Análisis de Trials of the Blood Dragon (PS4, PC, Xbox One)

El lanzamiento de Trials of the Blood Dragon ha llegado por sorpresa. Se conocía su nombre por filtraciones, pero nadie esperaba que debutase inmediatamente después de su anuncio oficial durante la conferencia de Ubisoft previa al E3 2016. ¿El motivo? Quizás la editora era consciente de sus carencias.
Como su nombre indica, se trata de un juego de la saga Trials inspirado en el alocado spin off de Far Cry 3, Blood Dragon, que cosechó bastante éxito entre los jugadores por la peculiar presentación retro y su humor. De hecho esa estética del shooter se ha trasladado a esta historia, que se ambienta en 2019, 12 años después de la IIª Guerra de Vietnam.
Los protagonistas esta vez son los hijos de Rex Power Colt, el gamberrillo Slayter y el cerebro de la familia, Roxanne –una hacker-. Naturalmente, al recoger el testigo de la absurda historia, regresan los Dragones Sangrientos, las guerras ficticias y los argumentos al nivel de una serie televisiva cutre –en el buen sentido- de los años 90. Ha perdido carisma por el camino respecto a la aventura de Rex -el mero tutorial del primer Blood Dragon es más gracioso que todos los chistes de este Trials- y los protagonistas no dan el mismo juego, pero dudamos que nadie se acerque a Trials of the Blood Dragon por su historia.

¿Y cómo mezcla RedLynx dos sagas tan diferentes? El núcleo principal es la parte de Trials, es decir, un juego de habilidad y plataformas con motocicletas 2D –o 2´5D por los gráficos tridimensionales- donde hay que acertar el momento justo para acelerar, frenar e inclinar el cuerpo para no estampar los morros contra el suelo. Esta parte no ha variado demasiado –salvo por unos detalles que explicaremos más adelante-, así que cualquier aficionado a la saga se sentirá cómodo con las rampas y saltos. Eso sí, por la temática las situaciones son tan extrañas como en The Awesome Max Edition, esta vez con el giro de las guerras de neón, el espacio, un paisaje de Tokio o las calles de Miami en un descaradísimo guiño a Hotline Miami –máscaras de animal y llamadas por teléfono incluidas-.
Dicho esto hay que aclarar que tampoco estamos ante un Trials al uso. Para empezar, Slayter –el chico de las piruetas- no sólo utiliza la mountain bike, en determinados momentos pasaremos a controlar un coche de radiocontrol –muy entretenido, según la posición de caída hay que acelerar o dar marcha atrás-, una vagoneta o incluso una especie de tanque, cada vehículo con su propia física y tacto.

Y además, no está solo. Su hermana también protagonizará secciones de plataformas y acción donde se infiltrará en lugares para hackear algún terminal. Los tiros con pistola no son exclusivos de Roxanne, puesto que Slayter también podrá sacar un arma mientras monta un vehículo para disparar a ciertos obstáculos o enemigos. Trials of the Blood Dragon es diferente, entretenido a su manera, pero advertimos que no todos los seguidores de Trials estarán contentos con esta entrega que busca deliberadamente ser distinta, aunque ello le cueste algún traspiés.

Lamentablemente, hay que decir que la calidad es muy desigual entre ambas partes. Donde Trials brilla es en la parte más clásica, con niveles breves que hay que hacer bien –y rápido- para obtener la mejor puntuación posible. El paso a las plataformas es bastante más durillo, con zonas bastante amateur, inteligencia artificial inexistente y un tipo de salto no muy cómodo que no parece propio de un estudio que nos sorprendió con esta saga. Si estos momentos fuesen anecdóticos se podría perdonar, pero no es el caso; y a medida que avanzas en la historia, se vuelven más comunes y se introduce el jetpack. Ten en cuenta que también cuentan para la valoración final, así que no importa lo bueno que seas en Trials: también debes dominar estas partes de control impreciso.
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