Análisis de Where The Water Tastes Like Wine (PC, Switch, Xbox One, PS4)
La mayoría de nosotros está de acuerdo con que el videojuego es una forma de arte, y como tal es simplemente una herramienta para permitir que los desarrolladores se expresen de forma libre. Esto quiere decir que, más allá de una cierta interactividad, no hay una serie de patrones que definan lo que es un videojuego y lo que no. Where the Water Taste Like Wine es uno de esos títulos donde lo artístico predomina sobre lo jugable, algo que va a dividir opiniones.
El cuentacuentos
Where the Water Taste Like Wine es un juego centrado en la narrativa, en el que nos convertimos en un esqueleto que tiene que recorrer Estados Unidos hace un par de siglos para recolectar historias.
Este argumento, que parece –y es– un tanto descabellado, está al menos bien presentado, y sienta las bases para iniciar este original viaje, ya que pronto vamos a aprender que, en esto de las historias, la verdad y la leyenda se convierten en una.
La aventura se divide en dos mecánicas principales. Por una parte tenemos la exploración, donde recorremos un mapa en tres dimensiones en búsqueda de historias. Encontraremos iconos repartidos por los entornos que nos indican la presencia de una historia, y una vez en ella, se nos relata una breve serie de hechos en las que a veces podemos tomar una decisión, si bien ésta tampoco parece afectar demasiado.
La otra parte es cuando contamos esas historias. Por el mismo mapa, encontraremos personajes que quieren sentarse a hablar con nosotros, y con los que podemos entablar una amistad. Las historias que hemos recolectado se organizan ahora por temática como cartas del tarot, y en función del tema que elijamos –amor, pasado, familia, trabajo…–, nuestros compañeros temporales de aventura nos contarán una historia de su vida.
Claro que, para entablar esa amistad, tenemos que contarles historias a su gusto. Ellos nos pedirán una historia triste, divertida, sorprendente, o lo que les apetezca, y nosotros tendremos que recordar cuál de las historias que hemos recolectado encaja en ese criterio. Si vamos acertando, iremos haciéndonos amigos de esos personajes y nos dirán dónde podemos encontrarlos la próxima vez para una nueva charla.
Cada personaje tiene una historia propia, y conocerlos mejor cada vez nos permitirá descubrirla. Normalmente son muy interesantes y diferentes entre sí, y nos dejan con la curiosidad por saber más sobre ellos cuando terminan nuestras charlas. Es, en gran parte, el principal aliciente para progresar. También es interesante ver cómo las pequeñas historias reales que escuchamos en el primer pueblo se han convertido en leyendas increíbles cuando las escuchamos dos ciudades más adelante, y es entonces cuando tenemos que volver a aprenderlas, ya que una historia originalmente triste ahora puede ser una leyenda divertida.
A nivel narrativo, Where the Water Taste Like Wine funciona genial. Está escrito con mucho gusto y sabe mantener el interés del jugador, con sorpresas que obviamente no vamos a desvelar, pero una gran parte de su componente jugable nos ha parecido tremendamente aburrida. Los paseos por el mapa son interminables, y aunque podemos hacer autostop para desplazarnos entre las grandes ciudades, la experiencia sigue siendo lenta y tediosa para nuestro gusto.
Por supuesto, para gustos están los colores, y habrá quien disfrute recorriendo los escenarios. Para nosotros, la parte jugable está desperdiciada, y algunas mecánicas como buscar trabajo o coger trenes podrían haber dado mucho más de sí. Entendemos que la prioridad es la narrativa, pero hacer el resto de la aventura algo más dinámica habría ayudado bastante, sobre todo cuando se extiende hasta las casi 20 horas.
La música, nuestra principal compañera
En estos largos paseos por Estados Unidos, la música es la que nos salva. La banda sonora es excelente, con melodías que se grabarán en nuestra mente, y que querremos escuchar incluso tras acabar de jugar. Esto no compensa las carencias jugables, pero sí es cierto que, al menos al a hora de explorar, las hace más llevaderas.
Algo parecido sucede con el aspecto artístico. Mientras que el mapa que recorremos en busca de historias es un tanto simple y desangelado, el estilo de las ilustraciones que vemos al escuchar una historia o al encontrar a alguien con quien hablar nos ha encantado. Lo artístico son los puntos más fuertes de Where the Water Taste Like Wine, aunque ya decimos que no nos han parecido suficiente para aliviar sus carencias jugables.
Un punto importantísimo a mencionar es que todo está íntegramente en inglés. Tanto las actuaciones como los textos están a un gran nivel, reflejando los diferentes acentos y expresiones de la época, pero necesitaremos un nivel decente de inglés para entender todo. En un juego como éste, es básico entender qué está pasando para luego poder usar las historias, que son nuestras herramientas.
On the road again
Where the Water Taste Like Wine es un título original, de eso no cabe duda. Es un título que va a dividir opiniones, porque su fórmula no es para todos los gustos. Nosotros hemos intentado ser lo más objetivos posibles, y valorar lo que hace bien –la ambientación, la música, la narrativa– sin olvidarnos de que la mitad de la jugabilidad nos parece bastante, bastante tediosa, algo con lo que no tenéis que estar de acuerdo.
A nosotros nos ha gustado sumergirnos en su mundo, descubrir las historias y disfrutar de la música, aunque creemos que necesita modificar e introducir ciertos elementos para ofrecer una experiencia más redonda, más atractiva en lo jugable. Si eres de los que disfruta con una buena historia y lo jugable te importa menos, dale una oportunidad. Si para ti la jugabilidad es importante, será mejor que busques en otro lado.
Hemos realizado este análisis en PC con un código de descarga proporcionado por Cosmocover.