Elon Musk lleva años obsesionado con la inteligencia artificial. El responsable de Tesla o SpaceX ha barajado la posibilidad de que vivamos en una simulación. En el pasado, el magnate estuvo hablando sobre ello en público, pero desde hace unos días, unas declaraciones suyas se han vuelto a hacer especialmente virales. Y no es para menos.
"El número de papeletas que tenemos de estar en la realidad original es mínimo, casi inexistente, algo así como una entre miles de millones". La sentencia, que parece salida de la pluma de un novelista de ciencia ficción, la pronunció el propio Musk en la Code Conference de 2016 con la misma naturalidad con la que suele hablar de enviar cohetes a Marte o electrificar el planeta con Tesla. Desde entonces, no ha dejado de repetirla, como un mantra que oscila entre la provocación intelectual y la autoparodia.
Elon Musk asegura que nuestra existencia es una simulación: “Las probabilidades de estar en la realidad base son prácticamente nulas”
Lo curioso es que Musk no inventó nada: la hipótesis de la simulación lleva décadas debatiéndose en ámbitos filosóficos y académicos. Lo que sí ha hecho el magnate es llevarla al prime time del debate cultural, logrando que millones de personas se pregunten si, en realidad, no vivimos dentro de un código informático tan sofisticado que confundimos con lo tangible. Es decir, como si nuestra vida no fuese más que una partida en Matrix, esa película de 1999 que aún hoy funciona como la metáfora más popular de esta teoría.
La idea, que antes parecía patrimonio exclusivo de filósofos enclaustrados y físicos teóricos, se ha convertido en tema de sobremesa global. No es casualidad: la imagen de nuestra existencia como un gigantesco videojuego encaja de manera casi perfecta con la cultura digital en la que estamos inmersos. Musk lo plantea como si fuera evidente.
"Hace cuarenta años teníamos Pong. Hoy disfrutamos de mundos abiertos en 3D con millones de jugadores interactuando en tiempo real. Si proyectamos esa curva hacia el futuro, llegará un punto en el que no haya diferencia alguna entre un videojuego y la realidad”. El planteamiento no solo inquieta, también fascina: si esa tecnología es posible, ¿qué nos impide pensar que ya haya sido desarrollada?
Detrás de esta narrativa futurista no está únicamente Musk, sino el trabajo de un filósofo de Oxford, Nick Bostrom. En 2003 publicó un ensayo que se convirtió en texto de cabecera: Are You Living in a Computer Simulation? Allí formuló tres escenarios. El primero, pesimista, donde ninguna civilización alcanza jamás la capacidad técnica de diseñar simulaciones perfectas.
El segundo, más sobrio, en el que las civilizaciones logran esa capacidad, pero deciden no usarla. Y el tercero, el más perturbador: que esas simulaciones existan ya y que nosotros, sin saberlo, seamos personajes atrapados en una de ellas. Musk reconoce que fue este razonamiento el que le convenció de que “casi con total seguridad” no estamos viviendo en la realidad base.
La ciencia no ha permanecido ajena a este misterio y, más allá de la especulación filosófica, ha tratado de explorarlo con herramientas empíricas. Investigadores del MIT y de la Universidad de Bonn han propuesto experimentos para descubrir si el espacio-tiempo posee una estructura “pixelada”, como si nuestra realidad tuviera una resolución limitada semejante a la de una pantalla. Incluso algunos trabajos relacionados con la NASA han planteado que ciertos comportamientos extraños de la física cuántica podrían ser simples fallos de programación, grietas en un código oculto. No existen pruebas concluyentes, pero el mero intento abre una vía fascinante para la especulación científica.
La cultura popular ha contribuido a cimentar este imaginario. Matrix convirtió la hipótesis en mito contemporáneo con sus imágenes icónicas: la píldora roja, la cortina de código verde, la revelación de un mundo ficticio. Quizá, más que preguntarnos si vivimos en una simulación, debamos cuestionar quién escribiría ese guion.
