Río de Janeiro, ciudad que vive una triste escalada de violencia desde la organización de los Juegos Olímpicos de 2016, ha vuelto a ser el centro de la atención mediática tras el brutal asesinato de cuatro jóvenes que disputaban con una veintena de amigos una competición de videojuegos por un grupo de desconocidos que dispararon desde un vehículo en marcha.
La presencia militar no ha mitigado estos incidentes
El múltiple crimen ocurrió hacia las 22.30 horas -0.30 GMT del pasado viernes- en Belford Roxo, una zona con altos índices de pobreza y violencia localizada en los suburbios de Río de Janeiro, una de las ciudades más violentas y peligrosas del planeta, cuando el grupo de amigos jugaba en la puerta de la residencia de uno de los competidores. Las víctimas se habían alejado a un comercio cercano a comprar comida y bebida en un descanso del torneo de videojuegos cuando fueron tiroteados.
El vehículo huyó a toda velocidad de la zona del suceso, algo que ha complicado la investigación pertinente. De los cuatro fallecidos, dos adolescentes, Ezequiel Cavalcante, de 14 años, y Diego de Vasconcelos, de 13 años, murieron en el lugar del crimen. Otro de los acompañantes, Iago Gomes de Paula, de 25 años, murió tras ser alcanzado por los propios asesinos en su huida en una calle colindante. La última de las víctimas, André Felipe Ferreira de Almeida, de 21 años, murió en la mañana del pasado viernes víctima de las heridas de bala en el hospital público Adao Pereira Nunes.
Río de Janeiro se enfrenta a un terrible aumento de la criminalidad en los últimos meses. El presidente Michel Temer se vio obligado a enviar a la ciudad a 10 000 miembros de las Fuerzas Armadas para reforzar la seguridad de la ciudad, que en los últimos años, está siendo completamente ingobernable.
