El director ejecutivo de OpenAI, Sam Altman, ha publicado un ensayo en el que reflexiona sobre el momento histórico que vive la humanidad con el auge de la inteligencia artificial (IA).
Augura cambios profundos en el mercado laboral
Según el creador de ChatGPT, no solo hemos iniciado el camino hacia una superinteligencia digital, sino que esta transformación conllevará cambios profundos en el empleo, la economía y la estructura social global. A su juicio, algunas profesiones desaparecerán por completo, pero no necesariamente como una tragedia.
Altman considera que el punto de no retorno ya ha sido cruzado: “ya pasamos el horizonte de sucesos: el despegue comenzó”. En su opinión, esta revolución tecnológica no vendrá marcada por robots caminando entre nosotros, sino por un proceso mucho más silencioso pero igual de disruptivo: una inteligencia artificial que ya es “más poderosa que cualquier ser humano en la historia”. Herramientas como ChatGPT, afirma, ya están aumentando la productividad de científicos y profesionales, y anticipa una explosión de progreso en los próximos años.
Uno de los ejes centrales de su análisis es el impacto sobre el empleo. Altman predice “la desaparición de clases enteras de trabajos”, en particular aquellos basados en rutinas o habilidades que pueden ser aprendidas por sistemas automatizados. No obstante, lo compara con la extinción de oficios como el de los faroleros en el siglo XIX: “nadie mira atrás deseando ser farolero”, afirma. Así, considera que las nuevas generaciones verán obsoletos los empleos actuales con la misma naturalidad con que hoy vemos extrañas ciertas tareas del pasado.

Sin embargo, este desarrollo no está exento de riesgos. Altman identifica dos dilemas principales: el problema de alineación y la concentración de poder. El primero alude a la necesidad de que la IA se desarrolle en sintonía con los valores humanos y no únicamente con objetivos algorítmicos como la maximización de la atención, tan comunes en redes sociales. El segundo se refiere a la urgencia de democratizar la tecnología, evitando que el control de la superinteligencia quede en manos de un puñado de corporaciones o países.
Finalmente, llama a una cooperación global para diseñar una IA beneficiosa para toda la humanidad. “Hacer que la superinteligencia sea barata, ampliamente accesible y no concentrada en unas pocas manos” —concluye— es la única manera de que esta revolución se convierta en una herramienta de prosperidad colectiva, y no en una fuente de desigualdad o conflicto.