Miles de bicicletas abandonadas se alinean en un enorme descampado a cielo abierto en las afueras de la ciudad de Shenyang. Organizadas por colores y tipos, como si se tratase de una extraña obra de arte, cientos de miles de estos vehículos, reliquias del furor por el alquiler de bicicletas en las grandes ciudades, se oxidan a la espera de que algún comprador particular decida adquirir una en este gigantesco desguace (vía The Straits Time).
Un problema medioambiental inesperado
Las bicicletas de color turquesa, azul y amarillo, dispuestas en largas filas y amontonadas las unas sobre las otras, llevan los logotipos de las tres grandes empresas que dominan el sector de bicicletas compartidas de China: Hellobike, Didi y Meituan. Desde hace unos años, e impulsadas por el gobierno chino, distintas compañías decidieron apostar por las bicis de alquiler, unos dispositivos que los usuarios pueden usar y desbloquear gracias a una serie de aplicaciones y que pueden estacionarse prácticamente en cualquier lugar después de montarse en ellas y llegar a nuestro destino.
Cuando comenzaron a popularizarse, irrumpieron en las calles chinas a mediados de la última década con inversores que se apresuraron a financiar nuevas empresas de bicicletas como las ahora desaparecidas Ofo y Mobike, aprovechándose de un tirón que duró poco.
Lo que iba a convertirse en una opción barata y cómoda, así como sostenible para el medio ambiente en unas ciudades que están contaminadas y que acarrean graves problemas de gestión de residuos, se convirtieron en la pesadilla de los gestores locales. Los vehículos de dos ruedas pronto tomaron las aceras, molestaron a los viandantes y se esparcieron rápidamente por los carriles dedicados y las calles. Los usuarios se desprendían de ellas rápidamente, estacionándolas en cualquier sitio, dejándolas en lugares que comprometían el tráfico o incluso en mitad de los parques. En unos pocos meses, comenzaron los pirateos, los daños y los robos, y China se vio obligada a reducir este tipo de concesiones en muchas ciudades. Debido a la gran cantidad de dispositivos fabricados, muchas de ellas fueron reutilizadas en barricadas improvisadas cuando estalló la COVID-19 el año pasado, dejando un look ciertamente postapocalíptico a muchas de sus grandes ciudades.
Es un problema común a muchas grandes ciudades, pero que se ha acrecentado en China, un paíse que atesora gran parte de las urbes más colosales del planeta en términos de extensión, y cuya densidad de población no deja de crecer año tras año. Las nuevas fotografías aéreas de los suburbios de Shenyang, provincia de Liaoning, muestran uno de estos cementerios de bicicletas, cada vez más comunes, y que son el testigo de la burbuja ecológica en la actual sociedad de consumo china. La gran perjudicada de este pinchazo ha sido Ofo, una de las grandes empresas que implosionó, incumpliendo sus deudas cuando sus usuarios reclamaron los depósitos de alquiler y dejando un parqué de vehículos tan grande como complicado de retirar de las grandes capitales del país. Las bicicletas luchan por el espacio en las calles chinas con hordas de scooters electrónicos compartidos, que también han hecho su aparición en otras partes del mundo, incluidas París y California, y que podrían ser el comienzo de otro boom verde.