Análisis de Adventures of Pip (PC, Xbox One, PS4, Wii U, Switch)
Jugar a Adventures of Pip es como descubrir un juego de 16 bits que desconocías, pero hecho en 2015. Probablemente una vez terminado, después de unas cinco horas y por la ausencia de rejugabilidad y otros modos, te olvides de él durante una temporada. Pero mentiríamos si no dijésemos que lo hemos disfrutado bastante pese a no hacer nada fuera de lo común respecto a la década de los 90.
Ésta es una de esas historias conscientes de su origen digital, parecido al argumento de Fez –donde todos sabían que su mundo era 2D-. Es un reino creado por una princesa que puede controlar los pixels, la composición de objetos y personajes. Inevitablemente hay una villana, una reina que quiere ese poder para modificar el mundo a su voluntad.
¿Podrá alguien hacer frente a esta amenaza? Sí, Pip, un simple pixel –la clase social más baja- dispuesto a comenzar esta aventura. No es un pixel literal, el jugador se dejaría la retina controlando eso, en realidad es un cuadrado color rojo.
Adventures of Pip es un juego de plataformas tradicional: saltos en plataformas y eliminación de enemigos golpeando su cabeza. El aspecto más novedoso, que tampoco es completamente original –protagonistas con cambio de habilidades hay unos cuantos-, es la evolución de Pip desde ese mínimo de resolución que sólo puede saltar a un niño de 8 bits y después a un héroe de 16 bits, cada uno con sus ventajas y desventajas. Por ejemplo, el pixel equivale a la gallina de Guacamelee!, no tendrá mucho poder ofensivo pero es capaz de colarse por pasadizos estrechos o planear, mientras que el joven da golpes para romper obstáculos del escenario y rebota sobre las paredes; la versión más potenciada dispone de una espada para dañar más y romper otro tipo de bloques.
La transformación de un estado a otro no es siempre a voluntad del jugador, al menos cuando se trata de ir a un nivel superior –de niño a pixel sí-. Esto se hace derrotando a un tipo de enemigo concreto, numeroso y lógicamente, colocado de manera estratégica allí cuando se necesita. Y es que en Adventures of Pip todos los estados tienen una utilidad, puesto que el héroe con espada no es tan ágil como el niño y no puede saltar por las paredes; jugar con la forma correcta es una constante para superar las trampas. Además de plataformeo puro hay secciones de plataformas-puzle, obligando a usar todos nuestros recursos, incluyendo la mínima pausa que detiene la acción con el cambio de forma.
Hay que decir que el diseño de las fases está bien, aunque tampoco alcanza el nivel de genialidad de los clásicos, antiguos o modernos. Lo que sí esconde son numerosos lugares secretos detrás de paredes que parecen sólidas. Guardan cofres o personajes para salvar, un coleccionable que nos hace investigar un poco cualquier recoveco sospechoso, sorteando así que el recorrido sea excesivamente monótono por su linealidad.
Hay que decir no obstante que los pixels –por derrotar enemigos y en los tesoros- que sirven como moneda son algo casi secundario, pues salvo las mejoras más básicas que se pueden adquirir –ítems curativos, mejor espada, aumento de límite de salud- tampoco ofrecen demasiadas ventajas y son carísimas, aunque sospechamos que esto es así para que la primera vuelta se haga sin adquirir todas, para desaconsejar su uso.
Nadie puede negar que es un juego independiente bien ejecutado, y no por casualidad. Sus autores, Tic Toc Games, están lejos de ser novatos lanzando su primer proyecto comercial. Detrás hay veteranos de varios estudios, entre ellos WayForward, que saben lo que hacen. Es por eso que el control es muy bueno, que dentro de la simpleza aparente todo está medido al milímetro para conectar transformaciones sobre la marcha y, en definitiva, el resultado es parecido a lo que hizo DrinkBox Studios con el citado Guacamelee! sin llegar a ser tan elaborado, es mucho más accesible para todo tipo de jugadores.
Quizás la única queja en cuanto a diseño está en la ubicación de los puntos de guardado, en ocasiones demasiado espaciados. Reconocemos que es una decisión difícil para el equipo, abusar o colocar estos checkpoints cada dos pasos baja la dificultad enormemente –y más cuando no hay número de vidas-, pero también es un poco incómodo morir y volver a superar varias pantallas antes de llegar a la que se te atraganta.
Sus gráficos nos han enamorado. Es pixel-art bien entendido, con gusto, que deja en ridículo a gran parte de esa oleada de juegos descargables hechos con prisa o desgana, con pocos pixels y nada de arte. Ojo, Adventures of Pip tampoco es perfecto, por cuestión de su mundo mezcla estilos y definiciones diferentes que a veces chirrían –sean objetos o las fuentes de texto-, y da la sensación de faltar un poco más de animación en el escenario –se podría solucionar con árboles con movimiento, o destacar más los planos de profundidad-. Salvando eso, la mayor parte del juego es precioso por el detalle, la paleta de color y la manera subliminal de buscar formas cuadradas en la vegetación y otros elementos del escenario.
¿Y la música? Genial, tanto por las melodías, que evitan el electro machacón –lo cual iría no encaja con el tipo de ritmo de Pip-, como por distanciarse del chiptune de garrafón; la calidad de sonido parece más propia de los canales de un sistema 32 bits –tipo la que te podrías encontrar en un Final Fantasy- que el escuchado en otros indies de aspiración tan retro que resulta hasta pobre. El compositor es Jacob "Jake" Kaufman, habitual de WayForward y uno de los músicos del próximo Bloodstained: Ritual of the Night.
Conclusiones
Si Adventures of Pip se hubiese lanzado hace 20 años probablemente habría pasado un poco desapercibido, a la sombra de Marios y Sonics, un escalón por debajo nada desmerecedor por cierto. Entretiene, no destaca demasiado ni es excesivamente original, y carece de errores de bulto que estropee la experiencia. La mano de un equipo con talento se nota.
Pero se lanza en 2015 y hay que rendirse ante la obviedad: el nivel de plataformas 2D ha descendido mucho si exceptuamos ciertos lanzamientos de Nintendo, los Rayman con Ubiart y un puñado de joyas indies del último lustro. Ese es el acierto de este título: llega en el momento justo para rescatar la jugabilidad 16 bits sin complejos y sin mecánicas extrañas –como aquellas que arruinaron a Sonic 4-. Adventures of Pip es un juego modesto y orgulloso de ello porque sabe que en el fondo, divierte.