Análisis de Total War: Attila (PC)
En The Creative Assembly pueden sentirse muy orgullosos del trabajo que llevan realizando desde hace 15 años con la que es, sin duda alguna, su saga estrella: Total War. No solo la han llevado hasta lo más alto del género de la estrategia, sino que también han conseguido mantener una gran calidad entrega tras entrega. La serie nos ha llevado a batallar en multitud de épocas históricas y en territorios de lo más variados, desde el Japón medieval hasta la Roma clásica, y ahora nos vuelve a llevar a revivir el convulso periodo en el que los hunos llegaron a Europa con un Imperio Romano en decadencia, dividido en dos y a punto de sucumbir tanto por sus problemas internos como por la amenaza de las tribus bárbaras.
Esta época, además de fascinante y muy apropiada para la temática de la saga, también cuenta con el punto de interés añadido de poner en juego a una figura histórica y casi legendaria como es la de Atila (también conocido como El azote de Dios), sobre la que realmente poco sabemos, más allá de que fue el último líder de los hunos y probablemente la persona más temida por Occidente, por lo que poder interactuar con él (ya sea para llevar a su pueblo a la victoria o para defendernos de sus implacables ataques) despierta un punto de curiosidad y frescura muy atractivo.
El azote de Dios
Como ya hemos dicho, estamos ante un juego estrategia, aunque uno con dos vertientes bien diferenciadas: Mapa de Campaña y Batallas.
Los primeros solo los veremos cuando juguemos una campaña y en ellos nuestro objetivo será decidir, por turnos, todos nuestros movimientos sobre el mapa del mundo (movilizar tropas, atacar, reclutar unidades, gestionar recursos, administrar nuestras ciudades, construir y un larguísimo etcétera de opciones), mientras que en las Batallas será donde resolveremos nuestros conflictos por la fuerza siguiendo un estilo de juego de estrategia en tiempo real, así que serán tan importante las fases de gestión como las de acción militar.
Si sois habituales de la saga os sentiréis como en casa, ya que a nivel jugable estamos ante prácticamente el mismo juego de siempre, con toda su gran cantidad de opciones habituales a tener en cuenta para intentar mantener una buena economía a la vez que tenemos contentos a nuestros ciudadanos para que no se rebelen, decidiendo los casamientos de nuestros familiares, escogiendo gobernantes, asegurándonos de que no se produzcan intrigas políticas, etcétera.
De la misma forma, las batallas siguen manteniendo su estilo habitual. En ellas no tendremos que recolectar recursos, crear edificios ni nada por el estilo. Nuestro objetivo será única y exclusivamente el de dirigir a nuestras tropas en el combate para que se alcen con la victoria. Aquí cada "unidad" está formada por cientos de soldados que actuarán a efectos prácticos como uno solo, por lo que aunque "solo" tengamos 10 unidades veremos una batalla de miles de personas en el campo de batalla, transmitiendo constantemente la sensación de estar en una "guerra total", como bien indica el nombre de la saga.
Si no queremos que nos aplasten rápidamente, tendremos que aprender a escoger las formaciones adecuadas para nuestras tropas, a sacarles partido a sus habilidades y a las ventajas de cada clase, y a aprovechar el terreno para ganar ventaja táctica, ya que la posición de nuestras unidades será importantísima (por ejemplo, ocultando un batallón en la espesura de un bosque para que sea invisible a ojos del enemigo y así poder tender una emboscada).
Al principio, especialmente si sois nuevos en la serie, probablemente todo os parecerá un caos bastante descontrolado, aunque en cuanto empecéis a entender sus mecánicas os sorprenderéis con lo emocionantes que pueden llegar a resultar las batallas del juego y con las muchísimas posibilidades que esconden, ofreciendo algunos momentos muy satisfactorios y que os harán sentiros como auténticos estrategas militares de primer nivel.
Entre las novedades, una de las más llamativas y que más nos ha gustado ha sido el de la posibilidad de convertir a nuestra facción en una "horda" o en una "nación". Cuando adoptemos el estilo de una horda, pasaremos a ser unos nómadas sin asentamiento en ningún territorio fijo, por lo que nuestro estilo de juego será el de ir avanzando y saqueando todo lo que nos vayamos encontrando a nuestro paso. En cambio, si nos cansamos de llevar esta vida, siempre podremos buscar asentarnos en un territorio con los suficientes recursos para expandir nuestra nación, momento en el que pasaremos a jugar con las mismas normas por las que siempre nos hemos regido en los juegos anteriores.
Lo interesante de este sistema es que le da mucha flexibilidad a las partidas, ya que no serán pocas las veces en las que con el paso de los años en una campaña nos veamos obligados a cambiar de un estilo a otro, teniendo que adaptar nuestras estrategias por el camino. Además, no todas las culturas tienen esta posibilidad, ya que, por ejemplo, los mismos hunos, al ser un pueblo nómada, no pueden asentarse y siempre jugarán como horda.
También nos ha llamado mucho la atención la importancia que ha ganado en esta entrega el clima, con unos inviernos muy crueles y duros que os lo harán pasar especialmente mal en los años más avanzados de las campañas, ya que tendréis que darlo todo para realizar una buena gestión y que vuestros habitantes y soldados no se mueran ni de frío ni de hambre.
Tampoco podemos olvidarnos de mencionar el papel tan importante que juega el fuego tanto en las batallas como en el mapa de campaña. Sus usos en el primer caso son más o menos evidentes: quemar una parte del mapa para provocar incendios que jueguen a nuestro favor. Pocas cosas más gratificantes hemos visto en esta saga que prenderle fuego a un edificio y ver como a los pocos minutos este empieza a extenderse por toda la ciudad, lo que además ayuda a aportar una visión realmente impactante con cientos de tropas batallando mientras todo arde. Eso sí, tened cuidado con esto, no se os vaya a volver en vuestra contra.
En cambio, la destrucción que puede ser provocada con el fuego también la podemos aplicar al tomar ciertas decisiones estratégicas en la fase de campaña, con algunas posibilidades realmente trabajadas (y que captan a la perfección las estrategias de la época). Por ejemplo, imaginad que estáis a punto de perder un territorio donde tenéis una gran ciudad, ya que el enemigo está a punto de lanzar un ataque contra vosotros y no veis la forma de defenderos de lo que se os viene encima. Pues antes que perder tropas luchando inútilmente, ¿por qué no quemáis toda esa zona mientras escapáis para dejarla sin recursos que vuestros enemigos puedan aprovechar y que de paso os sirva como cortina de humo para la huida?
Los modos de juego siguen siendo los habituales: Campaña y Batallas. Las primeras las podremos jugar tanto solos como con otros jugadores, ya sea en cooperativo o en competitivo. Nos tocará escoger una facción e intentar cumplir los objetivos que nos marquen en el apartado "victoria" durante los años que dura la campaña. Cada facción tiene una gran cantidad de peculiaridades y características únicas, por lo que os recomendamos intentar empezar con una que se adapte a vuestro estilo de juego.
Por otra parte, Batallas nos ofrece acción rápida y directa para cuando no tengamos ganas de andar gestionando naciones ni preocupándonos de asuntos políticos ni estratégicos a largo plazo. Aquí podremos participar en combates totalmente personalizados, ya sea contra bots (aunque estos a veces toman unas decisiones, como mínimo, cuestionables) u otros jugadores, o también podremos decidir poner a prueba nuestra pericia en una serie de batallas históricas reales que el título nos propone revivir.
A nivel gráfico nos encontramos con un juego muy potente que sabrá explotar las posibilidades de vuestros equipos más punteros, ofreciéndonos un apartado visual algo más pulido y detallado que el de Rome II, con cientos de unidades moviéndose de forma independiente en gigantescos mapas y un efecto de fuego dinámico muy conseguido. Las texturas también son muy buenas y en general el juego cuenta con una buena optimización, dándonos una gran cantidad de opciones para que lo ajustemos a las necesidades de nuestro equipo. Eso sí, algunos bugs visuales y otros pequeños errores nos han dejado con la sensación de que se podría haber hecho un poquito más. Además, el salto respecto al anterior juego tampoco es especialmente notable.
El sonido también es un apartado que nos ha gustado mucho, con una banda sonora que capta muy bien la temática del juego y de la época en la que se ambienta, especialmente en las batallas. Por otra parte, los efectos tienen una calidad altísima, son muy variados y suenan con mucha contundencia. La parte negativa la tenemos con el doblaje español, que cuenta con unas interpretaciones y elección de voces muy irregular, mezclando algunos consejeros muy bien doblados con otros que hunden la media.
Conclusiones
Total War: Attila nos ofrece justo lo que su título promete: una experiencia de juego puramente Total War ambientada en una de las épocas más oscuras de la humanidad. Las novedades son justas, pero aportan lo suficiente como para hacernos sentir ante un título nuevo, ya que muchos de los ajustes que se han realizado en sus mecánicas nos obligarán a cambiar el chip y desarrollar estrategias distintas a las habituales. Lo más importante de todo es que se trata de un juego muy divertido y con una profundidad jugable enorme, perfecta para poner a prueba nuestras dotes de estratega tanto en el campo de batalla como en el terreno político y diplomático, por lo que no podemos hacer otra cosa que no sea recomendaros su compra a poco que os guste este género tan veterano.