Convertir tu foto en una ilustración al estilo Studio Ghibli es, sin duda, una de las modas más encantadoras —y virales— de los últimos días. Gracias a las herramientas de generación de imagen de OpenAI, miles de usuarios han publicado versiones de sí mismos con la estética del legendario Hayao Miyazaki, como si hubieran salido directamente de Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro.
Ghibli, IA y la trampa estética
Sin embargo, lo que parece un juego inocente podría tener implicaciones preocupantes en términos de privacidad y uso de datos personales. El abogado especializado en protección de datos Eduard Blasi ha lanzado una advertencia contundente: subir imágenes personales, incluso transformadas artísticamente, supone “entregar voluntariamente acceso a fotos íntimas y únicas tuyas o de tus familiares”.
Más allá de la imagen en sí, lo relevante es que estos datos alimentan el entrenamiento de los algoritmos de inteligencia artificial, lo que convierte cada imagen subida en un activo valioso para las empresas tecnológicas. En palabras de Blasi, “le estamos facilitando a la plataforma una mayor capacidad de aprovechamiento”.
Un filtro con consecuencias invisibles
Este tipo de advertencias no son nuevas. Ya ocurrió con el fenómeno FaceApp hace unos años, cuando millones de personas regalaron su rostro a una aplicación que prometía mostrar cómo se verían de ancianos. Entonces, también se encendieron las alarmas sobre la cesión masiva de datos biométricos. Según Blasi, la situación actual es comparable, aunque más sofisticada: “Estamos cayendo otra vez, pero esta vez bajo una capa de estética nostálgica y artística”.
La preocupación no reside únicamente en los términos de uso o en qué datos recopila la empresa que desarrolla estas herramientas, sino también en cómo podrían ser usados en el futuro. Las imágenes generadas podrían servir para entrenar modelos de reconocimiento facial, generar avatares falsos o, en un escenario más oscuro, utilizarse para suplantaciones de identidad.
Aunque OpenAI asegura tener políticas de uso responsable, los expertos insisten en que el control efectivo sobre los datos cedidos se pierde en el momento en que se suben a la red.















