inquietante: “La IA será el primer gran amor de nuestros hijos”
En una entrevista reciente concedida en España, Mostaque soltó una bomba emocional con aparente serenidad pero, que, al igual que las advertencias de Adam Dorr, esconde una respuesta inequívoca a nuestras dudas presentes. “Es muy probable que el primer amor de mis hijos sea una IA”, concluía. No lo decía como provocación. Lo decía como quien acaba de ver algo que el resto todavía no quiere aceptar.
@inteligenciaartificial_x 🤖 La IA formará parte de tu día a día | 🤖 #ia #chatgpt #google ♬ sonido original - Inteligencia Artificial
La frase no cayó en saco roto. Porque ya no hablamos de autómatas que hacen cálculos o responden preguntas. Hablamos de algoritmos que escuchan, comprenden y devuelven consuelo, como Sam Altman de OpenAI alertaba hace semanas. Que conversan como una pareja, como un padre, como un amigo. Y eso, según Mostaque, es “espeluznante”.
La conversación tuvo lugar en el canal de Jon Hernández, uno de los divulgadores tecnológicos más activos del panorama hispano. Allí, Mostaque no solo apuntó al futuro de las relaciones humanas, sino también al daño psicológico que puede causar tener una especie de “gemelo digital” susurrándote consejos toda la vida. Una voz que nos guía y acompaña, pero que no es real. “El impacto psicológico puede ser masivo”, advirtió. “Usada bien, la IA puede ser revolucionaria para la salud mental. Usada mal, puede ser terrorífica”.
Pero lo más inquietante vino después. Porque para Mostaque, el problema no es solo técnico ni emocional. Es político. Y económico. Las grandes tecnológicas no están desarrollando estos sistemas para hacernos mejores personas, sino para seguir haciendo caja. “Meta y Google no son ONGs. Son imperios publicitarios que viven de manipular”, dijo sin rodeos. “Así que si tenemos una IA susurrándonos al oído constantemente... ¿para quién está trabajando realmente?”. Una pregunta incómoda que no deja de resonar, precisamente porque cada vez suena menos a distopía y más a presente.















