En los vídeos de Alejandra García, enfermera española trabajando en Noruega, hay un choque cultural clarísimo: lo que en un hospital español sería casi un sacrilegio de protocolo —no cambiar las sábanas a diario, no insistir con el baño, dejar que el paciente decida— en muchos centros noruegos entra dentro de la normalidad. García explica que solo se cambian las camas o se lavan a los pacientes si ellos lo piden… o si la enfermera lo considera necesario. Resultado: bandejas que se comen sobre la cama, migas, sábanas que no siempre están impecables y una sensación de “cochinada” que a cualquier sanitario formado en España le remueve por dentro.
Lo llamativo es que, según cuenta, esa laxitud aparente no se traduce en una avalancha de infecciones. Los propios datos apoyan la idea de que Noruega no es precisamente un desastre en control de infecciones: los estudios nacionales sitúan la prevalencia de infecciones asociadas a la atención sanitaria en cifras comparables —e incluso por debajo— de la media europea, alrededor del 3–4% de los pacientes ingresados, dependiendo del tipo de centro y de la metodología del registro. Es decir, el sistema no parece hundirse pese a esas camas que a ojos españoles “piden cambio a gritos”.
Autonomía del paciente frente al protocolo
Parte de la explicación está en el modelo nórdico, muy centrado en la autonomía del paciente. Las guías escandinavas llevan años insistiendo en que el enfermo debe decidir más sobre su cuidado diario: cuándo quiere ducharse, si prefiere no ser levantado de la cama o qué grado de intimidad desea, algo que entronca con la cultura de derechos del paciente muy asentada en esos países. Eso no significa que no haya protocolos, sino que muchas rutinas que en España son automáticas (baño diario, cambio de ropa de cama “porque toca”) allí se negocian más caso a caso.
A eso se suma que la higiene hospitalaria no se reduce a la sábana limpia. Los estudios sobre infecciones nosocomiales señalan que los factores decisivos son el lavado de manos, la desinfección correcta de superficies críticas, el manejo de catéteres y dispositivos invasivos o la densidad de pacientes por habitación. Un hospital puede tener menos cambios de cama, pero muy buena adherencia a la higiene de manos, habitaciones menos saturadas y estancias hospitalarias más cortas, lo que en conjunto reduce el riesgo de infección.
@masmediaale Flipando con las rutinas del hospital. 😱 Higiene, limpieza, (belleza) #rutina #worklife #work #nurse #nurselife ♬ original sound - Alejandra García Flores
Recursos, estructura y definición de “limpio”
También pesa el contexto estructural. Noruega tiene un sistema sanitario público bien financiado, con menos presión asistencial que España y una población menor, lo que se traduce en ratios de personal más holgados en muchos hospitales. Eso permite dedicar más tiempo a vigilar signos de infección, aislar casos cuando toca y reaccionar rápido. Cuando algo falla, además, el país cuenta con sistemas de compensación específicos para daños sanitarios —incluidas infecciones hospitalarias— que funcionan de forma relativamente ágil y que presionan al sistema para mantener estándares altos.
El vídeo de García ha destapado, además, un pequeño debate entre profesionales españoles repartidos por Noruega. Algunos corroboran su experiencia y hablan de “higiene justita”, otros aseguran que en sus hospitales sí se cambia la ropa de cama con frecuencia y que las limpiadoras forman parte de la rutina diaria.
