Análisis de Wingspan, cartas de altos vuelos (Switch, PC)
Tras un par de meses disponible en Steam, Wingspan llega a Nintendo Switch con la responsabilidad de ser la adaptación de una adaptación: originalmente este juego nació para tablero y mesa, pero Stonemaier Games, sus distribuidores originales, decidieron buscar ayuda en el estudio Monster Couch para convertirlo en una experiencia digital. Gracias a esa colaboración ahora podemos disfrutar de este título de estrategia con cartas en el que nuestro objetivo será el de atraer aves a nuestra reserva natural.
Con nuestro mazo de cartas llenas de pájaros de todo tipo tendremos que ir desarrollando una reserva natural por turnos y compitiendo con otros contrincantes en partidas en las que pueden participar desde una sola persona hasta cinco perfiles, tanto controlados por la inteligencia artificial de Wingspan como por otros humanos en multijugador local o en línea.
También hay un modo de juego, el Automa, más enfocado a las partidas en solitario. Una ristra de opciones que se ve multiplicada cuando descubrimos la variedad de partidas que podemos ejecutar en Wingspan a través de sus posibles estrategias.
Un enrevesado juego de pájaros
Pero antes, comencemos por el principio: Wingspan es un juego de mesa y como tal su adaptación al entorno virtual no es sencilla de conseguir. Los profundos sistemas de este tipo de propuestas a veces encajan mejor con los esquemas habituales del videojuego, pero en otras ocasiones la adaptación es tan tosca que casi no merece la pena. En este caso el juego de mesa se ha rediseñado con garbo, pero también manteniendo las debidas semejanzas con el original; esto significa que pese a que es un juego que engancha y convence a medida que vamos jugando nuevas partidas, no puede evitar ser un tanto obtuso en los primeros compases.
Aunque Wingspan lo intenta, adentrarse en sus sistemas no es nada sencillo ni intuitivo: su tutorial, una parte importante del juego, es demasiado guiado como para que un jugador no pierda el interés a la mitad. Tiene muchas cosas que explicar y es comprensible que quiera hacerlo de la manera más exhaustiva posible, pero requiere fuerza de voluntad y paciencia por parte de quien está a los mandos porque, durante la explicación, prácticamente deja de estarlo y sólo sigue los pasos del personaje que hace de guía.
Pasar por el tutorial es obligado, aunque no obligatorio, sobre todo si nunca has oído hablar de este juego y no has probado su versión de tablero; incluso si lo has hecho, también es recomendable darte un paseo por la partida de prueba porque Wingspan ha redistribuido todos los procesos, acciones y menús de una forma muy concreta. Tanto que hay un acceso rápido -pulsando el joystick derecho en Switch- a unas indicaciones que explican a qué corresponde cada parte de la interfaz que vemos en pantalla. Esto se puede activar en cualquier momento y nos ayudará a recordar algunas premisas básicas.
Lo cierto es que el manejo general de Wingspan, de nuestras acciones y decisiones, y el movimiento por el menú, acaba siendo más natural de lo que parece en un principio: los botones de Switch tienen cada uno su función, muy concreta, y eso es extraño en los tiempos que corren, donde se coloca un puntero virtual controlado por joystick y a jugar. Se agradece que la interfaz se haya traducido con tanto mimo a los mandos de consola, aunque al principio cueste un poco adaptarse.
Desafío y calma en un mismo juego
Pasará un tiempo hasta que nos hayamos habituado a movernos por la pantalla de Wingspan, y aun así cuando lo consigamos todavía no habremos aprendido a jugar: la comprensión de las normas de este juego es la parte más básica de su propuesta, ya que después llega el control de las estrategias que nos harán conseguir ventaja en la partida. El escenario de Wingspan se divide en tres hábitats y cada uno de ellos nos permitirá hacer una acción concreta, aunque sólo podremos hacer una en cada turno: jugar aves, poner huevos, conseguir alimento, robar cartas…
Sin querer entrar mucho en la profundidad de sus sistemas, para conseguir puntos en Wingspan es necesario prestar atención a una buena cantidad de variables que al principio pueden resultar incluso agobiantes, pero que después se desvelan como un abanico de posibilidades en el que elegir con la calma que proporciona el no tener tiempo límite. Podemos jugar sin prisa, desarrollando estrategias que nos vengan bien a nosotros sin ni siquiera preocuparnos por nuestros rivales, cuyos campos no tenemos por qué visitar.
Hay una curiosa balanza aquí entre el desafío más complejo y la calma más apacible; mientras jugamos podemos plantear estrategias que se centren en conseguir plumas, lo que vienen a ser puntos que se recuentan al final de las partidas, o bien en ir superando los retos aleatorios que se plantean en cada ronda. Pero todo lo hacemos con tranquilidad: no hay un juego frenético, no hay prisas ni obsesión por ganar. La reserva se va llenando de pájaros con toda la calma que podemos esperar de un ambiente como este. Quizás, y por ponerle un pero, hay cierta lentitud en la forma en la que juega la IA, que es más lenta de lo que cabe esperar y entorpece un poco el ritmo de juego, por muy pausado que deba ser.
Tampoco están bien diseñados del todo los modos multijugador, sobre todo el local en Switch, ya que su esquema de controles se mantiene rígido impidiendo que se pueda jugar con los Joy-Con en formato horizontal. Eso le quita un plus que podría haberle venido muy bien, sobre todo en estos tiempos que corren: podría ser un buen título al que dedicarle alguna que otra tarde con amigos en casa, como alternativa al juego de tablero, pero fuerza a compartir el mando e ir pasándolo de mano en mano, algo que ya no sólo afecta a la comodidad, sino al distanciamiento social tan presente en nuestros días.
Lo mejor de Wingspan: de las jugadas maestras a su bello apartado gráfico
Lo mejor de Wingspan llega cuando comenzamos a ver con claridad algunas de nuestras estrategias que el juego nos pone a huevo. Cada pájaro tiene un poder que se activa en un momento concreto, dependiendo de la habilidad, y eso lo podemos aprovechar para potenciar las acciones de cada hábitat. Es un constante toma y daca de recursos que te fuerza a establecer un nuevo mazo en cada nueva partida y ceñirte a una estrategia desde que comienzas, aunque también te permite modificar el rumbo de tu plan dependiendo de qué cartas te vayan saliendo o de cómo vayan jugando tus rivales.
Aparte de esa, por supuesto, una de sus facetas más conseguidas es la estética: tanto a nivel visual, con unas magníficas ilustraciones de pájaros que ganan enteros cuando se mueven, como a nivel didáctico, con datos curiosos de las aves que vamos jugando, entrar en Wingspan es sorprendentemente interesante aunque sea tu primer contacto con la ornitología. Tampoco es que sea un juego educativo, pero sí es cierto que trata con respeto el conocimiento aviar y le da un toque pedagógico a cada partida. Además, los extras del juego nos permiten regocijarnos un poquito más en cada ave, disfrutando también, de nuevo, de su hermoso diseño.
Conclusiones
He de reconocer que la primera vez que me enfrenté a Winsgpan lo hice con unos prejuicios basados en dos cosas: mi poco interés por los pájaros y la duda constante de que un juego de mesa se pueda adaptar al medio virtual sin hacer sacrificios que lastren la experiencia. Eso, sumado a sus obtusos compases iniciales no ayudaron a que me encariñarse rápidamente de este peculiar juego. Sin embargo, y a base de echarle paciencia, Wingspan va desplegando sus alas para mostrarte sus mejores y más enlucidas plumas. Es entonces cuando sí descubrí que quien se acerque a este pájaro con calma podrá disfrutar de una experiencia como pocas: un desafío templado, con una profunda dificultad muy bien diseñada y un espectacular apartado gráfico.
Hemos realizado este análisis en Nintendo Switch con una copia digital proporcionada por Monster Couch.