Falcon y el Soldado de Invierno es una de las declaraciones más honestas y fieles jamás vistas en todo el universo cinematográfico de Marvel Studios. Su estructura más tradicional con respecto a lo narrado en Bruja Escarlata y Visión -que también se emitió en Disney+- pudo dejarnos la duda sobre si nos íbamos a encontrar con una producción más encorsetada en los parámetros y convencionalismos del thriller de superhéroes más clásico, y aunque es cierto que su estructura de buddy film es evidente, cuando toca ponerse seria y profunda lo hace sin sonrojar al espectador. Y eso es difícil. Con un capítulo final formidable, os contamos lo que nos ha parecido y qué significan sus escenas postcréditos.
Falcon y el Soldado de Invierno: Espejo de nuestros miedos y fortalezas
Falcon y el Soldado de Invierno está protagonizada por Sam Wilson (Anthony Mackie) y Bucky Barnes (Sebastian Stan), amigos y compañeros del retirado Steve Rogers (Chris Evans), y responde a la batuta de Malcolm Spellman, showrunner de un ambicioso proyecto para el que ha contado con la dirección de Kari Skogland (The Walking Dead), que se ha encargado de filmar los seis capítulos de los que se compone esta epopeya de tintes claramente cinematográficos.
Cronológicamente nos emplaza en el convulso mundo que tenemos tras los sucesos de Vengadores: Endgame, película en la que Thanos (Josh Brolin), el titán loco, intentó acabar con los Vengadores y la Tierra tras la arriesgada misión de nuestros héroes a la hora de recoger las Gemas del Infinito a través del tiempo para evitar el famoso chasquido del genocida galáctico. Hay que recordar que tanto Sam como Bucky desaparecieron tras el el desvanecimiento producido por Thanos en Vengadores: Infinity War, dándose ambos por muertos durante un periodo de cinco años en el que el propio Rogers intentó pasar página con más pena que gloria.
En su primer episodio, ya nos mostró destellos de genialidad a la hora de construir un contexto real de las acciones de estos superhéroes que son capaces de influir, con sus éxitos y errores, en las vidas de millones de personas. De esta forma, y a lo largo de distintos capítulos y situaciones, hemos observado cómo Falcon intenta seguir adelante en un mundo en el que Steve Rogers lo ha designado como su sucesor en el rol del Capitán América y en el que todavía no había encontrado su sitio. Wilson ha sido plenamente consciente de la responsabilidad que acarrea portar el escudo de la estrella solitaria, y sus dudas a la hora de aceptar lo que podría haber sido un regalo envenenado para una persona negra en Estados Unidos, han marcado la narrativa.
En esta duda -¿acepto el escudo y el rol del Capitán y transmito sus valores universales?- entra en juego Bucky, el antiguo asesino programado por HYDRA y mejor amigo de la adolescencia de Rogers. El Soldado de Invierno es un personaje que carga con sus propios demonios y remordimientos, herencia directa de un pasado criminal, pero no duda ni un solo segundo en ayudarlo a cargar con el peso de las barras y estrellas. Los dos héroes saben que un planeta sin Capitán América es un planeta sin protección ni faro moral, en el que muchos, ya sean gobiernos, villanos o terroristas, intentarán sacar tajada.
Pero Estados Unidos, como otros muchos países, a veces olvida a sus héroes. O los trata como meros peones mediáticos de los que aprovecharse en el momento oportuno. Puedes encabezar cruzadas contra titanes intergalácticos, luchar contra alienígenas y salvar el mundo de miles de amenazas, pero las problemas del día a día pueden seguir afectándote como a cualquier hijo de vecino. Hay una secuencia especialmente reveladora en uno de los primeros momentos del capítulo que inicia la seria. En ella, y ante la mirada atónita de su hermana, Sam Wilson no pudo obtener un préstamo a pesar de su fama, lo que sugiere que incluso la gente con el poder de los dioses no siempre pueden pagar todas sus facturas, y que cuando pides un préstamo, te puedes llegar a encontrar la dura realidad más y cuando eres negro. Falcon y el Soldado de Invierno es una serie que no duda en mostrar las miserias y realidad de estos superhombres que combaten por nosotros cuando la cosa se pone fea, y lo ingrato que puede llegar a ser el sistema a la hora de ofrecer una recompensa a cambio.
¿Y si las amenazas a las que hay hacer frente no vienen desde fuera y sí desde dentro? ¿Y si son los propios aliados de tu país los que buscan aprovecharse de la situación y crear un símbolo sujeto sus designios basado en Capitán América del que sacar tajada? Marvel Cómics ha jugado con este tipo de narrativas desde hace años, siempre ha sido una editorial comprometida a nivel social y político, no han tenido miedo de pronunciarse, y Falcon y el Soldado de Invierno es el ejemplo perfecto. En este contexto, en el que los gobiernos buscan nuevos héroes y símbolos tras la disolución de los Vengadores tras la invasión de Thanos a la Tierra, es dónde entra John Walker, personaje interpretado por Wyatt Russell, y el soldado escogido por los Estados Unidos para suceder a Steve Rogers. A priori, su hoja de servicios es impecable: un militar noble, aguerrido y condecorado. Hablamos de uno de los personajes más recurrentes en el universo de los tebeos clásicos de Marvel, una especie de sucesor de facto para la figura del Capi, que más tarde iría transformándose en Super-Patriot y sirviendo como arma de destrucción masiva en los conflictos en los que el país de las barras y las estrellas decidiera intervenir, todo ello bajo el más absoluto secreto y el más mortuorio de los silencios.
Si en las páginas de los cómics muestra una evolución muy interesante, en la serie han hecho lo propio. Ha protagonizado secuencias soberbias, como en la que asesinaba a sangre fría con el escudo del Capitán América a uno de los terroristas -ojo con la terminología en cursiva- de la organización Sin Banderas ante los ojos y oídos de medio planeta, que grababa con sus móviles el trágico suceso. Una metáfora -ese escudo, la mismísima bandera de Estados Unidos, manchada de sangre- que nos encantó. La caída y redención de Walker, convirtiéndose en el llamado U.S. Agent en los últimos momentos del capítulo, dando un arco argumental de esos que hacen época, es uno de los hitos del Universo Cinematográfico de Marvel.
Falcon y el Soldado Invierno es una serie gris, madura y compleja, y eso a veces juega en su contra. El contexto es bueno -gobiernos que se apoyan en una organización que busca repatriar a los millones de personas que volvieron a aparecer tras el chasquido de Thanos-, y sus herramientas y protagonistas son excelentes, pero no ha sabido construir en muchos momentos una narrativa sólida alrededor de los oponentes de los héroes. Karli Morgenthau (Erin Kellyman) y sus soldados/seguidores dopados con el suero supersoldado no llegan a ser creíbles en ningún momento, y lo que parece un movimiento cívico y colectivo que busca la abolición de las fronteras en un mundo diferente y en el que los dioses caminan entre nosotros, no ha terminado de cuajar. Su arco de redención, su relación con el propio Sam y sus reivindicaciones fracasan de forma estrepitosa y en ningún momento llegan a ser creíbles.
Es una lástima, pues el punto más necesario en una historia o en un cómic, el adversario que debe poner en aprietos a los héroes, tanto físicamente como psicológicamente, y en este caso no llega a ser interesante en casi ningún momento. Podríamos decir que el adversario real de Falcon y el Soldado de Invierno es en realidad el gobierno, la propia sociedad con la que nos codeamos en el día a día o los pantagruélicos organismos que la controlan y dirigen en la sombra, pero el vehículo para conocerlos, temerlos y criticarlos eran los Sin Banderas. Si ellos fallan en su tarea en el guion, todo se viene un poco abajo. Tampoco nos parece demasiado acertada la aparición de Sharon Carter (Emily VanCamp), la sobrina/nieta de Peggy Carter (Hayley Atwell), que trabajará ayudando a nuestros héroes, y cuya revelación como Agente de Poder -regente de Madripoor- en una de las secuencias del capítulo final, no tiene demasiado impacto. No se ha construido una figura enigmática, es todo muy evidente desde el primer momento.
Pero los buenos mimbres de la producción de Marvel Studios son innegables. Una de sus mejores hebras, quizás la más emotiva y la que complementa a la perfección la historia detrás de Sam y sus dudas a la hora de ser Capitán América es Isaiah Bradley (Carl Lumbly), un soldado negro que entró en el programa del suero supersoldado y que fue retenido contra su voluntad por los militares. En sus carnes, vivió como los héroes son peones de quita y pon para los gobiernos, un mero experimento que se ocultó y que la historia olvidó. Es importante comprender cómo Falcon y el Soldado Invierno nos muestra las diferentes maneras con las que Estados Unidos trata a los héroes blancos y negros, algo que es evidente en el mundo de Marvel y en el nuestro. Walker, elegido como Capitán América. Bradley, ocultado y enterrado. De hecho, la metáfora del Übermensch, con un John Walker rubio y de ojos azules, poderoso y absolutamente superior a sus congéneres, es tratada por el propio Barón Zemo (Daniel Brühl), el terrorista sokoviano que consiguió enfrentar a Steve Rogers y Tony Stark (Robert Downey Jr.) en uno de los capítulos. Un Zemo que, dicho sea de paso, ha sido capaz de llevar sobre sus hombros el tramo más complicado de la serie, el central, tirando del carro en lo referente al argumento y regalándonos diálogos tan brillantes como certeros. Bradley se acaba convirtiendo en la motivación que el propio Sam necesita para aceptar su rol como Capitán América al final de la serie, y los minutos finales en los que el otrora Falcon decide rendirle homenaje a su servicio al país, son más que reveladores, con ecos del excelente cómic Truth: Red, White & Black, una joya con guion de Robert Morales e ilustrada por Kyle Baker.
Secuencias postcréditos y repercusiones en el MCU
Hay tela que cortar, aunque lo cierto es que la secuencia postcréditos no es tan impactante como en Wandavision. Pero sí queremos hablar e incidir en la importancia de la aparición de la Contessa Valentina Allegra de Fontaine (Julia Louis-Dreyfus), que espera a Walker, que le enseña su nuevo traje y le confirma su nueva identidad como U.S. Agent, un héroe más visceral y violento que el Capitán América. "Las cosas se van a poner raras. Y cuando lo hagan, no vamos a necesitar a un Capitán América. Vamos a necesitar a un U.S. Agent", remarca la propia Fontaine en los últimos momentos del episodio. Pero la secuencia más importante, y la única que se muestra tras los títulos de crédito, nos presenta Sharon siendo indultada en el Senado. Toda la Comunidad de Inteligencia se disculpa con ella y su familia, ofreciéndole un regreso a su antiguo puesto de trabajo y otorgándole acceso directo a toda la información que el gobierno de Estados Unidos ha guardado celosamente durante años.
El Agente de Poder, la figura más importante de Madripoor, ya no tendrá supersoldados ni podrá poner en jaque al planeta con terroristas dopados, pero tiene al alcance de su mano a los más variados juguetes y proyectos militares de la nación más poderosa del planeta. En una secuencia un poco burda, nada más salir de la sala en la que ha sido aplaudida de forma unánime por la administración, Carter llama a alguien por teléfono. "Avisa a nuestros compradores. Los supersoldados salen del menú, pero tendremos acceso total a secretos gubernamentales, prototipos de armas, lo que quieras. Habrá algo para todos", remarca. ¿Qué escenario tendremos ahora? Pues blanco y en botella: Thunderbolts. Los Thunderbolts son uno de los grupos más célebres de Marvel Comics, un equipo de superhéroes formado principalmente por villanos redimidos, que no dudan a la hora de actuar cuando la cosa se pone dura. El Barón Zemo tiene un papel fundamental en este conjunto, y creemos que Marvel Studios apostará por presentárnoslo de una manera u otra con U.S. Agent, Carter y algún otro más en el futuro. ¿Tendrán un papel relevante en Invasión Secreta? Podría ser. Es el siguiente gran evento, se está cociendo a fuego lento y su rol en el cómic original es más que evidente. ¿Serán ellos los que salven la humanidad del Imperio Skrull durante su intento de invasión a nuestro planeta? Nos falta Norman Osborn en la ecuación, pero quién sabe. De aquí a unos años no debería extrañarnos la aparición de Los Vengadores Oscuros.
En cualquier caso, la secuencia final es lo de menos. Falcon y el Soldado Invierno no tiene medio a la hora de meterse en el barro al plantear dudas en los tropos más arraigados en las narrativas de los superhéroes, sustituyéndolos por nuevas figuras y alegorías más arriesgadas en los temas que siempre han sobrevolado en los cómics de la editorial. El show de Disney+ plantea poderosos problemas sobre la raza y la familia, y en tiempos de pandemias, crisis económicas y problemas sanitarios, consigue exponer los desafíos que existen en la tarea de reconstruir un mundo dividido por miedos, inseguridades y prejuicios. Un nuevo inicio para Marvel del que partir de cara al futuro.