La conducción autónoma ha sido, durante años, uno de los grandes sueños de Silicon Valley. Un anhelo compartido entre tecnólogos y fabricantes de automóviles que ahora podría estar más cerca de cristalizar gracias a Tesla. La empresa capitaneada por Elon Musk se prepara para dar el salto definitivo con el despliegue de sus primeros robotaxis 100% autónomos en Austin, Texas, en un movimiento que busca mucho más que innovación: pretende ser la jugada maestra para salvar a una compañía en horas bajas.
Tesla contra las cuerdas: Elon Musk apuesta todo al coche autónomo y acelera el despliegue de sus robotaxis
Tesla, otrora sinónimo de revolución en la industria del automóvil eléctrico, atraviesa uno de sus momentos más delicados. Las cifras no mienten. En abril de este año, las ventas de la firma en la Unión Europea cayeron un 52,6% en comparación con el mismo periodo del año anterior, según datos de la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles (ACEA). El dominio de Tesla comienza a desdibujarse en un mapa dominado cada vez más por la ofensiva de fabricantes chinos como BYD, que ese mismo mes logró superar en ventas a la firma estadounidense en suelo europeo: 7231 unidades frente a las 7165 de Tesla, según cifras de Jato Dynamics.

A ese declive comercial se suma un contexto sociopolítico envenenado. La vinculación de Elon Musk con figuras como Donald Trump y su implicación en debates ideológicos de alto voltaje han convertido a Tesla, en algunos países, en un símbolo a boicotear. Concesionarios incendiados, sabotajes y campañas de desprestigio han salpicado a la compañía, alimentando una tormenta perfecta que parece no dar tregua.
Pero Musk, en su estilo habitual, no da nada por perdido. En vez de retroceder, redobla la apuesta. Y lo hace invocando su visión más ambiciosa: el coche autónomo total. Mañana, si nada se tuerce, Tesla pondrá en marcha en Austin su primer servicio de robotaxis, utilizando una flota de Model Y equipados con el sistema de Conducción Autónoma Total (FSD). Un paso de gigante en su estrategia para reconfigurar el futuro del transporte y, de paso, reposicionar a Tesla como referente del sector.
El programa arrancará de forma limitada, con pruebas reservadas únicamente a empleados de Tesla. Cada vehículo circulará sin conductor al volante, aunque con un ingeniero en el asiento del pasajero por precaución. A diferencia de rivales como Waymo —que optaron por una evolución escalonada y sensores LiDAR—, Tesla insiste en su enfoque puramente visual, prescindiendo de radares y apostando exclusivamente por cámaras y redes neuronales entrenadas con millones de kilómetros de conducción real.
La flota inicial será modesta —entre 10 y 20 vehículos—, pero el simbolismo es enorme. No se trata solo de una nueva función para los automóviles Tesla; es el primer paso hacia un ecosistema de transporte donde la propiedad del coche podría volverse obsoleta. Una revolución que, de funcionar, no solo salvaría a Tesla, sino que la situaría nuevamente en la vanguardia de la innovación global.