La historia del cine está plagada de historias que mezclan magia creativa y tragedias humanas. Uno de los episodios más oscuros tuvo lugar en 1982 durante el rodaje de la película Twilight Zone: The Movie (En los límites de la realidad: la película en España), una adaptación cinematográfica de la icónica serie televisiva creada por Rod Serling. Este proyecto reunió a cuatro renombrados directores de la época: Steven Spielberg, George Miller, Joe Dante y John Landis. Lo que habría sido una celebración antológica, pronto acabó en tragedia. El segmento dirigido por Landis quedó ensombrecido por un accidente que cobró tres vidas y marcó para siempre la carrera del cineasta.
La tragedia que John Landis nunca pudo superar y que cambió la manera en la que Hollywood trabajaba en sus rodajes: el accidente de Twilight Zone
En los años ochenta, John Landis era un director cada vez más cotizado y reputado. Tras el éxito de Animal House (1978, De profesión: duro en España), The Blues Brothers (1980, Granujas a todo ritmo en España) y Un hombre lobo americano en Londres (1981), su talento para mezclar comedia y terror lo había convertido en una figura prominente en Hollywood. Estaba en la cima.
Era uno de los protegidos de Steven Spielberg, y sus películas demostraban una especial tendencia a los efectos especiales clásicos, las grandes secuencias disparatadas y un talento fresco que hacía tiempo que no se veía en la industria. Su participación en Twilight Zone: The Movie pretendía consolidar su reputación y cimentar su carrera hacia el estrellato, pero el destino tomó un giro sombrío.

El segmento que Landis dirigía, titulado Time Out, seguía la historia de un hombre racista y maleducado (interpretado por Vic Morrow) que experimentaba de primera mano la discriminación al ser transportado a distintas épocas históricas, como la Segunda Guerra Mundial y el auge del nazismo o ser testigos de las brutalidades que se cometían en diferentes zona rurales del sur de Estados Unidos en los años 1950, en donde miembros del Ku Klux Klan lo ven como un afroestadounidense. Una historia con moraleja. Pero durante la escena clímax de la historia, en la que viajaba a la Guerra de Vietnam, Morrow debía rescatar a dos niños vietnamitas mientras escapaban de un ataque aéreo estadounidense en mitad de lo que intentaba ser un poblado en llamas en las orillas de una suerte de laguna y arrozal.
Se trataba de una secuencia cargada de efectos especiales en forma de grandes explosiones y pirotecnia, muy compleja, pero que iba a ser la gran toma de la historia y el segmento. Landis quería el máximo realismo, y pese a que se le recomendó reducir las explosiones y usar especialistas y muñecos para evitar problemas mayores -los bomberos fueron muy vocales al respecto-, creyó conveniente seguir con la toma como él la había concebido. Todo salió mal. El viernes 23 de julio de 1982, en plena madrugada, el actor Vic Morrow y los niños actores Myca Dinh Le y Renee Shin-Yi Chen, de 7 y 6 años de edad respectivamente, murieron en un trágico accidente. El helicóptero presente en la toma cayó tras perder el control y volar demasiado bajo, causando el peor de los accidentes imaginables.
Al parecer las explosiones pirotécnicas preparadas para la secuencia acabaron causando la pérdida de control del aparato, que comenzó a volar muy bajo y se estrelló. El helicóptero, un modelo Bell UH-1 Iroquois de uso militar, maniobraba en un espacio muy reducido, a solo siete metros del actor y los niños, y estaba siendo pilotado por un excombatiente de Vietnam sin experiencia en películas ni rodajes, y que además, tuvo un ataque de pánico ante las explosiones descontroladas que lo rodearon en cuestión de segundos. Las hélices decapitaron a Morrow y a Le, mientras que Chen murió por aplastamiento, mientras que los pasajeros del helicóptero sufrieron heridas de escasa gravedad. La investigación, que duró meses, reveló numerosas irregularidades en la filmación.
Los niños, contratados ilegalmente, trabajaban fuera del horario permitido por las leyes laborales y en condiciones peligrosas. Además, como se había alertado, las explosiones preparadas para la secuencia, más potentes de lo previsto, desestabilizaron al helicóptero, que volaba a baja altura en ese momento. Estos factores apuntaron a una negligencia grave en la producción, un cúmulo de malas decisiones y falta de supervisión, que acabaron por demostrar que Landis había actuado de forma totalmente negligente.

Durante el juicio, la defensa argumentó que las explosiones se detonaron en el momento equivocado y que eso fue lo que causó el caos. Randall Robinson, camarógrafo en el helicóptero, declaró que el jefe de producción, Dan Allingham, advirtió al piloto Dorsey Wingo, que no era responsable seguir rodando así: "Es demasiado. Vámonos", pero John Landis gritó por radio: "¡Más bajo, más bajo!". Robinson aseguró que el piloto intentó salir, pero el helicóptero perdió el control y comenzó a girar. Otro camarógrafo, Stephen Lydecker, afirmó que Landis había ignorado advertencias previas sobre la escena, y que no fue prudente en sus indicaciones.

Las acciones legales contra los responsables de la película, particularmente contra Landis, duraron casi una década, coparon portadas y se convirtieron en el ejemplo perfecto de qué no se debía hacer a la hora de rodar secuencias de alto riesgo. A consecuencia de lo ocurrido en el set de Twilight Zone: The Movie, se presionó para cambiar la regulación del trabajo de actores infantiles en los rodajes durante las noches y en las escenas con efectos especiales. Hollywood respondió tarde, pero también evitó el uso de especialistas para escenas con helicópteros durante muchos años -eran un tema muy delicado-, hasta que la revolución tecnológica de los 90 posibilitó el uso de los efectos especiales por ordenador y nuevas formas de filmar, más seguras y éticas.
John Landis, junto con otros miembros clave del equipo, fue acusado de homicidio involuntario. La fiscalía argumentó que se habían ignorado medidas básicas de seguridad. No obstante, en 1987, Landis y los acusados fueron absueltos, aunque el veredicto no puso fin a la controversia pública ni a las demandas civiles posteriores. Los padres de Le y Chen demandaron a los productores de la cinta -Spielberg entre ellos- y llegaron a un acuerdo extrajudicial por una cantidad no revelada. Por su parte, los hijos de Morrow también presentaron una demanda y resolvieron el caso mediante un acuerdo por una suma no divulgada.
Además, el accidente también acabó con la amistad existente entre Landis y Spielberg, y afectó profundamente la carrera del otrora prometedor cineasta. Aunque continuó dirigiendo, jamás recuperó el estatus que había alcanzado antes del accidente. Películas como El príncipe de Zamunda (1988) y Superdetective en Hollywood III (1994) tuvieron cierto éxito comercial, carecieron del impacto cultural de sus obras anteriores y fue condenado al ostracismo, víctima de su propios logros anteriores. En entrevistas posteriores, Landis evitó hablar extensamente del incidente, aunque expresó su pesar por lo sucedido.

Para los amantes del cine, el accidente de Twilight Zone sigue siendo un recordatorio de los peligros inherentes a la producción cinematográfica y de la responsabilidad que recae sobre los cineastas. La tragedia eclipsó lo que podría haber sido un homenaje a la visión innovadora de Rod Serling y dejó una mancha imborrable en la carrera de John Landis. Con el paso de los años, y como suele ocurrir en estos casos, el incidente ha inspirado debates éticos y legales sobre los límites de la creatividad frente a la seguridad. Aunque Landis logró evitar la cárcel, el precio que pagó fue alto: una reputación empañada y un legado marcado por una tragedia que, para muchos, podría haberse evitado.