En los últimos años hemos visto cómo ciertas sagas y géneros que nunca habían triunfado en Occidente han ido ganando peso y relevancia para salir de su nicho y convertirse en algo popular y exitoso fuera de las fronteras japonesas. Como ejemplos rápidos y claros de este fenómeno podríamos citar a Yakuza o Monster Hunter, aunque hoy en Vandal vamos a centrarnos en los musous de Omega Force, un tipo de juego que lleva ya más de dos décadas entre nosotros y que siempre ha tenido una base de seguidores fiel, pero que no ha sido hasta el último lustro cuando el gran público ha empezado a tomarse en serio su propuesta. ¿Qué ha ocurrido exactamente para que antes fuese un género menospreciado y actualmente esté en boca de todos? Esa es la pregunta a la que nos hemos propuesto dar respuesta.
Los inicios
Para ello, vamos a retroceder en el tiempo hasta el año 1996, cuando Koei fundó Omega Force como su cuarta división de desarrollo de videojuegos.
Con este movimiento, el objetivo de la compañía fue el de diversificar su catálogo con un estudio completamente dedicado a la creación de juegos que no fuesen de estrategia, rol o simulación, sus grandes especialidades.
Su primera producción no tardó en llegar y en 1997 nos ofrecieron Dynasty Warriors, un juego de lucha con armas cuerpo a cuerpo al más puro estilo Soul Blade para la primera PlayStation que, a su vez, era un spin-off de Romance of the Three Kingdoms, una de las sagas más emblemáticas de Koei, por lo que estaba protagonizado por algunos de sus personajes más populares. El título tuvo una recepción aceptable por parte de la crítica gracias, entre otras cosas, a su original sistema de bloqueos, ya que en vez de disponer de un botón para defender teníamos que ejecutar golpes en la misma dirección y a la misma altura que los de nuestro rival para interceptarlos.
Los siguientes juegos del estudio no corrieron tanta suerte, aunque siempre conviene recordar que en 1999 sorprendieron con Operation: Winback, un título de acción en tercera persona para Nintendo 64 que, a pesar de llevarse unas críticas mayormente negativas, creó el sistema de coberturas que años después imitaría y popularizaría Gears of War. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión para Omega Force no llegaría hasta el año siguiente, cuando Dynasty Warriors 2 llegó al mercado como uno de los primeros juegos de PlayStation 2, la recién estrenada y deseada consola de Sony que prácticamente monopolizó toda la actualidad del videojuego en aquella época tras el exitazo que fue su predecesora.
A pesar de su nombre, lo que aquí nos ofrecieron no fue una secuela del juego de lucha que hicieron en el 97, sino algo completamente nuevo y muy diferente. Tanto es así que los combates uno contra uno dieron paso a unas gigantescas batallas en grandes mapas en las que debíamos enfrentarnos a cientos de enemigos simultáneos mientras desatábamos los golpes y técnicas del guerrero que decidiésemos controlar de entre un plantel de 28 personajes. Su propuesta iba todavía más allá, pues también había un componente estratégico que nos obligaba a conquistar y defender bases mientras se iban sucediendo todo tipo de eventos a los que nos debíamos adaptar, algo a lo que debemos sumar un pequeño toque de RPG a la hora de desarrollar a nuestros héroes y una historia que seguía y recreaba sorprendentemente bien los mayores conflictos del Romance de los Tres Reinos. Quizá en aquel entonces no fuimos conscientes, pero de este peculiar cóctel nació un nuevo género: el musou.
Aquí conviene hacer un pequeño inciso para comentar que en Japón el primer Dynasty Warriors es conocido como Sangokumusou, mientras que, el que para nosotros es Dynasty Warriors 2, allí se bautizó como Shin Sangokumusou al tratarse de algo completamente nuevo (shin significa nuevo en japonés), provocando una discrepancia numérica entre Occidente y el País del Sol Naciente que se ha ido arrastrando hasta nuestros días con sus secuelas.
Volviendo al juego, fue uno de los primeros títulos que demostró el salto generacional que hubo de los 32 a los 128 bits de Sony, ya que aprovechaba la potencia de la nueva consola de Sony para poner una ingente cantidad de enemigos en pantalla en mapas relativamente grandes, algo insólito por aquel entonces, lo que le sirvió para hacer ruido y llamar la atención de un buen número de jugadores y vender más de un millón de copias en sus primeros cuatro meses.
Por supuesto, recibió críticas, ya que la simpleza de sus controles ni la larguísima duración de sus batallas gustó a todos por igual, pero no cabe duda que su propuesta resonó con fuerza entre un buen puñado de usuarios que no dudaron en dedicarle decenas de horas. Se puede decir que estamos hablando de un género que lo amas o lo odias, algo que se viene produciendo desde sus mismos orígenes, tal y como podéis comprobar. No son los juegos más profundos, pero sí que saben combinar muy bien sus diferentes elementos para hacernos pasar un buen rato y conseguir que nos sintamos como auténticos dioses de la destrucción mientras hacemos volar ejércitos enteros con nuestros golpes.
La explosión
Este éxito le sirvió para justificar el desarrollo de una secuela y tan solo un año después recibimos Dynasty Warriors 3, una segunda parte con la que en Omega Force dejaron muy claro qué es lo que iban a hacer con sus futuras entregas: pulir la fórmula para apostar por la filosofía de "más y mejor", lo que nos lleva hasta Dynasty Warriors 4 en 2003 y sus 2,2 millones de unidades vendidas, una cifra que ningún musou superaría hasta la llegada de Hyrule Warriors: La Era del Cataclismo el año pasado.
La fórmula funcionaba y en Koei eran muy conscientes de ello, motivo por el que empezaron a apostar muy fuerte por las producciones de Omega Force, lo que se tradujo en unos años en los que solíamos recibir más de un musou al año. De hecho, aprovecharon para crear Samurai Warriors, la contrapartida japonesa de Dynasty Warriors que cambiaba las guerras chinas por las de la era Sengoku, se atrevieron a realizar adaptaciones a portátiles e incluso se expandieron los títulos principales con relanzamientos y nuevas versiones.
Todos eran juegos muy parecidos entre sí y el mercado empezó a saturarse, lo que tuvo un efecto negativo por nuestros lares. En su tierra natal seguían siendo todo un fenómeno y títulos como el excelente Dynasty Warriors 5 (probablemente la mejor entrega de toda la saga) ayudaron a mantener viva la llama, pero a medida que los años pasaban, los videojuegos también evolucionaban hacia experiencias cada vez más complejas y elaboradas, lo que hizo que en Occidente se empezara a menospreciar el género.
No hay más que echar la vista atrás y leer algunas reseñas y análisis de la época para detectar que lo que al principio sorprendía por su novedoso planteamiento y su ambición técnica en los inicios de PS2, pasó a verse como algo menor, barato y desfasado, provocando que se acabasen extendiendo ciertos prejuicios sobre el género y que las críticas hacia sus juegos fuesen directamente contra la propia fórmula y no por lo que ofrecían dentro de la misma.
Sí, seguían teniendo un público fiel que nunca faltaba a la cita con sus adictivas batallas, pero perdieron muchísima relevancia y terminaron de convertirse en títulos de nicho en Occidente. Además, el hecho de que se basaran en guerras chinas y japonesas con personajes que no son demasiado conocidos en Europa y América tampoco ayudó a generar interés, algo de lo que Omega Force era muy consciente.
La diversificación
De este modo llegamos hasta 2007, con PlayStation 3 y Xbox 360 ya en el mercado, lo que trajo consigo el que sería un movimiento decisivo que marcaría el futuro del género: el lanzamiento del primer musou licenciado. De esta manera pudimos disfrutar de Dynasty Warriors: Gundam, un juego que cambiaba a Lu Bu, Nobunaga y compañía por los mechas más famosos y populares de Japón, pero manteniendo la fórmula del género prácticamente intacta.
Huelga decir que en Japón fue un auténtico bombazo que ayudó a vender bastantes PS3 durante sus primeros meses de vida, hasta el punto de ser el primer juego de la consola en alcanzar las 100.000 unidades en su día de estreno. Sí, a efectos prácticos era el mismo juego de siempre pero con otra apariencia, lo que no quita que gracias a la licencia de Sunrise muchos se atrevieran a darle una oportunidad al género y descubrir por qué suelen gustar tanto a sus fans.
Para el mercado occidental se intentó hacer algo parecido ese mismo año con Bladestorm: The Hundred Years' War. No estaba basado en ninguna licencia conocida, pero la compañía esperaba atraer a nuevos jugadores inspirándose en un conflicto con el que estamos mucho más familiarizados en estos lares (La Guerra de los 100 años) y con personajes tan conocidos como Juana de Arc. De hecho, incluso se atrevieron a variar la fórmula con cambios y ajustes que hacían de él un juego mucho más estratégico y táctico en el que controlábamos a pelotones enteros. Lamentablemente, la jugada no salió demasiado bien y aunque se agradeció el intento de aportar algo de frescura, el resultado distó de convencer a casi nadie.
Lo peor de todo fue que durante 2007 también se lanzó Dynasty Warriors 6, una entrega que supuso un paso atrás gigantesco para la saga, con cambios muy poco acertados que no gustaron ni a sus seguidores más fieles. Además, a nivel técnico no hubo un salto tan grande como se esperaba y si bien se aumentó el número de enemigos en pantalla, también sufrió de importantes problemas de rendimiento que estropeaban la experiencia, alimentando así el rechazo en Occidente hacia estas propuestas, aunque en Omega Force no bajaron el ritmo y siguieron sacando varios juegos al año.
La colaboración con Gundam demostró ser todo un acierto y la subserie se extendió con un total de tres entregas, por lo que el siguiente movimiento lógico de Koei estaba claro: seguir probando con nuevas licencias. De este modo, pudimos disfrutar de un título basado en El Puño de la Estrella del Norte en 2010 que tendría una secuela (ninguno de ellos fue especialmente bueno y perdieron casi todo el componente estratégico del género) antes de que la compañía diera el pelotazo en 2012 con One Piece: Pirate Warriors.
Si Gundam es un fenómeno de masas en Japón, ahora en Koei habían conseguido asegurarse una colaboración con el manga más vendido de la historia en todo el mundo. Como era de esperar, vendió más de 1,2 millones de unidades, aunque el intento de Omega Force de hacer una extraña mezcla entre un juego de acción y aventuras de desarrollo lineal con batallas multitudinarias funcionó de manera regular, por no hablar de lo cortísimo que se quedaba en contenidos. La cosa mejoró bastante con su secuela en 2013 al ofrecernos un musou mucho más "puro" y ambicioso (aunque vendió menos al plantear una historia inventada), año en el que también se pusieron a la venta Dynasty Warriors 8 y Dynasty Warriors: Gundam Reborn.
La remontada
Además de todos los títulos que hemos comentado, el estudio también lanzó durante estos años diversas entregas de sus principales sagas, incluyendo el estupendo Warriors Orochi 3 en 2011, la tercera entrega de una serie que reunía a los personajes de Dynasty Warriors y Samurai Warriors, así como a otros personajes de Koei Tecmo, como el mismísimo Ryu Hayabusa.
Sin embargo, el punto de inflexión definitivo del género no llegaría hasta 2014, cuando Omega Force y Nintendo unieron sus fuerzas para traernos Hyrule Warriors en Wii U, una colaboración insólita y sin precedentes que se tradujo en uno de los mejores y más completos musous que se han hecho nunca, además de uno de los más atractivos para el gran público al estar basado en una saga de videojuegos tan aclamada, famosa e importante como The Legend of Zelda.
Un auténtico festival de fanservice, buenas ideas y mecánicas clásicas de la serie de Nintendo adaptadas con muchísimo acierto a la fórmula musou. El reclamo fue tal que animó a un buen número de jugadores que nunca antes habían sentido el más mínimo interés por este tipo de juegos a darle una oportunidad. Fueron tantos los que disfrutaron de su propuesta y consiguieron superar sus prejuicios hacia el género que la corriente de opinión popular empezó a cambiar.
Muchos se dieron cuenta de que un musou no tiene por qué ser necesariamente malo "por ser un musou" y que dentro de este tipo de títulos los hay mejores y peores. Y lo más importante: que cuando se hacen bien, pueden llegar a ser divertidísimos y unas compras muy rentables por la cantidad de contenidos que pueden llegar a ofrecer.
A partir de aquí nos encontramos un poco de todo, pero gracias a juegazos licenciados como los dos Dragon Quest Heroes (otra espectacular colaboración), One Piece: Pirate Warriors 3 o Fire Emblem Warriors, el estudio ha conseguido darle la vuelta a la tortilla paulatinamente y que sus producciones se tomen más en serio fuera de Japón, hasta el punto de despertar muchísima expectación entre el gran público cuando se tocan las teclas correctas. Y si no que se lo pregunten a Hyrule Warriors: La Era del Cataclismo y sus 3,5 millones de copias vendidas en menos de 3 meses, el musou más vendido de la historia.
Aquí también hay que destacar lo mucho que se está atreviendo la desarrolladora a la hora de probar nuevas ideas y conceptos para adaptar su fórmula estrella a las licencias con las que trabajan, como bien demuestran los casos de las dos entregas de Attack on Titan o Persona 5 Strikers, títulos que parecen de todo menos un musou, aunque retengan gran parte de su esencia.
Evidentemente, no siempre han acertado y juegos como Berserk and the Band of the Hawk (basado en la obra maestra de Kentaro Miura), el desastroso Dynasty Warriors 9 o el indiferente Warriors All-Star han decepcionado, pero lo importante aquí es que a base de esfuerzo, buenos títulos y licencias con un gran atractivo, los jugadores de todo el mundo son ahora más conscientes que nunca de lo que los musous pueden llegar a ofrecernos.
Sí, siguen rondando algunos prejuicios y, por supuesto, su fórmula no gusta a todos, pero la realidad es que vuelve a ser un género que está en boca del público general, al que le queda muchísima cuerda todavía (este mismo verano podremos disfrutar de Samurai Warriors 5) y con el que no pocos fantasean a la hora de imaginar cómo sería su saga favorita, ya sea de anime, videojuegos o películas, pasada por el filtro de Omega Force. ¿Y a vosotros de qué os gustaría que se hiciera un musou en un futuro?