Análisis Umurangi Generation, fotos (y no balas) contra el capitalismo (Switch)
Casi por sorpresa y hace justo un año llegó Umurangi Generation en su versión original para PC, un título desarrollado por Origame Digital, estudio independiente australiano liderado por el autor maorí Naphtali 'Veselekov' Faulkner quien, hasta este proyecto, había trabajado en el desarrollo de obras menores y aplicaciones para comunidades locales. Inspirado en los hechos históricos de principios de 2020, como el gran incendio que asoló Australia durante el verano del hemisferio sur o la llegada del COVID-19, y con un potente mensaje anti-neoliberal, este título busca subvertir el concepto primigenio de los first-person shooter (FPS) cambiando el fusil por una cámara de fotos.
Tras doce exitosos meses en Steam, un jugoso DLC y varias nominaciones a sus espaldas, Origame Digital ha conseguido lanzar un port de Umurangi Generation en Nintendo Switch con la ayuda de Playism, distribuidora muy relacionada con la publicación de juegos independientes asiáticos con nombres como La-Mulana, Yume Nikki o Necrobarista, este último también desarrollado por un estudio australiano. La llegada de Umurangi Generation a Nintendo Switch hace más accesible una obra que puede haber pasado desapercibido para muchas personas y consigue sacar partido de algunas de las características únicas de la híbrida, haciendo imperceptibles sacrificios técnicos, además de reunir todo el contenido adicional publicado gracias a su lanzamiento como 'Special Edition'.
Suelta el fusil, coge la cámara
Umurangi Generation, como decíamos antes, es un juego de disparos en primera persona casi canónico en el que en lugar de disparar balas, disparamos fotografías. Lo hacemos con los esquemas clásicos de un FPS, apuntando con el gatillo izquierdo y disparando con el derecho. Tenemos munición en forma de carretes, podemos saltar y agacharnos para tomar fotos desde un mejor ángulo, y a medida que avanzamos en el juego vamos mejorando el arma principal, la cámara, con nuevas herramientas que permiten nuevas formas de capturar instantáneas, como diferentes tipos de objetivos u opciones alternativas para editar las fotos que tiremos.
Sin embargo, y aunque el juego nos quite el fusil de las manos para colocarnos una cámara, la ambientación sigue estando rodeada de violencia: Umurangi Generation se divide en varios niveles de carismática belleza low-poly en los que se nos marcan una serie de objetivos a fotografiar, a veces son pájaros, bicicletas o palabras pintarrajeadas en la pared, pero otras son bolsas de cuerpos de compañeros asesinados en plena guerra contra medusas alienígenas. Naphtali Faulkner ha escogido un mundo futurista, distópico, con toques de ciberpunk, para exagerar la crítica hacia los gobiernos y corporaciones que permiten que el cambio climático avance; un mensaje potente y político que el juego no oculta en absoluto, pero del que nos hace partícipes desde una perspectiva sutil, casi pasiva, desde la que tiene más impacto todavía.
Cuando pasamos de una escena a otra vamos conociendo el universo de Umurangi Generation, pero lo hacemos a través del comportamiento de sus gentes: personas jóvenes, en su mayoría, que visten a la moda, que bailan y se divierten en compañía, que muestran su disidencia en las paredes de la ciudad con pintadas en contra de la Organización de las Naciones Unidas para las que también trabajan como soldados en una guerra brutal, descarnada, contra una especie de raza alienígena presente, de forma más o menos evidente, en todos y cada uno de los niveles. La forma que tiene este juego de contarnos su historia, sin necesidad de diálogos, cinemáticas o tochos de texto, es todo un ejercicio de narrativa en el videojuego.
Umurangi Generation, el Tony Hawk's Pro Skater de la fotografía
Sin embargo, esa narrativa está guiada por un sistema de puntuación clásico y algo trasnochado, similar al de Tony Hawk's Pro Skater o Jet Set Radio pero con fotos: en cada nivel, mientras los NPC realizan sus acciones estáticamente, como si el tiempo se hubiera detenido encapsulando el momento en un espacio infinito, tenemos una serie de objetivos a cumplir para que el juego nos permita pasar al siguiente nivel. Consisten en tomar fotos a determinadas cosas o desde determinados ángulos y con objetivos de cámara concretos. También hay retos secundarios, como acabar el nivel en menos de 10 minutos, hacerle una foto a tus amigos o encontrar todos los carretes de cada fase.
Son retos muy bien diseñados, en realidad, que nos pondrán en un brete en más de una ocasión, tratando de escalar un edificio desde el que fotografiar a siete palomas en un solo plano, escudriñando el escenario para encontrar el objeto que te piden que captures o buscando la posición exacta desde la que se ve cierto NPC al que tienes que tomarle una instantánea. Pese a ello, conceptualmente no termina de cuadrar este sistema con el tono del juego, que pide una experiencia mucho menos guiada, menos desafiante, y más enfocada en el mero placer de sacar la cámara, preparar un buen plano, disparar, editar la foto y compartir.
Eso es algo que puede hacerse, obviamente, y de hecho todo está orientado ahí: cada vez que sacamos una foto podemos pararnos a retocar algunos parámetros -más mientras más niveles superemos- y encontrar una imagen ideal para compartir. La comunidad de Umurangi Generation es especialmente activa y es capaz de sacarle toda la belleza que ya de por sí desprenden los carismáticos diseños del juego. Es precisamente por eso por lo que chirría todavía más la existencia de estas dinámicas de retos y desafíos, de puntos que te indican si la foto que has tomado y que has editado durante un buen rato es digna, o no, de que te paguen más de tres dólares por ella. Porque sí, Umurangi Generation también incluye un sistema de pago por fotografía que, al final de cada nivel, suma y resta lo que has ganado y perdido en la partida, aunque -afortunadamente- no haya una utilidad real de ese dinero más que para continuar avanzando de fase en fase.
Rendimiento en Switch: sacrificios gráficos que merecen la pena
La llegada de Umurangi Generation a Nintendo Switch ha estado rodeada por una gran expectación, en parte porque su autor han sido muy transparente con el desarrollo de este port compartiendo en redes sociales todos los avances que hacía en su proceso para llevar el juego a la híbrida. No se trata de una simple adaptación del original de PC a esta consola, sino que el estudio se ha tomado en serio lo de sacarle partido a las características propias de la portátil y ha trabajado en diferenciar esta experiencia de la que pudimos disfrutar hace un año. Eso sí, por el camino han tenido que hacer ciertas concesiones gráficas que empeoran un poco la calidad visual del juego a cambio de que funcione de manera fluida en esta nueva plataforma.
Dada la peculiar dirección artística de Umurangi Generation apenas se nota un recorte gráfico en la versión de Nintendo Switch, pero sí podemos percibir una menor resolución o la falta de ciertos efectos de posprocesado; prácticamente nada de esto afecta al gameplay ni a la experiencia general, aunque sí hay un recorte gráfico, el de la menor distancia de dibujado, que puede impedir la correcta visualización del escenario dificultando en cierta medida la captura de fotografías desde lejos incluso cuando usamos el teleobjetivo. No es algo que convierta a esta versión en una injugable, sino un sacrificio -fácil de asimilar- que marca la diferencia entre el port que nos deja jugar en portátil y la versión original para PC, en la que podemos jugar con algo más de calidad gráfica. Eso sí, no hay problema en cuanto al framerate, fluido y estable en cualquiera de las dos posiciones, tanto en portátil como en el dock.
A cambio de esos sacrificios, la versión de Nintendo Switch gana algunas ventajas que no están disponibles en la original. La más atractiva, quizás, es la del uso del giroscopio de la consola, que nos permite moverla cuando estamos apuntando con la cámara para modificar el ángulo de la instantánea. Es un modo de control gestual que funciona tanto en portátil como cuando está conectada a la televisión (con un mejor resultado en el primer caso) y que se aplica por defecto, aunque se puede deshabilitar o cambiar en las opciones para girar la cámara con los controles clásicos. Además, en esta versión se han incorporado también mejoras como una interfaz completamente adaptada a la pantalla táctil, ideal sobre todo a la hora de editar las fotos, y Macro, un DLC que incluye una nueva localización y herramientas como patines y un bote de spray para hacer graffitis.
Conclusiones
Umurangi Generation es un juego extraordinario, en el sentido más literal de la palabra. Hay pocos títulos con un mensaje tan contundente y una idea tan medida como este; su propuesta de simulación fotográfica, una de las mejores y más analógicas que nos podemos encontrar, combina de una manera formidable y sorprendente con su comentario político sobre la juventud, la guerra, la decadencia y la pertenencia. Tiene sus fallos, por supuesto, sobre todo a nivel jugable (con unos controles bastante toscos) y conceptual (¿por qué necesita introducir objetivos y tiempo límite en cada nivel?), pero los suple con el carisma y la originalidad del conjunto, que además da el do de pecho en el apartado visual gracias a una dirección artística muy consciente del tono del juego. Es una experiencia disfrutable tanto en su original de PC como en el port a Nintendo Switch, pero en esta segunda plataforma adquiere una nueva profundidad gracias al aprovechamiento de las características propias de la híbrida que hacen fácil de olvidar los leves recortes gráficos con respecto a la versión de ordenador.
Hemos realizado este análisis en Switch con un código proporcionado por Origame Digital.