Análisis de de Blob 2: The Underground (PS3, Wii, NDS, PC, Switch, Xbox 360)
De Blob fue una de las sorpresas del 2008 para Wii, un juego que llegó sin hacer ruido y que tuvo una calurosa acogida por parte de la crítica y también del público, rozando el millón de unidades vendidas en todo el mundo, lo que ha propiciado esta segunda parte. Una propuesta fresca y distinta dentro del género de los plataformas, con un gran diseño artístico y una divertida jugabilidad en la que teníamos que ir coloreando nuestro entorno. Un título cuyo origen es, cuando menos, curioso.
Un proyecto de ocho estudiantes de la Escuela de Artes de Utrecht (Holanda) que acabó siendo un juego de descarga gratuita para PC, que llamó la atención por su original planteamiento, llevándose algún premio a título independiente del año 2005, y del que finalmente THQ compró sus derechos para realizar una adaptación a consolas.
De este trabajo para Wii se encargó Blue Tongue, un estudio australiano que hasta entonces había realizado algunos plataformas más o menos mediocres basados en licencias de dibujos animados, pero que con este título demostró su buen hacer para, partiendo del concepto original, armar un gran juego, tanto en lo jugable como en lo artístico.
Tras pasar por Wii, Nintendo DS y móviles como iPhone, ahora esta segunda parte -antes conocida como de Blob: The Underground- llega también a las consolas de alta definición PlayStation 3 y Xbox 360, lo que le permite lucir mejor que nunca su llamativo apartado gráfico, pero manteniendo casi intacta la base jugable, y sin dejar de pasar otra vez por Wii y DS, que también reciben su correspondiente versión.
Da color al mundo que te rodea, en una continuación sin apenas novedades
Los que disfrutaron de la primera entrega en Wii saben lo que se van a encontrar, ya que esta continuación incluye pocas novedades, más allá de la inclusión de situaciones jugables en dos dimensiones, que otorgan algo de variedad a su desarrollo. Pero para los únicos poseedores de X360 y PS3, o que simplemente obviaron el primero, vamos a explicar en qué consiste este curioso juego.
La historia es anecdótica, Blob y su compañera Pinky llegan accidentalmente a la ciudad de Prisma City, que junto a sus ciudadanos se ha quedado sin color, donde el blanco y el gris lo han tomado todo, descubriendo que detrás de todo esto está la Corporación INKT y su líder el malvado Black, al que tendremos que parar los pies. Al principio de cada nivel se nos muestran unos vídeos de animación que nos pone en situación, que resultan muy simpáticos recordándonos a los dibujos animados clásicos en los que no hacían falta palabras para divertirnos, al igual que pasa aquí, ya que los graciosos personajes hablan en un idioma ininteligible, que en el transcurso de las misiones al menos se nos subtitula en castellano.
Once mundos o niveles enormes -no asustaros por el pequeño número-, que tardaremos un buen rato en superar, y más aún en completar. Mediante un control muy sencillo -ya que solo tenemos que movernos, saltar y realizar ataques fijando a los enemigos- debemos empapar de color a nuestro simpático protagonista, ya sea de rojo, azul o amarillo, o mediante combinaciones de estos, para dar color a todo lo que nos rodea: casas, calles, árboles, coches y demás elementos del mobiliario urbano, y como no también a los ciudadanos.
Esto se consigue simplemente tocando las cosas con nuestro cuerpo, para lo que contamos con un medidor de color en la esquina superior derecha, ya que según vayamos coloreando el entorno nos iremos desinflando, y tendremos que recargarnos de tinta en algunas fuentes y lagos o acabando con enemigos portadores de color. Avanzamos por los niveles cumpliendo objetivos de manera lineal, y aunque tenemos libertad para explorar el entorno, si no realizamos las misiones no se abren nuevas zonas en ese mundo. Tenemos un tiempo limitado para superar las fases, que aumentamos cada vez que rescatamos de la blancura a los civiles, siendo el momento idóneo para explorar a nuestro ritmo cuando finalizamos la última misión principal, ya que se retira el tiempo y se nos ofrecen decenas de misiones secundarias para superar.
Los objetivos suelen ser colorear determinada zonas, ya sea del color que queramos o en ocasiones del que se nos indique, aunque otras veces tendremos que acabar con determinados enemigos o accionar interruptores, pero nunca nada demasiado complejo. Para ir superando estos retos disponemos de una útil brújula que activamos a nuestro antojo y rodea al personaje de manera práctica, indicándonos dónde está el lugar más cercano para obtener uno de los colores, y la dirección que debemos seguir para resolver la misión activa, haciendo la acción muy dinámica ya que no nos veremos obligados a dar vueltas sin sentido para poder seguir avanzando.
El control es intuitivo y no le podemos poner pegas, una vez nos hagamos con la dinámica de juego realizaremos todas las acciones sin problemas, aunque a veces tendremos que controlar nuestro frenesí destructor para no caernos al vacío, ya que al ser la dificultad durante la mayor parte del tiempo bastante baja solemos estar relajamos, y cuando se produce un repunte de esta nos suele pillar despistados y caemos en errores tontos. La cámara es el mayor defecto que llama la atención al comenzar a jugar, y parece que va a ser un lastre para la jugabilidad, pero después de un par de fases, al menos en nuestro caso, nos olvidamos de ella y jugamos sin problemas.
Una de las novedades de esta secuela son unas divertidas fases bidimensionales. Estas se producen dentro de los edificios o en el subsuelo de la ciudad, y suponen un soplo de aire fresco en el desarrollo de la acción. La perspectiva cambia aunque los controles se mantienen, y nos encontraremos con algunos momentos de acción y otros de puzles, o ambos mezclados, no siendo demasiado largas aunque sí muy numerosas, mucho más de lo que puede parecer en un principio.
La gran cantidad de misiones con las que cuenta cada fase, que se desarrollan a un ritmo frenético al estar empujados por un tiempo limitado, más las fases en dos dimensiones, y lo llamativo que es ver cómo todo va cobrando vida a nuestro paso, hacen que el juego sea entretenido y adictivo, aunque esto no esconde que sea algo repetitivo. Se van añadiendo algunas habilidades con el paso de los niveles, al igual que aparecen nuevos enemigos con características distintas a los anteriores, pero la verdad es que la base de la jugabilidad no llega a cambiar en ningún momento, y pese a tener una gran cantidad de objetivos y búsquedas secundarias, siempre hacemos lo mismo, colorear y colorear dando saltos, lo que según se mire tiene cierto merito, ya que realmente no llega a aburrir, aunque no estaría de más algo de variedad, lo que le hubiera hecho subir algunos enteros.
La dificultad es más bien baja, lo que no conseguirá satisfacer a un jugador experimentado en cualquier tipo de plataformas, y parece obviamente pensado para todos los públicos, lo que consigue gracias a su sencilla jugabilidad y el vistoso apartado visual, siendo muy apropiado para el público infantil, ya que entra por los ojos y es accesible, pero sin dejar de ser un producto muy cuidado. Completar uno solo de los once niveles nos puede llevar alrededor de una hora, en caso de hacerlo del todo incluso mucho más, lo que os puede servir para haceros una idea de su duración. Hay un modo para dos jugadores a pantalla partida, competitivo y cooperativo a las vez, ya que hay un ganador al final de cada fase pero tenemos que ayudarnos para superar los objetivos, y resulta bastante entretenido.
Además en cualquier momento jugando solos se puede sumar un segundo jugador, que controla un cursor con el que dispara coloreando ciertos elementos, recogiendo objetos y ayudándonos a eliminar enemigos, algo anecdótico y que no resulta especialmente divertido, siendo este el uso que se le ha dado a Move en la versión para PlayStation 3, bastante decepcionante.
Un salto a la alta definición que le ha sentado sensacional
Si la primera parte en Wii ya era un juego llamativo por su colorido y la manera en la que íbamos tintando el mundo, esta segunda entrega, gracias a su paso a las consolas de alta definición, luce genial. No tendrá a sus espaldas unos modelados muy complicados, ni grandes efectos gráficos, pero gracias al gran diseño artístico que le respalda, y la forma en cómo los elementos cobran vida al entrar en contacto con nuestro personaje -una explosión de color y otros muchos pequeños detalles-, es un placer para la vista ir devolviendo el color a los niveles, muy satisfactorio visualmente más allá de que se nos recompense por ello. Y por si fuera poco todo se mueve con una fluidez exquisita -excepto a pantalla partida que le cuesta un poco más como es comprensible-, sin producirse ralentizaciones por más elementos y acciones que se produzcan en pantalla, en unos niveles enormes y con un gran acierto en su diseño.
Si entra por los ojos no lo hace menos por lo oídos, y la música no es una mera comparsa y tiene su sentido dentro de esta "reanimación" de los entornos, ya que cuando comenzamos un nivel no suena, o aparece de manera vaga y apagada, pero según avanzamos por la fase ésta se va animando de manera dinámica, a la vez que acompaña nuestras acciones, resultando algo curioso y destacable. No son unas melodías memorables es cierto, pero son muy agradables, y además se nos ofrece la posibilidad de elegir el tipo de música al comienzo de cada mundo.
Vuelve el color a los videojuegos
Una apuesta original y distinta incluso dentro del terreno de los plataformas, que aprovecha su paso a las consolas de alta definición para tener unos gráficos geniales, que son toda una bendición en una generación en la que se han empeñado las compañías esté dominada por tonos grises. Una pena, ya que como demuestra de Blob 2, las actuales consolas son ideales para mostrar juegos coloridos llenos de cielos azules -que algunos echamos de menos- y la tendencia lleva algunos años siendo exactamente la contraria.
Entretenido, vistoso y simpático, adecuado para todas las edades, aunque demasiado fácil para un jugador experimentado, y que puede servirnos para relajarnos y disfrutar de su colorido sin complejos. Su mayor problema es caer en la monotonía, ser algo repetitivo, lo que se nota al jugar durante una larga sesión, ya que acabas con la sensación de estar haciendo siempre lo mismo, y le hubiera sentado de maravilla algo más de variedad, arriesgar un poco en lo jugable, lo que sí hace en el terreno artístico. Pero aun con esto es un título muy agradable, un soplo de aire fresco en medio del chaparrón de shooters llenos de violencia que vamos a recibir en los próximos días, y aunque no sea un plataformas puro, conseguirá satisfacer a los amantes de estos.