En un país conocido por su obsesión con la productividad y donde existe incluso una palabra específica para “morir por exceso de trabajo” —karoshi—, la propuesta de reducir la jornada laboral parecía más un experimento social que una medida realista.
Sin embargo, fue precisamente Japón el lugar donde Microsoft decidió, en 2019, poner a prueba una de las ideas más comentadas de los últimos años: la semana laboral de cuatro días. ¿El objetivo? Demostrar que incluso los más adictos al trabajo podían ser más eficientes trabajando menos.
Un experimento que tuvo éxito
El experimento afectó a 2.300 empleados de Microsoft Japón, quienes disfrutaron de cinco viernes consecutivos libres sin reducción salarial. Bajo el modelo 100-80-100 (100 % del sueldo, 80 % del tiempo, 100 % de productividad), la empresa aplicó cambios internos para hacer viable el nuevo horario. Las reuniones se limitaron a 30 minutos y a cinco asistentes, y se impulsó un uso más efectivo de Microsoft Teams para agilizar la comunicación. El entorno estaba diseñado para exprimir cada minuto laboral sin que ello supusiera más estrés.
Contra todo pronóstico, los resultados fueron abrumadoramente positivos. La productividad por empleado se disparó un 39,9 % en comparación con el mismo periodo del año anterior. A esto se sumó una caída del 23 % en el consumo eléctrico y una reducción del 60 % en la impresión de papel. En un país donde más del 10 % de los trabajadores superan las 60 horas semanales, el mensaje era claro: trabajar menos puede significar rendir más, siempre que las estructuras se adapten.

El movimiento también sirvió como escaparate para Microsoft Teams, aún reciente en el mercado por entonces, y como una carta de presentación para atraer talento joven, creativo y global. Frente a una población envejecida y una creciente escasez de trabajadores cualificados, Japón necesita urgentemente nuevas estrategias de conciliación laboral. Y Microsoft supo convertir ese reto nacional en una oportunidad empresarial.