Ozempic, el fármaco originalmente diseñado para tratar la diabetes tipo 2, se ha convertido en una codiciada arma contra la obesidad, al punto de protagonizar un preocupante fenómeno: su creciente circulación en el mercado negro. La fama de este medicamento dio un giro global cuando Elon Musk, una de las figuras más influyentes del panorama tecnológico y político actual, confesó públicamente su uso.
Desde entonces, la demanda se disparó más allá de su propósito clínico, atrayendo a quienes buscan una pérdida de peso rápida, sin indicación médica. Este medicamento de uso exclusivo bajo receta actúa sobre la saciedad, reduciendo el apetito y, por consiguiente, el peso corporal. Su principio activo, la semaglutida, es un agonista del receptor GLP-1 que simula el efecto de una hormona implicada en la regulación del azúcar en sangre y el control del apetito.
De tratamiento médico a obsesión global
Aunque su eficacia está científicamente demostrada en pacientes con diabetes, su uso fuera de este marco se ha multiplicado sin control, generando una escasez en farmacias y una lucrativa reventa ilegal. La farmacéutica danesa Novo Nordisk, responsable de su fabricación, alcanzó en 2023 ingresos récord por valor de 5.300 millones de euros. Pero este éxito tiene su reverso: según el medio portugués Sic, en el mercado negro el precio de Ozempic puede alcanzar cifras hasta 15 veces superiores a su coste oficial, que en España ronda los 128 euros.
La delgadez como moneda de cambio
Este fenómeno ha creado una peligrosa burbuja alimentada por la cultura de la delgadez exprés, amplificada por celebridades e influencers que publicitan resultados sin detallar los riesgos. Especialistas en endocrinología advierten que este uso sin control médico no solo es ineficaz si no se acompaña de una dieta equilibrada y ejercicio físico, sino que puede ser perjudicial para personas sin indicación clínica.
De hecho, en el sistema público español, Ozempic solo está financiado por la Seguridad Social para pacientes con diabetes tipo 2, con criterios específicos de salud. La banalización del fármaco puede terminar por impedir el acceso a quienes verdaderamente lo necesitan, como ya ha ocurrido en algunos países con desabastecimiento.
El fenómeno Ozempic evidencia cómo la demanda estética, impulsada por figuras como Musk, puede distorsionar el uso racional de la medicina. Aunque la investigación con análogos del GLP-1 promete nuevas terapias para la obesidad y enfermedades metabólicas, el uso no regulado, el acceso clandestino y el precio inflado dibujan un escenario donde la salud pública se pone en jaque. Y detrás de esa aguja, queda una pregunta clave: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a arriesgar por un cuerpo ideal?
