Análisis de Divinity 2 - Ego Draconis (Xbox 360, PC)
Un juego de rol con dragones es siempre una premisa interesante, y si puedes convertirte en uno de esos monstruos alados el encanto sube varios enteros. Divinity 2: Ego Draconis ofrece lo que promete, con muchos atractivos y algunos puntos débiles que lo convierten en un juego de rol clásico con grandes alicientes. Larian Studios ha tardado cinco años en lanzar el nuevo capítulo de su serie más conocida, pero el resultado responde a las mejores expectativas.
Tras una intro espectacular, la creación del personaje se antoja simplista. El hecho de que sólo veas la cara de tu personaje en los vídeos no justifica tal escasez de opciones. Estas carencias se ven compensadas en parte con la presencia del ilusionista, un personaje que te permite cambiar tu apariencia totalmente cuando lo desees, e incluso de género. Es interesante ver cómo se mueven distinto los personajes masculinos de los femeninos, pero el guión no contempla la misma diferencia, y encontrarás que hay varios personajes femeninos que piropean tus grandes ojos y tu valentía.
Divinity 2: Ego Draconis puede parecer inicialmente un juego demasiado superficial si combinamos esas pocas opciones del personaje con un tutorial para que conozcas los ataques de cada clase antes de decidirte por una. Pero poco después te das cuenta de que es una falsa sensación. Larian Studios trae el sabor del rol más tradicional con aires nuevos. No va a revolucionar el género como hizo en su momento Oblivion pero sí desearás pasar tiempo en Rivellon y te implicarás con sus personajes y una historia principal épica. Es un título que proporcionará magníficos momentos a los que desean recuperar el viejo espíritu rolero y personalizar su personaje sin limitaciones estrictas de clase: tienes cinco ramas de habilidades y puedes repartir tus puntos en ella de forma que construyas, por ejemplo, un arquero-caballero que se cure y que sea capaz de invocar un potente muerto viviente durante un tiempo.
Que sea un juego de rol tradicional no implica que esté lastrado en el pasado. Divinity 2 contiene algunos elementos que conforman una jugabilidad adictiva, tremendamente rica y variada: jugar como dragón, invocar criaturas y la torre de batalla son ideas que Larian ha sabido imbricar con la historia y que dan una agilidad insospechada al título.
El doblaje es impecable, tanto en los textos como en las voces. La cantidad de diálogos es ingente, aunque se repiten algunas voces, pero las interpretaciones son muy buenas y las traducciones son todo un acierto. La música no es extraordinaria, pero sí acompaña de forma adecuada en cada momento, contribuyendo a la ambientación.
Una de las cualidades de Divinity es que tiene la capacidad de sorprender al jugador cada cierto tiempo, de forma que mantiene vivo el ritmo. Empiezas como matadragones, pero cuando ya llevas unas cuantas horas de juego la trama da un giro y te ves convertido en caballero dragón. Cuando consigues la capacidad de convertirte en dragón la jugabilidad pasa a ser vertical y los escenarios cobran una tridimensionalidad muy poco habitual pero sumamente enriquecedora. El dragón tiene sus propias armadura y habilidades, sus ventajas y sus limitaciones, pero demuestra su poder en las batallas aéreas y te permite sentirte señor del cielo.
Aun siendo una característica muy importante, no sólo de dragones vive Divinity. Entre tus habilidades está la de convertir al enemigo en mariquita durante unos instantes, lo que lo aparta del combate. Si combinas este hechizo con el de confundir a un enemigo de forma que ataque a sus compañeros y has invocado a un no-muerto o un fantasma y vas acompañado de tu mascota, pueden cambiar las tornas del combate al tener un miniejército de tu parte.
La posibilidad de luchar con estos aliados no debe llevar a pensar que Divinity 2 es un juego tirado en ninguno de sus tres niveles de dificultad, porque lo más habitual es que luches contra tres o cuatro enemigos a la vez, de forma que sin esos aliados te costará aguantar los múltiples ataques. Quizás para evitar la frustración, Larian ha implementado la posibilidad de cambiar de uno a otro en cualquier momento. Como el mismo juego te aconseja, si no logras superar una zona es porque tu nivel es bajo en ese momento.
La mascota la construyes partiendo de los trozos de cuerpo que encuentres en los cadáveres de los enemigos. Tú decides si quieres que tenga fuerza mágica o sea especialista en cuerpo a cuerpo; lo que se amolde mejor a tu personaje. Tu mascota será el mejor escudero que puedes encontrar y amplía las posibilidades roleras, igual que la entidad que quieres invocar desde el otro mundo. Los distintos puzles y plataformas contribuyen a diversificar la jugabilidad; son lo suficientemente fáciles para no suponer una barrera que te retrase en tu aventura.
Pisar por primera vez la torre de batalla es como dar a un niño carta blanca en una tienda de dulces: querrás probar y ver todo. Personalizas la torre de batalla en un agradable paréntesis que te requerirá algunas decisiones difíciles, y el resultado será el reposo del guerrero que siempre quisiste tener.
Otro detalle interesante es la lectura de mentes de los PNJs: cuesta puntos de experiencia, pero normalmente te permite ganar habilidades, conseguir buenos precios o abrirte nuevas misiones, de forma que compensa la inversión. Es un elemento más de todo el catálogo de componentes que conforman el excelente engranaje del título.
En los juegos de rol se insiste siempre en que tendrás que tomar decisiones a cada momento, y en pocos esta promesa es tan cierta como en Divinity. Según lo que decidas te encontrarás con unas misiones u otras y habrá personajes que te ayuden o te ataquen; puedes decidir ser bueno o malo (y no siempre elegir ser lo primero tiene recompensa), o algo intermedio. No obstante, las elecciones no tienen unas consecuencias radicales. Larian quiere que la aventura continúe en futuros títulos, lo que obliga a que no haya más que un final en el juego. Pero hay ciertas misiones y mazmorras cuyo desenlace y repercusión en el juego difieren tanto según cómo actúes que está garantizada una experiencia diferente al rejugarlo.
Los mapas no son inmensos, pero sí encontrarás en el rincón más insospechado a un vendedor o una historia curiosa como alguien con dos almas atrapadas en un cuerpo, alicientes para realizar una exploración de todo el mapa.
Pese a todos estos puntos positivos, Ego Draconis tiene algunos tachones en sus páginas. Puedes explorar los mapas casi sin limitaciones, pero en ocasiones acabas algo desorientado sobre la dirección en la que debes encaminarte; descubres nuevas mazmorras que debes dejar de lado sin saber si podrás volver. La historia principal es consistente y atrayente, pero en algunos momentos da la sensación de que le faltan los retoques finales, no siempre culmina cada avance de la historia o perfila del todo alguno de los personajes principales. Aunque gráficamente el juego mantiene un buen nivel, hay fallos que cabe esperar sean resueltos en futuros parches, y los tiempos de carga al entrar o salir de casas y mazmorras son una letanía.
El mapa tampoco está al alcance de los jugadores menos avezados en el terreno del rol. Es cierto que se lee fácilmente, pero no permite más que colocar marcadores, sin indicar qué es cada uno, y aparecen los PNJs más importantes, pero es difícil recordar dónde estaba cada PNJ habida cuenta que puedes tener más de quince misiones activas.
Corren buenos tiempos para el rol de fantasía, con el lanzamiento en apenas cuatro semanas de tres títulos excelentes: Risen, Divinity 2 y Dragon Age Origins. Los aficionados al género tendrán que hacer cuentas y analizar con lupa las tres propuestas antes de decidirse. Esa será la primera de todas las decisiones que tendrán que tomar.
Divinity 2: Ego Draconis se pone a la venta el día 30 para 360 (59,95€) y PC (19,95€).