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Adiós a 'Matrix', científicos confirman que el universo no es una simulación: 'La realidad requiere comprensión no algorítmica'

A partir de ahora, quien quiera defender que vivimos en una simulación tendrá que explicar cómo su hipotético ordenador maneja estructuras lógicamente no computables.
Adiós a 'Matrix', científicos confirman que el universo no es una simulación: 'La realidad requiere comprensión no algorítmica'
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Durante años, la teoría de que vivimos en una simulación ha sobrevivido gracias a una mezcla de filosofía pop, ciencia-ficción y un argumento estadístico muy seductor: si las civilizaciones avanzadas pueden crear universos simulados, lo más probable es que nosotros seamos uno de ellos. Fue la versión académica de Matrix y la popularizaron figuras como Nick Bostrom o incluso Elon Musk, que la repetía en entrevistas como quien comenta un dato divertido.

Pero un grupo de físicos y matemáticos ha ido por otro camino y acaba de ponerle un freno bastante contundente: si el universo contiene elementos que no pueden describirse por algoritmos, entonces no puede ser una simulación, porque toda simulación es, por definición, algorítmica. Lo dicen apoyándose en herramientas duras —Gödel, Tarski, Chaitin— y no en metáforas cinematográficas.

El razonamiento es menos esotérico de lo que parece. Una simulación, por compleja que sea, necesita un conjunto de reglas finitas que un sistema de cómputo pueda ejecutar. Eso es lo que hace posible que haya videojuegos de mundo abierto o modelos de clima: hay un código que lo gobierna todo. Lo que señalan estos investigadores es que la realidad que observamos no cabe entera en un código así, porque incluye verdades que no son derivables dentro del propio sistema. Ahí es donde entran los teoremas de incompletitud de Gödel y la idea, ya clásica en Roger Penrose, de que hay aspectos de la comprensión —y posiblemente de la física— que son intrínsecamente no computables. Si lo que hace real al universo no cabe en un programa, entonces nadie lo está “corriendo” en un superordenador del futuro.

De la especulación a los límites matemáticos

Lo interesante es que esta tesis llega en 2025, cuando la simulación había dejado de ser una ocurrencia friki y se había instalado en debates serios sobre información, gravedad cuántica e incluso sobre los límites del hardware. Había papers que proponían buscar “huellas de pixelado” en el cosmos, como si nuestro espacio-tiempo fuese una malla de baja resolución; otros sugerían que constantes como la velocidad de la luz podían delatar una arquitectura informática subyacente. El nuevo trabajo le da la vuelta: no es que falte resolución, es que hay operaciones de la realidad que ningún procesador podría completar, del mismo modo que hay problemas matemáticos que ningún algoritmo puede resolver en un tiempo finito. Eso desactiva la versión fuerte del argumento de Bostrom, la que decía “casi seguro estamos en una simulación”, y la deja en una especulación filosófica más, no en una conclusión inevitable.

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Otra derivada que subrayan los autores es que la frase “la realidad requiere comprensión no algorítmica” no es un adorno bonito, sino la clave. Una mente que entiende un enunciado verdadero que no puede probarse dentro del sistema está haciendo algo que un ordenador clásico no puede: salir del sistema, ver su estructura y afirmar algo sobre él. Si la realidad hace esto en su nivel más básico —si “ve” más de lo que puede calcular—, entonces no puede ser solo una ejecución de código. Esto entronca de manera muy directa con las posiciones de Penrose sobre conciencia y con las críticas que muchos filósofos de la ciencia habían lanzado a la versión popular de Matrix: no basta con decir “hay un programador”, hay que mostrar que todo lo que observamos puede reducirse a instrucciones, y esa es justo la parte que este estudio niega. Comprensión no algorítmica.

Contexto y cambio de ciclo

El golpe también llega en un momento simbólico: el centro de Bostrom en Oxford, que fue el gran altavoz de la simulación, ya no está operativo y el clima intelectual es menos tolerante con ideas que se sostienen solo en escenarios hipotéticos con civilizaciones posthumanas infinitamente pacientes. El cierre del Future of Humanity Institute no invalida su argumento, pero sí muestra que la parte social y política de esa corriente se ha debilitado, y ahora aparece un resultado que va justo en dirección contraria: no solo no sabemos si alguien querría simularnos, es que quizá sea físicamente imposible hacerlo a este nivel de detalle. El mito de que “siempre será más barato simular que crear” queda así en entredicho.

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