Análisis de StateShift (PSP)
El generalmente bien surtido género de la velocidad en la portátil de Sony recibe a un nuevo miembro de la familia. StateShift gustará a los jugadores de la conducción arcade ambientados en un ambiente post apocalíptico, en el que cualquier medio es válido para cruzar la meta el primero.
Engine Software recoge el testigo con este juego que viene a sumarse al ya extenso y de gran calidad abanico de juegos de velocidad para PSP. La portátil de Sony posee además ya dos entregas de Wipeout, por lo que cabe preguntarse si hay hueco en el consumidor con StateShift.
La respuesta es si, para quién busque carreras desenfadadas, aunque este juego no marque un antes y un después en el género y no es uno de los máximos exponentes técnicos o jugables de la velocidad, un género muy bien surtido en la pequeña portátil de Sony.
StateShift sitúa la acción en un futuro cercano y apocalíptico tras unas guerras y una crisis a escala mundial que ha relegado a gran parte de la población a vivir en suburbios con una única alegría, que además atrae tanto a ricos como pobres: el nuevo deporte Rey. Unas carreras de bólidos que por fin se convierten en legales mediante un torneo es la disculpa perfecta para el marco del juego y los seis diferentes personajes (no todos disponibles desde el principio), cada uno con un bólido diferente. Tras seleccionar a nuestro héroe de los dos desbloqueados, comenzaremos a jugar, y los stateshift conseguidos con cada uno no serán transferibles al resto, por lo que se aumenta la vida del juego si se desea completar al 100% (es necesario terminar el campeonato con el resto).
Pero ¿qué son los stateshift?. Como jugosa novedad frente a otros títulos, los vehículos disponen de un marcador de energía que permite utilizar una serie de mejoras que afectan incluso a la conducción. Además del modo Ghost que nos hace invulnerables ante ataques enemigos o evitar peligros de la carretera, o de Mammoth que otorga fuerza contra choques y la capacidad de destruir a oponentes arroyándoles, encontramos dos habilidades interesantes. Dragster por ejemplo acelera el bólido limitando nuestro control, y Scorch aumenta la maniobrabilidad. No todas estas ayudas están disponibles desde el comienzo, y su uso depende de la citada barra de energía. Recuperarla tras su uso es sencillo y hay dos alternativas, una obteniendo del recorrido cargadores, y otra, inspirada en las sagas Burnout o Ridge Racer, con los derrapes. Los stateshift se activan, a falta de más botones, mediante combinaciones de los gatillos; así tenemos que Dragster, el primero de ellos (que hace las veces de turbo) se consigue mediante la pulsación de L una vez corta seguida de otra más larga que determina el impulso. No es demasiado intuitivo, pero tras los tutoriales (una pequeña prueba en un circuito a modo de "examen de conducir") el jugador se hará con ellos.
Las armas en el juego resultan escasas en comparación con Wipeout, pero realmente encontramos las más esenciales, tanto por sus usos como alcance. Cuatro dañinas artimañas que van desde los misiles, las minas para impactar en perseguidores, granadas de deflagración y un impulso de energía mortal para los corredores situados en cortas distancias. Útiles contra cualquiera de los hasta dieciséis oponentes en carrera, ellos pueden fijarnos como objetivo, lo que activa un aviso en pantalla que puede salvar nuestra partida si activamos el modo Ghost o fantasma. Este indicador muestra el arma y los segundos antes de su uso, para replantear la estrategia o realizar un brusco volantazo y evitar el impacto.
La naturaleza de StateShift apuesta claramente por el arcade puro y duro, y es fácil ver algunas similitudes con algunos de los primeros títulos de la serie Ridge Racer. ¿Recuerdas cuando en los juegos de Namco apenas podías coincidir con pocos competidores simultáneamente, a pesar del gran número de participantes? StateShift funciona de una manera parecida. Ajustando un poco la dificultad de los rivales según nuestro ritmo en carrera, el jugador siente que no está ante un título en el que cada bólido posee su inteligencia artificial, y hay cierta manipulación. Una jugabilidad algo tramposa que tiene sus fans y detractores, que ofrece diversión y un reto constante, a costa de eliminar realismo.
El grueso del título se encuentra en el modo carrera, consistente en nueve torneos, cada uno con sus carreras en los catorce circuitos diferentes, que van desbloqueando armas, los stateshift e incluso los tutoriales para dichos extras. Carrera Rápida, como es lógico, es una partida en uno de los circuitos a nuestra elección, y las pruebas contrarreloj disponen de corredor fantasma, la clásica visión de nuestra mejor partida durante el juego para intentar superarnos segundo a segundo. Más horas de juego para una persona nos las dará sin embargo los tres diferentes desafíos, unas nuevas reglas para todos los circuitos. Energy Drain desgasta la energía de los bólidos, y exige recuperar de las dos formas posibles la vitalidad o la carrera termina; Critical Damage permite hasta un máximo de tres impactos; Checkpoints recuerda al sistema de juego de los clásicos arcade de Sega como Outrun o Sega Rally, con varios puntos de control por los que pasar en un determinado tiempo.
Finalmente, el modo multijugador adhoc para un total de hasta cuatro jugadores ofrece diversión y ciertas dosis de mala leche gracias a las armas del juego. Todos los parámetros importantes son configurables, y se aseguran horas de entretenimiento con la portátil.
StateShift es un juego que no arriesga demasiado, y no ofrece demasiadas novedades respecto a otros títulos, pero en parte ese es su punto fuerte, y no decepciona. Lejos de la ambición de las entregas Wipeout, no por ello este juego es accesible y entretenido. Los diferentes circuitos esconden tras esa aparente simpleza algunos atajos que aumentan la estrategia, y el uso de las armas y la energía da siempre carreras con un resultado inesperado hasta el final.
El tono general es bastante "sucio", apocalíptico. Al contrario que la elegancia y los luminosos rascacielos futuristas de Wipeout, StateShift se inclina por claustrofóbicos túneles, no muy atractivos, pequeños efectos de fuego y humo, y tonos bastante apagados, que en general dan unos tonos homogéneos según el circuito o la sección del mismo. La restricción del número de bólidos simultáneos en pantalla es un pequeño límite que sin embargo no afecta demasiado a la jugabilidad, puesto que más de tres o cuatro competidores impide realizar una conducción cómoda.
El apartado sonoro se completa con músicas apropiadas y cañeras, eso si, sin grandes licencias que llamen la atención, y unos efectos sonoros típicos.