El cine está viviendo una época muy convulsa en términos de distribución y ventanas de lanzamiento. Tras años en los que el status quo se definía por los estrenos en salas, el posterior en digital y el último lanzamiento en formato doméstico en base a DVD y Blu-ray -con un último paso por las televisiones de pago y en abierto-, Universal Pictures y AMC Theatres, la cadena de cines más importante de Estados Unidos con miles de salas por todo el país, anunciaron un acuerdo que rompía estos plazos y acortaban considerablemente las fechas habituales. Se pasaba de meses a semanas. ¿El motivo? Las majors y los exhibidores, dos partes condenadas a entenderse, han descubierto que el público está dispuesto a pagar una determinada cantidad de dinero por ver el último gran estreno o taquillazo desde sus casas, a gran calidad audiovisual y en un formato completamente digital.
Películas como Trolls World Tour, La caza o El hombre invisible se han convertido en auténticos pelotazos durante la pandemia, capaces de generar millones de dólares -más de 100 en el caso de la cinta de animación de Universal-, ahorrándose los costes derivados de la distribución, las regalías de los intermediarios… Es un negocio redondo. El escenario tras el coronavirus, en el que la distribución digital a través del vídeo bajo demanda (VOD) ha salvado los muebles de una temporada que sigue siendo catastrófica, es muy diferente al tradicional. Las compañías quieren la máxima rentabilidad en un mundo en el que los cines cierran y abren en un círculo vicioso, y en el que los costes de las producciones han ascendido considerablemente. ¿Es entonces el estreno de la próxima Mulan un cambio de paradigma? ¿Es el nuevo referente para los blockbusters?
El vídeo bajo demanda premium: ¿una salida definitiva?
Disney lo ha intentado todo con Mulan. Hablamos de una cinta que se iba a estrenar el pasado marzo, como uno de los nuevos live action que tantas alegrías en taquilla han dado a la compañía, pero la cosa no ha sido fructífera. Solo unos pocos territorios, como China, Rusia o Corea del Sur, han podido disfrutarla en cines en estrenos limitados y muy concisos. Ante la imposibilidad de un lanzamiento global e internacional del film, Disney ha decidido tomar una alternativa que hasta hace unos meses era impensable: un estreno digital para el próximo 4 de septiembre a través del vídeo bajo demanda con un precio alto (22 euros en España) y la obligatoriedad de estar suscrito al portal de streaming Disney+. Parece una locura, un suicidio económico o publicitario, pero si analizamos fríamente la propuesta, lo cierto es que no carece de lógica. De hecho, incluso podríamos decir que es capaz de salvar el desastroso año para la major y preparar el terreno para otros blockbusters en esta delicada situación.
Disney+ exige o un abono mensual, de 6,99 euros al mes, o un pago único anual de 69,99 euros que se renueva al cumplirse la fecha de inscripción. El portal de streaming cuenta a día de hoy con 100 millones de usuarios suscritos al servicio, una cifra muy interesante, sobre todo si tenemos en cuenta que el perfil del público objetivo no es otro que el de una familia, con uno o varios hijos, aficionados al cine familiar y que acuden a las salas en los estrenos y fechas muy concretas, aquellos que la industria ha clasificado como eventos, y en los que las secuelas de Marvel, los live action como El rey león o la propia Mulan y otras películas de animación como Frozen, son el ejemplo perfecto.
Pensad ahora en lo que un film de estas características, con presupuestos tremendamente abultados y en los que la campaña de publicidad es vital, necesita para ser rentable. Hollywood ha perdido el norte en este aspecto, y hacer una película es cada vez más caro.
Una película como Mulan podría costar entre 200 y 300 millones de dólares si incluimos la campaña de marketing, y si tenemos en cuenta que cada retraso de fecha de lanzamiento en cines supone un añadido de varios cientos de miles de dólares al abultado montante, es lógico que en Disney hayan decidido aprovechar su canal de distribución digital y su portal, con millones de potenciales compradores, para dar salida a una gran producción que se estaba convirtiendo en un dolor de cabeza para la empresa. En esta delicadísima situación, se calcula que Mulan tendría recaudar o ingresar unos 500 millones de dólares para ser rentable y dar beneficios a la compañía del ratón. Haciendo un cálculo un tanto burdo, si solo la mitad de los 100 millones de suscriptores que tienen en Disney+ adquieren la película, hablaríamos de un estreno capaz de ingresar más de 1000 millones de dólares, una cifra muy similar a lo que se esperaría de una cinta de esta índole.
Y aunque no lo creáis, hay precedentes. Artemis Fowl iba a llegar directamente a salas, y aunque su estreno en Disney+ fue opacado por la poca calidad del propio film, demuestra que en la compañía y en su división cinematográfica, no tienen miedo por el estreno directamente en formato digital. El musical Hamilton también parecía destinado al estreno en cines, pero en un último momento, se decidió apostar por otorgar un valor añadido al portal de streaming, un hecho que se consumó como un auténtico éxito, con millones de personas hablando en redes sociales sobre la obra y con un buen número de suscriptores y nuevos abonados ingresando en el servicio. Es el llamado valor añadido, un elemento con el que las compañías juegan cada vez más, y que podría ser clave en la experiencia cinematográfica dentro del hogar. “Queremos potenciar el valor y atractivo de la suscripción a Disney+ con este contenido”, explicaba Bob Chapek, consejero delegado de Disney. Según el directivo, la compañía quiere llevar este tipo de producciones a personas y familias que, de otra manera, no pisarían una sala de cine con las actuales circunstancias. "Vemos a Mulan como algo único, en lugar de decir que estamos ante un nuevo modelo de lanzamiento comercial", explicó Chapek. "Dicho esto, nos parece muy interesante poder llevar una nueva oferta a los consumidores por ese precio de 29,99 dólares, y aprender de ello y ver qué sucede no sólo en términos del número de suscriptores, sino también en el número de transacciones que obtendremos con esta oferta de vídeo bajo demanda premium”, concluía.
¿Llegarán otros estrenos y películas a este formato? Ahora nos parece un tanto especulativo, pero la propia Warner Bros., que estrenará Tenet en salas, buscará también modelos mixtos para su catálogo en busca del preciado dinero. Y quién sabe si otros estrenos de Disney como Viuda negra o Los nuevos mutantes corren la misma suerte. En cualquier caso, es óbice remarcar que la pandemia ha cambiado drásticamente la dinámica de poder entre los estudios y las salas de exhibición, dando a los creadores de contenido más influencia en el debate sobre cómo se hacen, comercializan y distribuyen las películas. El cine ya no es un ‘paso obligado’, y muchos temen que esto afecte de forma irremediable a las salas de cine y al circuito internacional ligado a ellas. "Antes del coronavirus, estábamos marchando hacia ventanas más cortas en los lanzamiento", explicaba Erik Gordon, profesor asociado de la Universidad de Michigan. "El COVID simplemente cambió el equilibrio de poder entre ambas partes, así que ahora estamos adelantándonos hacia ventanas aún más cortas", matizaba el experto hace unas semanas, cuando se supo del acuerdo entre AMC y Universal. “Creo que esto aumenta el riesgo de que muchos espectadores esperen algunos fines de semana para ver películas en casa en lugar de ir al cine", argumentaba Andre C. Rosenblatt, analista de Credit Suisse, que piensa que al llevar el cine premium a casa, el aspecto litúrgico y especial de acudir al cine se diluye. De hecho, los cines españoles han acusado a Disney de haber 'engañado' al público, y no descartan emprender acciones legales contra la productora por lo que es, según ellos, un claro ejemplo de competencia desleal. Los mercados y la bolsa ha reaccionado positivamente a este tipo de anuncios, y Disney, tras confirmar que su live action se estrenaba en Disney+, registraba un aumento de su valor en bolsa.
Hollywood ya lo intentó en 2011 y 2016
Durante años, la piratería fue uno de los grandes dolores de cabeza para las distribuidoras de Hollywood. Las majors se encontraban -y se encuentran- con filtraciones de sus estrenos, copias de prensa en temporada de premios que se mueven por redes P2P y otras lindezas. Sean Parker, responsable de Napster y una de las claves en los albores de Facebook, se alió con varios directores para buscar una fórmula de vídeo bajo demanda premium, que llevase los estrenos de cine a la gran pantalla y al mismo tiempo a las casas de los consumidores. La iniciativa The Screening Room, apoyada por directores como Steven Spielberg, Peter Jackson, Ron Howard, J.J Abrams y Martin Scorsese, llegó recibir muchísimo dinero y empuje por parte de estos nombres y algunas productoras.
La idea era simple: pagar 150 dólares por un dispositivo especial con el que recibir una señal exclusiva a través de internet y al que conectábamos nuestro televisor y unos 30 o 50 dólares por cada estreno, que se podría ver en un plazo de 48 horas una vez reproducido. Sí, sobre el papel es interesante, pero parecía caro, y la barrera de entrada muy alta -¿por qué hay que comprar un hardware nuevo cuando tenemos muchos dispositivos conectados al televisor?-, pero las productoras estaban de acuerdo con el reparto: 20 dólares irían para los cines distribuidores, 10 al estudio y el resto a la propia compañía, The Screening Room.
El bosquejo de la idea se presentó en 2011 con un buen número de directores como James Cameron o Guillermo del Toro en contra, pero en 2016, con un par de ajustes y acuerdos dentro de la industria, parece que se tornó en algo más aceptado y aplaudido dentro de Hollywood. No obstante, para muchos expertos es la oportunidad de llevar películas de estreno a a un público que no puede -por tiempo, lejanía o dinero- o no le apetece acudir a una sala de cine. Los tiempos cambian, y parece que los espectadores también.
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