La comunidad científica se encuentra ante un enigma que puede desafiar la comprensión tradicional de la historia geológica de la Tierra. La presencia de dos masas gigantescas situadas en las profundidades del manto terrestre, específicamente bajo África Occidental y el Océano Pacífico, han intrigado a los expertos por su peculiar comportamiento ante las ondas sísmicas producidas durante los terremotos. Las cuales se ralentizan al atravesar estas estructuras, indicando una composición más densa comparada con el resto del manto de nuestro planeta.
Una hipótesis que cambiará el origen de la Luna y de la creación de la propia Tierra
El geólogo chino Qian Yuan presentó una hipótesis llamativa hace un par de años. Al parecer, estas masas podrían ser los restos de un antiguo planeta alienígena, es decir, extraterrestre, denominado Tea o Theia, que colisionó con la Tierra hace aproximadamente 4.500 millones de años.
Esta idea, que en su momento fue considerada "una idea loca" por el propio Yuan, según publicó Science en 2021, ha ganado sustento tras una serie de investigaciones publicadas esta misma semana en Nature. Que junto a una serie de simulaciones informáticas, sugieren que parte del manto fundido de Theia se integró en el manto terrestre original, solidificándose y descendiendo posteriormente para formar estas zonas sísmicas anómalas.
Un aspecto destacado en esta hipótesis es la similitud entre la composición del manto de Theia y la Luna. Se estima que el 8% del manto de la Tierra está compuesto por óxidos de hierro, cifra cercana al 10% estimado para la Luna. El equipo de investigación propone que el manto de Theia también era rico en hierro, lo que explicaría su hundimiento hacia las profundidades de la Tierra, alcanzando las regiones cercanas al núcleo terrestre.
Este hallazgo pone en tela de juicio la idea tradicional de que el gran impacto que formó la Luna resultó en una homogeneización de la Tierra primitiva. En cambio, sugiere que este evento catastrófico marcó el inicio de una evolución geológica que ha perdurado durante 4.500 millones de años, resultando en una heterogeneidad significativa en el manto terrestre.
La sismóloga Jenny Jenkins propuso en una publicación de Science que estos vestigios de Tea podrían ser parte de un "cementerio de planetas", haciendo referencia a la posibilidad de que existan más bolsas de materiales densos en las profundidades del manto, posiblemente restos de otros pequeños planetas que chocaron contra la Tierra primitiva.
Además, se sugiere que la heterogeneidad del manto terrestre podría estar relacionada con la formación de islas volcánicas como Islandia y Hawái. Las rocas basálticas presentes en estas regiones podrían contener pistas químicas del gran impacto que dio origen a la Luna y que, al mismo tiempo, dejó una huella indeleble en la estructura interna de nuestro planeta.
Los restos de este planeta extraterrestre siguen presentes en la Tierra... Y la Luna
La hipótesis propuesta por Yuan y su equipo también se refiere a las implicaciones a largo plazo del impacto gigante que probablemente formó la Luna. Las investigaciones recientes han incorporado modelos avanzados que simulan las condiciones del impacto y cómo los restos de Theia podrían haber quedado atrapados en el manto terrestre, contribuyendo a la formación de las llamadas provincias de baja velocidad (LLVPs, por sus siglas en inglés).
Uno de los avances significativos de esta investigación es la utilización de modelos de impacto mejorados que reflejan cómo la colisión no fundió completamente el manto terrestre de la Tierra, permitiendo que una cantidad de material del manto de Theia, equivalente al 2% de la masa terrestre, quedara incrustada en nuestro planeta.
La investigación sugiere que estas regiones densas y anómalas dentro de la Tierra, conocidas como LLVPs, podrían ser restos de Theia que se solidificaron y descendieron hacia las profundidades del manto terrestre. Los LLVPs contienen elementos primordiales que datan el evento de formación de la Luna en periodos anteriores a los que se pensaba, lo que apoya la idea de que son extremadamente antiguos y no se alinean con otras explicaciones que sugieren que son masas de corteza oceánica subducida o remanentes de la fase de diferenciación de la Tierra.
Más allá de las implicaciones para comprender la evolución geológica de la Tierra, este descubrimiento abre nuevas perspectivas para el estudio de otros cuerpos celestes. Por ejemplo, las futuras misiones a la Luna podrían revelar partes de Theia preservadas en su superficie, proporcionando más evidencia de este impacto colosal en la historia temprana de nuestro sistema solar.
La idea de que bajo nuestros pies yacen los restos de un mundo alienígena perdido y que otros planetas podrían albergar en su interior las huellas de colisiones ancestrales, expande el horizonte de lo que podemos descubrir sobre la formación y evolución no solo de la Tierra, sino de otros planetas en nuestro cosmos.