'Venecia, esa joya suspendida entre el agua y la historia, enfrenta un dilema existencial: cómo salvarse de su progresivo hundimiento sin sacrificar su esencia. Durante siglos, la respuesta ha sido levantar muros y diques, culminando en el monumental proyecto MOSE, una red de compuertas móviles destinada a proteger la ciudad de las mareas altas.
Los muros no están funcionando
Sin embargo, para el ingeniero Pietro Teatini, profesor de la Universidad de Padua, esta estrategia ha sido un error de base: en lugar de levantar barreras, propone una solución más audaz y radical, que pasa por elevar literalmente la ciudad mediante la inyección controlada de agua salina en acuíferos profundos bajo la laguna.
El hundimiento de Venecia es resultado de una combinación letal de subsidencia natural y ascenso del nivel del mar, acentuada por la crisis climática. Desde principios del siglo XX, el suelo veneciano ha descendido unos 25 centímetros, mientras que el mar Adriático ha subido otros 30. Esta dinámica implacable ha convertido las inundaciones esporádicas en una amenaza crónica. Aunque el sistema MOSE fue concebido como un escudo temporal, su uso mucho más frecuente de lo previsto —más de cien activaciones desde 2020— revela que no basta con contener el agua: es necesario replantear la estrategia de supervivencia.
Un ingeniero quiere levantar la ciudad entera
La propuesta de Teatini se inspira en observaciones de ingeniería petrolera en el valle del Po, donde la inyección de fluidos ha demostrado la capacidad de levantar lentamente el terreno. En su plan, una docena de pozos perforados alrededor de Venecia bombearían agua salina a baja presión a entre 600 y 1.000 metros de profundidad, provocando una elevación gradual y homogénea de hasta 30 centímetros. Esta operación no solo sería técnicamente viable, sino que costaría tres veces menos que el MOSE y evitaría daños estructurales en la delicada arquitectura de la ciudad.

No obstante, la propuesta no está exenta de escepticismo. Expertos como David Dobson, de University College London, advierten que la recuperación de acuíferos ya colapsados podría ser más compleja de lo que se anticipa. Inyectar agua, a diferencia de gas, implica mayores retos de presión y control. Aun así, el consenso es que un proyecto piloto podría ofrecer pruebas cruciales para validar o refutar esta estrategia, que, de tener éxito, podría regalar a Venecia medio siglo más para planificar soluciones definitivas ante el implacable ascenso de las aguas.
Más allá de las consideraciones técnicas, la cuestión de fondo es profundamente cultural y simbólica. ¿Vale la pena invertir en salvar una ciudad cuya población residente ha disminuido drásticamente y cuya economía depende casi exclusivamente del turismo? Para Teatini, la respuesta es inequívoca: Venecia no es solo un conjunto de edificios o un destino turístico; es un testimonio viviente de una civilización única.