The Matrix lo cambió todo en su estreno en 1999. Distinta a todo y con una estética y una narrativa que ha llegado a modificar la manera en la que entendemos el cine moderno, pronto contó con dos secuelas, The Matrix Reloaded y The Matrix Revolutions, que se rodaron al mismo tiempo y se estrenaron con pocos meses de diferencia para completar la historia. Warner Bros. se arriesgó mucho al producirlas y lanzarlas, buscando contentar a un público que pedía más productos basados en ese universo virtual y cibernético. Mientras la cuarta parte de la saga llega a los cines con Keanu Reeves y el reparto original, Bill Pope, director de fotografía, ha estado comentando su experiencia durante la filmación en el podcast de Roger Deakins, y la verdad, parece que no salió muy contento de la trilogía de Wachowski.
Una experiencia terrible que, en parte, es culpa de Stanley Kubrick
Sí, es un poco rocambolesco, pero tiene su explicación. "Todo lo que fue bueno sobre la primera experiencia no fue bueno sobre las dos últimas", arranca Pope. "Ya no éramos libres en absoluto. Toda la gente estaba pendiente de ti. Había mucha presión en el rodaje. Tenía un pesar enorme en el corazón, no me sentía cómodo. Siempre sentí que debíamos haber ido en otra dirección", matiza el director de fotografía de la saga.
"Hubo muchos roces y fricciones en el rodaje, se generaron un montón de problemas personales, y creo que todo eso se mostró en pantalla si os soy honesto. Creo que no fue el mejor momento de nadie, si os soy sincero", confesaba mientras achaca a los métodos de Kubrick con los actores y actrices a gran parte de los problemas vistos en el rodaje.
"Además, los Wachowski tuvieron que leer ese maldito libro de Stanley Kubrick en el que se decía que los actores no hacen buenas interpretaciones hasta que los desgastas, así que bueno, ¡vamos a rodar noventa tomas! Dios, quería desenterrar a Kubrick y volverlo a matar", comentaba a modo de broma. Según Pope, hay una serie de fallos de planificación en la idea de rodar una película durante tantos días para luego dividirla en varias secuelas. "Mirad, hay algo que no está bien en la idea de hacer un rodaje tan largo, son 276 días de rodaje, eso te adormece la mente, el alma y la propia película. Por ejemplo, piensas en El Hobbit donde filmaron no una, sino dos y tres películas, y son aburridas en su totalidad. En un libro esto no pasa, porque cierras y lo dejas en cualquier lado. En un rodaje de una película todo se te hace demasiado largo. Hay un límite de lo que puedes asimilar como profesional y espectador", concluía al respecto.
"Pero bueno, al final todo terminó. Tras el montaje final simplemente transfirí los negativos a 4K para la conservación en el archivo de Warner, y escribí a los Wachowski, a Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss y les dije que hicimos un buen trabajo, que deberíamos estar orgullosos de ello", confesaba.