Mallorca, una de las joyas turísticas del Mediterráneo, enfrenta una amenaza inesperada que avanza en silencio pero con consecuencias devastadoras. Se trata de la invasión de serpientes foráneas, en especial la serpiente de herradura (Hemorrhois hippocrepis), una especie no autóctona que está alterando el equilibrio ecológico de la isla hasta niveles críticos.
Las serpientes ponen en riesgo el ecosistema
“El ecosistema funciona como un castillo de naipes: si una pieza clave desaparece, puede colapsar todo”, advierte el biólogo Samuel Pinya, de la Universitat de les Illes Balears. Su voz se ha convertido en una de las más firmes en reclamar acción ante un problema que, según explica, se dejó crecer sin control desde principios de siglo. Las cifras son alarmantes: Mallorca tiene hoy una densidad de serpientes superior a la de muchas zonas de la península ibérica.
Aunque Mallorca ya contaba con tres especies autóctonas de serpientes, adaptadas al entorno y sin impacto notable sobre el ecosistema, la irrupción de la serpiente de herradura —originaria del norte de África y el sur peninsular— ha supuesto un desequilibrio profundo. Una de sus víctimas más visibles ha sido la Podarcis lilfordi, la lagartija balear, especialmente en islotes donde ha desaparecido por completo. La pérdida de este reptil no solo implica un descenso de biodiversidad, sino también un deterioro de funciones ecológicas como la polinización.
Según un estudio publicado en Biological Invasions, la desaparición de pequeños reptiles insulares a manos de especies introducidas está directamente relacionada con el colapso de redes tróficas y ciclos biológicos esenciales. Pinya subraya: “No se trata solo de una cuestión estética o de biodiversidad, sino de procesos vitales para mantener el paisaje natural que atrae cada año a millones de turistas”.
Uno de los mayores errores, advierte, fue no haber actuado con contundencia en 2003, cuando ya se identificaban núcleos incipientes de serpientes invasoras. “Hubo una tregua entre 2003 y 2015. Ahora, revertir la situación exige miles de trampas y una movilización urgente”.
Los agricultores, atrapados entre el miedo y la inacción política
El marco legal actual impide que se destinen fondos públicos a la captura sistemática de estos reptiles si no están oficialmente catalogados como invasores, lo que ralentiza la respuesta institucional. Además, los efectos en cultivos y ganado menor ya comienzan a notarse, según denuncian varias cooperativas del Pla de Mallorca.
¿Una solución natural? Todavía insuficiente
En un giro irónico, algunas serpientes autóctonas, como la “serp de sa garriga” (Macroprotodon mauritanicus), han empezado a alimentarse de las invasoras. Este comportamiento, documentado recientemente por el equipo de Pinya, podría representar una incipiente defensa natural. Sin embargo, los expertos advierten que el ritmo de reproducción de la serpiente de herradura supera con creces cualquier intento del ecosistema por autorregularse.
Un informe publicado por el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA-CSIC) en 2024 ya alertaba que, sin intervención humana directa, las poblaciones invasoras podrían duplicarse en menos de cinco años. El caso de Mallorca pone sobre la mesa una cuestión más amplia: ¿están las islas mediterráneas preparadas para frenar la propagación de especies invasoras en un contexto de globalización y cambio climático?











