Un estudio de la Universidad de York (Reino Unido) ha puesto el foco en una amenaza invisible pero cada vez más preocupante para los ecosistemas fluviales: la presencia de fármacos en el agua. La investigación, que ha analizado muestras en más de mil puntos repartidos por 104 países, concluye que uno de cada cuatro ríos del planeta presenta niveles de contaminación farmacológica que podrían ser tóxicos para la vida acuática.
El río de Madrid es el más contaminado por fármacos de Europa
El 25,7% de los caudales estudiados superan los límites considerados seguros. Entre los 258 ríos evaluados, el caso del Manzanares, en Madrid, destaca de forma especialmente alarmante. El modesto río que atraviesa la capital española se ha coronado como el más contaminado por fármacos de toda Europa. En sus aguas se han detectado restos de hasta siete medicamentos distintos, entre ellos paracetamol, antidiabéticos como la metformina, antihistamínicos como la fexofenadina, antibióticos, antidepresivos y ansiolíticos. Todos ellos forman parte del cóctel farmacológico que discurre silenciosamente por su cauce.
Los datos, recogidos por los ambientólogos Andreu Rico y Raquel Dafouz, revelan que la concentración media de estas sustancias en el Manzanares es de 17 microgramos por litro, pero se han llegado a registrar picos de casi 60 microgramos cerca de Rivas Vaciamadrid. El problema, según explican los investigadores, no es tanto el uso desmesurado de medicamentos en la población madrileña, sino la naturaleza del propio río: se trata de un curso de agua de escaso caudal y limitada capacidad de dilución, especialmente en un contexto semiárido como el del centro peninsular.
“El sistema de depuración en Madrid no es peor que el de otras ciudades europeas”, apunta Rico en declaraciones a El País. “El problema es que el Manzanares es un hilito de agua”, añade, lo que convierte al río en un sistema extremadamente vulnerable a cualquier vertido, por pequeño que sea. La falta de caudal impide que estas sustancias se diluyan, lo que hace que sus concentraciones se mantengan altas a lo largo de su recorrido urbano.

Este tipo de contaminación farmacológica es cada vez más común y plantea riesgos no solo para la biodiversidad acuática, sino también para la salud humana y la calidad de los recursos hídricos. Las conclusiones del estudio de la Universidad de York llaman a una revisión profunda de cómo gestionamos nuestros residuos farmacéuticos y el tratamiento de aguas, especialmente en contextos urbanos donde los ríos carecen de la fuerza necesaria para regenerarse por sí solos.