En Mallorca acaban de documentarse, por primera vez en España, parásitos del género Leishmania en reptiles silvestres: dos especies —L. tarentolae y L. infantum— detectadas en geckos capturados en distintos puntos de la isla. El trabajo, publicado en International Journal for Parasitology: Parasites & Wildlife, analizó 59 ejemplares y halló prevalencias del 26,5% para L. tarentolae, del 8,2% para L. infantum y coinfecciones en el 6,1%. Es un hallazgo relevante en un territorio donde la leishmaniosis canina es endémica y donde existe transmisión humana esporádica.
Más allá del titular, importa el “cómo”. El equipo empleó qPCR dúplex discriminativa en tejidos de Tarentola mauritanica (salamanquesa común) y Hemidactylus turcicus (salamanquesa rosada), con positividad concentrada en la primera especie —una de las más abundantes de la isla— y ausencia de detecciones en la segunda. El patrón por especie sugiere diferencias ecológicas y de exposición que encajan con la biología de los vectores locales. La prepublicación y repositorios académicos detallan además que la carga parasitaria se detectó con mayor frecuencia en piel y órganos linfoides, reforzando que no hablamos de contaminación superficial.
Vectores mediterráneos y encaje ecológico
El encaje ecológico es claro: en el Mediterráneo, el flebótomo Sergentomyia minuta es vector natural de L. tarentolae —un parásito típico de saurios— y, aunque se alimenta preferentemente de reptiles, puede picar de forma ocasional a mamíferos, humanos incluidos. Para L. infantum —la especie zoonósica responsable de la leishmaniosis en perros y de los casos humanos— el vector probado en Baleares y en gran parte de España es Phlebotomus perniciosus. El hallazgo en geckos no cambia de golpe el mapa de transmisión, pero introduce a estos reptiles en la “red” de hospedadores expuestos en una isla con vectores competentes bien asentados.
Conviene separar riesgos, L. tarentolae ha sido históricamente considerada no patógena para mamíferos y se usa incluso como plataforma biotecnológica y vacunal; no obstante, su ADN se ha detectado en donantes de sangre y en perros de áreas endémicas, lo que obliga a seguir su ecología con lupa. L. infantum, en cambio, sí causa enfermedad en perros (reservorio principal) y en humanos susceptibles. En España, la infección canina está ampliamente documentada y reducir su presión infecciosa disminuye el riesgo para personas. El estudio de Mallorca no demuestra que los geckos “mantengan” el ciclo de L. infantum, pero sí que pueden estar expuestos en zonas donde los flebótomos circulan.
Clima, vectores y exposición
El contexto climático y ambiental añade urgencia. La distribución y la temporada de actividad de los flebótomos responden a temperatura y precipitación; modelos recientes apuntan a expansión latitudinal/altitudinal y a una mayor idoneidad climática para L. infantum en partes de Europa. Baleares, y Mallorca en particular, figuran desde hace años entre los focos de interés por la combinación de vectores, hospedadores y condiciones ambientales; además, en perros de la isla se ha descrito inmunidad frente a saliva de P. perniciosus, indicio de exposición vectorial sostenida.
¿Qué sigue? Científicamente, pasar del “están infectados” al “son reservorio” exige demostrar competencia: xenodiagnosis con flebótomos, infecciones experimentales controladas y series temporales que prueben transmisión desde reptiles a vectores competentes de L. infantum. Mientras tanto, salud pública y veterinaria deberían integrar a los reptiles en la vigilancia eco-epidemiológica —sin alarmismo— y reforzar medidas ya conocidas: control vectorial focal, manejo de perros en zonas endémicas y seguimiento de la dinámica local de flebótomos. Los propios autores subrayan que esta primera detección abre preguntas más que cierra debates.















