El tiempo pasa volando, como se dice tantas y tantas veces, pero lo cierto es que desde que Crazy Taxi saltase a los arcades, han pasado nada más y nada menos que quince años.
Podemos quedarnos extrañados mirando al calendario, pero lo cierto es que en el año 1999 el panorama videojueguil tenía poco que ver con el actual. Sega aún era una compañía con hardware propio y de hecho, fue el legendario equipo AM3 el encargado para salirse del renglón en esta historia.
En una época en la que los juegos de conducción seguían una misma norma, Crazy Taxi significó que cuando una compañía con los medios, y sobre todo, el descaro necesario, apuestan por nuevas ideas sin miedo al fracaso, pueden salir cosas tan geniales como esta.
Y esto es lo que precisamente hizo Sega, con la placa Naomi como medio, un hardware excelente donde salieron un sinfín de juegos memorables y tuvo el valor de embarcarse en un juego de conducción desafiando la lógica y las líneas marcadas.
Llega la diversión, llega la locura
La premisa del juego es por casi todos conocida: con nuestro taxi debemos acercarnos a los pasajeros y llevarlos hasta el destino que nos marquen, donde una flecha nos irá señalando el camino hasta el destino final.
Dicho así puede parecer hasta un planteamiento aburrido, pero si a esto le sumamos una banda sonora sobresaliente (The Offspring y Bad Religion tuvieron la culpa) y donde todas las leyes de conducción son olvidadas, podemos asegurar que quien no lo haya probado en alguna ocasión se pierde algo grande.
El juego fue lanzado para los arcades en el año 1999, como decíamos, y a pesar de que el mueble tuvo varias versiones, la más liviana y a la vez más sorprendente es la que incluía unos pedales y un volante con el que jugábamos de pie, sin duda que nada de esto importó para que muchos tuviéramos que esperar nuestro turno para jugar con él.
Dentro de este mueble estaba la placa Naomi, hermana tecnológica de Dreamcast (al que llegó la excelente conversión un año después) y donde los gráficos estaban a la última, mostrando un escenario inspirado en las empinadas calles de San Francisco.
La representación de la ciudad mostraba una ciudad viva, donde establecimientos conocidos y un tráfico, en ocasiones algo abundante, nos pondrían las cosas difíciles si queríamos llegar a nuestro destino.
Los pasajeros tenían cuatro colores, donde verde, amarillo, naranja y rojo indicaban la dificultad y la distancia a recorrer. Acelerar y frenar, con marcha atrás para salir de alguna situación difícil en alguna ocasión, servían para que los cuatro conductores disponibles cumplieran con su misión.
Cada uno de estos conductores tenía diferentes características, donde Axel y la única chica del juego, Gena, eran los conductores más equilibrados, y donde B.D Joe era el más joven, el más rápido, pero el que peor se manejaba, al contrario que el veterano Gus, un experimentado taxista que tenía el mejor control, pero la velocidad más lenta.
La jugabilidad estaba a la altura, los controles respondían con precisión y acierto, y si en alguna ocasión no llegábamos a nuestro destino, nunca se nos quedaba la sensación de no haber sido culpa nuestra.
En el arcade disponíamos de un tiempo determinado para coger una cierta cantidad de pasajeros, y mientras iban recompensándonos en el viaje con cada locura, cada pasar entre dos coches de frente, o saltar por encima de un autobús, mientras nos regañaban por los accidentes y tardanzas.
El humor del juego es otra de sus virtudes, y podremos encontrar pasajeros hasta debajo del agua, mientras que los atajos disponibles hacían que llegado un momento, nos conociéramos la ciudad al dedillo sin apenas habernos dado cuenta.
Tumbar una ambulancia, caer desde un cuarto piso con nuestro coche, o conducir por debajo del agua eran sólo unas de las pequeñas muestras de una partida a Crazy Taxi.
Su mayor virtud fue su diversión, pero sobre todo, saber cambiar las reglas del juego en el momento adecuado, donde el estancamiento de los títulos de conducción necesitaba sangre fresca.
Este éxito se agrandó con la excelente conversión para Dreamcast, alargando el juego exponencialmente al incluir más modos de juego, donde podíamos elegir el tiempo que trabajar o un modo de pruebas, con el Crazy Box, tan locas como el propio planteamiento del juego o más.
Y después vino la quiebra de Sega, donde anunció que Dreamcast sería su última consola y donde el juego acabó saliendo para otras consolas. Versiones para ordenador, secuelas y su inclusión en multitud de recopilaciones sólo hablan de lo que significó el primer Crazy Taxi, y donde hasta hace poco, se ha repetido éxito en su versión para los actuales móviles.
Crazy Taxi golpeó en la industria demostrando que aquellas increíbles escenas de conducción que veíamos en las películas podrían ser jugadas en primera persona, sentándonos en un Chevrolet de los sesenta y dejando una estela amarilla allí por donde un cliente quería llegar. ¿Lo recuerdas, o aún lo juegas?