Bruce Willis, icono absoluto del cine de acción de las últimas cuatro décadas, vio su carrera interrumpida para siempre por la enfermedad degenerativa que padece. Un retiro forzado que contrasta con una filmografía apabullante, moldeada entre géneros tan dispares como la comedia romántica, la ciencia ficción de culto, el thriller áspero o los grandes blockbusters que definieron el Hollywood de los noventa.
Dentro de ese recorrido tan amplio hay un título que sigue destacando por encima del resto, no por su éxito en taquilla, sino por el desgaste físico y emocional que supuso para él: Lágrimas del sol (2003).
El rodaje que marcó a Bruce Willis: “Nunca había pasado por algo tan difícil”
Dirigida por Antoine Fuqua, la cinta llegó envuelta en la ambición de los grandes proyectos bélicos de la época. Contaba con un presupuesto desorbitado, por encima de los cien millones de dólares, y un reparto que combinaba estrellas y rostros emergentes: Monica Bellucci, Cole Hauser, Peter Mensah, Tom Skerritt y, en el centro de todo, un Bruce Willis convertido en líder de un equipo de operaciones especiales desplegado en un África devorada por la guerra. El planteamiento prometía intensidad, sudor y pólvora; lo que nadie esperaba era que el rodaje se transformara en una prueba de resistencia casi real.
A pesar del empaque de la propuesta, la película no consiguió conectar con el público. Recaudó apenas la mitad de su presupuesto y quedó relegada a la categoría de thriller bélico reivindicable, de esos que se redescubren con el paso de los años. Pero para Willis, lo verdaderamente memorable no fue su recepción sino la experiencia tras las cámaras. El actor lo expresó sin rodeos: "Esta es, de lejos, la película más dura que he hecho, tanto física como emocionalmente". Y no exageraba.
En una entrevista con The Oklahoman, Willis explicó que el desafío no residía solo en las secuencias de acción: "No creo que sea una película de acción. Es una historia sobre el corazón humano, sobre el heroísmo y sobre ayudar a la gente. En esencia, trata sobre el triunfo del bien sobre el mal". Ese discurso humanista contrastaba con lo que ocurrió durante el rodaje.
Un error de seguridad provocó que un proyectil de fogueo le impactara directamente en la frente. El accidente derivó en lesiones físicas y un estrés emocional considerable, hasta el punto de que el actor llegó a interponer una demanda contra la productora, resuelta finalmente fuera de los tribunales.
Con el tiempo, algunos especialistas y allegados han apuntado a que aquel incidente pudo ser el primer aviso, un posible desencadenante de los problemas neurológicos que décadas después desembocaron en la afasia degenerativa que hoy mantiene retirado al actor. Nada confirmado, pero la sombra sigue ahí.















